Yo, Claudio, en Belmonte
El alcalde condenado vuelve a su pueblo dividido
M¨¢s que el vino duro, hermano ya de la cepa de Arganda; m¨¢s que la aceituna morena y huidiza, como boliches de ¨¦bano; m¨¢s que el trigo verdeoliva de esta primavera alcarre?a, lo que caracteriza hoy a Belmonte de Tajo es un alcalde delgadito y difuso, con el pelo planchado color de atardecer cobrizo y una mirada en la que se reflejar¨ªan todos los hallazgos de una cultura de verbena. Jos¨¦ Luis Campo Morate responde a su nombre de taxista venido de la nada a la cumbre y se afianza sobre la cuerda floja de un recurso de casaci¨®n en el gobierno de un pueblo irrita do, confuso, temeroso y dividido. El Tribunal Supremo dir¨¢ finalmente si este hombre es un delincuente pertinaz, un ingenuo responsable o un inocente sin adjetivo calificativo.Basta leer los peri¨®dicos para enterarse de que Jos¨¦ Luis Campo Morate ha usado el poder municipal de una forma indebida. Tal vez por ello predec¨ªa anteayer en el bar El Refugio un cliente desanimado "La que se va a armar aqu¨ª como no lo corten hoy los jueces".
Ante la Audiencia
A esa hora desvelaba la Audiencia Provincial de Madrid una sentencia de inhabilitaci¨®n contra el alcalde por una serie de hechos de prevaricaci¨®n, arrogaci¨®n de funciones judiciales, coacciones y otras minucias. La defensa, sin embargo, recurr¨ªa en casaci¨®n ante el Tribunal Supremo, y la ejecuci¨®n de la sentencia quedar¨¢ suspendida hasta que se produzca el fallo de la ¨²ltima, instancia.
Campo Morate regresaba al pueblo con un gesto de procacidad indolente, como si la justicia eterna le hubiera absuelto de la pena m¨¢s grave: abandonar la alcald¨ªa. A la alcald¨ªa sigue aferrado el hombre a quien hoy consideran en Belmonte de Tajo un ¨ªdolo, un d¨¦spota, una v¨ªctima de resentimientos extra?os o una plaga de dimensiones b¨ªblicas, seg¨²n quienes se atrevan a desafiar en el bar Los Varas la ley del silencio.
En la barra del bar sirve un bocadillo de anchoas, el ¨²nico plato del d¨ªa, una. mujer discreta. "Yo no puedo hablar, yo no debo decir nada, pero me parece que tienen raz¨®n ellos", susurra en tono de confesi¨®n liberadora. Pero ?qui¨¦nes son ellos? Ellos ser¨ªan ese centenar de vecinos que, hartos de la arbitrariedad del alcalde, han arremetido por v¨ªa judicial contra ¨¦l. Ellos ser¨ªan quienes dicen, como un cojo valiente, en el bar El Refugio, que "el alcalde no es malo porque no ha matado a nadie, pero gilipollas... De eso, lo que quiera". Y otro parroquiano a?ade: "En Valdelaguna, aqu¨ª al lado, y con la mitad de vecinos, no hubieran aguantado lo que nosotros". Y otro m¨¢s: "S¨®lo va el t¨ªo por los votos, y por eso ayuda a las familias numerosas, a los que tienen muchos parientes.. A las familias peque?as, ni caso". Y un matiz pol¨ªtico: "Ni le importan las derechas ni las izquierdas. ?l dice que es de derechas, pero que los votos se los da la izquierda, y a por ellos va el t¨ªo".
'Marujas' en autob¨²s
Se encapota el cielo sobre el preludio vegetal de La Mancha, y a la glorieta de Valencia, en la que vierte la calle del Rey Juan Carlos I, llega el autob¨²s fletado para acompa?ar al alcalde en su viaje a la Audiencia. Descienden tres docenas de marujas manchegas, apaisadas como figuras de Botero y alegres porque el ¨ªdolo les prolonga el entusiasmo de una juventud anclada en la memoria. Y media docena de hombres, los m¨¢s fieles, la acorazada de la devoci¨®n ciudadana.
Socorro Garc¨ªa abandona una pancarta para jurar que "hemos ganado, porque ya puede salir de alcalde todos los a?os que quiera. Ellos quer¨ªan mandarlo a la c¨¢rcel, pero nada de nada". Siempre ellos, los otros, los que han presentado una bater¨ªa de denuncias que en parte la Audiencia ha declarado probadas. Ellos dicen que "Campo Morate no lo hizo mal los primeros a?os pero luego se ha disparado. Y es que son cuatro o cinco los que tienen la culpa, los que siempre le acompa?an y a los que siempre favorece. Que si les deja un paso por un terreno municipal, que si les deja construir donde quieren...". Ninguno, sin embargo, se atreve a ense?ar el terreno municipal en cuesti¨®n ni el edificio arbitrariamente construido.
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Los partidarios del alcalde de Belmonte del Tajo creen que la condena le beneficia
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Es la ley del silencio, tanto por una acumulaci¨®n de recelos, de temores a vendettas municipales, como por el volumen del pliego de acusaciones, demasiado numeroso para que puedan se?alarse con los dedos. Pero ellos tienen miedo, musitan medias palabras, guardan silencios casi agresivos y aseguran que "se va a armar aqu¨ª buena como no lo pare nadie".
Ellos son tambi¨¦n los otros, los amigos del alcalde, esos cuatro o cinco vecinos que no tienen nombre porque, hoy por hoy, en los bares de Belmonte de Tajo parecen innombrables.
Doroteo, en la tercera edad, no es uno de los cinco cortesanos ilustres, pero se frota las manos al bajar del autob¨²s que lo llev¨® hasta la Audiencia mientras asegura que el Tribunal Supremo va a tardar en su sentencia de cuatro a siete a?os, "o sea, que tenemos a Campo Morate para siempre de alcalde". Y a?ade, en un rapto de felicidad prestada: "En mayo tendr¨¢ el alcalde una mayor¨ªa del 70% al 80%, m¨¢s que en las tres elecciones anteriores, porque aqu¨ª no votamos pol¨ªtica, sino personas". Y M¨¢ximo Corralero, confeso militante de la extinta Fuerza Nueva, asegura que ellos, que son los otros, "no perdonan que esto, la glorieta de Valencia, por donde hace a?os pasaba el desag¨¹e de una almazara, est¨¦ hoy asfaltado y limpio como un espejo".
El secretario Tom¨¢s Dur¨¢n, funcionario de carrera, procura evadirse, enterrarse bajo tierra, para que ning¨²n periodista le fuerce a confesar que el Ayuntamiento no funciona, que el alcalde no funciona, que los concejales no funcionan, que la ¨²nica llave del Ayuntamiento, como denucian ellos, la tiene Campo Morate, y que a ¨¦l, madrile?o de nacimiento, no le apetece ahora, aunque tal vez le conviniera ps¨ªquicamente, pedir el traslado a cualquier pueblecito de Huesca.
Una Yamaha y un Pontiac
Campo Morate, ex taxista, fue tambi¨¦n mec¨¢nico, "y hoy arregla de balde las motos de sus amigos". Se desliza el alcalde por el pueblo en una Yamaha potente, ?br, br, br,!, tomando muy cerradas las curvas, y conduce un Pont¨ªac -"Es suyo". "No, qu¨¦ va; es del Ayuntamiento". "Pues ¨¦l ha dicho a alguien que se lo ha regalado el pueblo"-, y el d¨ªa de la sentencia, al parecer, gloriosa, posaba en la balconada de su despacho, sobre la plaza de la Constituci¨®n, a la que rasga la persistente calle de Jos¨¦ Antonio, sin m¨¢s auditorio que un fot¨®grafo.
Las calles est¨¢n desiertas y los votos parecen hoy como dormidos. En Belmonte de Tajo ning¨²n partido pol¨ªtico tiene abierta una sede, "si acaso, el PCE, al principio de la democracia, mont¨® su oficina en un cuartito, pero ya la ha cerrado", y la confusi¨®n ideol¨®gica produce una promiscuidad pol¨ªtica que enlaza falangistas y rojos en cada uno de los bandos. Las fronteras del pensamiento parecen trazadas por el choque de las simpat¨ªas y las antipat¨ªas que concita este alcalde, que, condenado por la Audiencia Provincial, observa desde la balconada de su despacho c¨®mo se ha evaporado en dos minutos la gente que por la ma?ana le hab¨ªa acompa?ado a Madrid en el autob¨²s fletado por las marujas belmontinas, apalsadas, como figurillas de Botero.
-Se?or alcalde, ante la divisi¨®n del pueblo, ante el enzarzamiento de los ¨¢nimos, ?no le tienta la idea de dimitir, de abrir la puerta a una convivencia ciudadana, vecinal, sin estas tensiones agobiantes?
-?Pero qu¨¦ dice usted? Si aqu¨ª no se trata de un conflicto contra el alcalde; aqu¨ª se trata de un conflicto entre vecinos, entre padres que no se hablan con sus hijos, entre familias que ya ni se saludan. Contra m¨ª no hay nada.
-Hay una sentencia judicial.
-Pero eso se debe a la inquina de una minor¨ªa, de un grupito de 90 personas. Los dem¨¢s est¨¢n conmigo.
Ni las calles desiertas, ni el silencio de un vecindario recluido en las casas, ni la evidencia de que los ardides procesales que no equivalen a una sentencia absolutoria, a un pronunciamiento judicial exculpatorio, parecen arrancar al alcalde de un estado de gracia, o tal vez de inocencia, que lo lleva a insistir: "El juicio no afectar¨¢ a mis posibilidades de seguir siendo el alcalde. La guerra va a seguir igual que estaba, pero yo tendr¨¦ m¨¢s concejales".
Dos de independientes
Ahora tiene seis de los nueve elegidos. Entre unos y otros no se descubre ni la m¨¢s m¨ªnima diferencia ideol¨®gica, ya que todos se declaran independientes, todos ellos se presentaron a las ¨²ltimas elecciones en listas independientes, "sin siglas ni zarandajas". Una era la lista de independientes de Belmonte de Tajo, y la otra, de los independientes propiamente dichos. "Es que la ideolog¨ªa la guardamos para las elecciones generales, que siempre gana el PSOE, porque si la vamos pregonando te puedes quedar sin nada".
Al alcalde le llaman desde hace tiempo El Sopas, nadie sabe por qu¨¦, "aunque a lo mejor", dice en voz baja un parroquiano de El Refugio, un bar alargado que tiene tambi¨¦n bocadillos de anchoas como plato del d¨ªa, "es, porque el hombre parece algo retrasadillo. Por eso lo manejan unos cuantos, los que tiran de los hilos, y ¨¦l se mueve al comp¨¢s".
Yo, Claudio. En la endeblez de un hombre inseguro, que se deja mecer por las circunstancias y, al parecer, bambolear por los hilos que mueven unos pocos, podr¨ªa descubrirse esa pertinaz insistencia en convertir una simple peripecia humana en bandera de enfrentamiento ciudadano. Yo, Claudio, Campo Morate, de Belmonte de Tajo, alcalde tenaz y persistente por exigencia de la corte.
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