Un reto para Oriente Pr¨®ximo
Todos deberemos cambiar nuestros esquemas sobre Oriente Pr¨®ximo despu¨¦s de esta guerra, si queremos lograr la estabilidad definitiva de la zona. El conflicto ha puesto ante los ojos del mundo una situaci¨®n que en Occidente se ve¨ªa como algo inc¨®modo pero inevitable por considerarlo consustancial con la idiosincrasia de los pueblos de la zona. De la misma manera que hemos estado aceptando durante demasiados a?os la divisi¨®n de Europa dise?ada en Yalta, sin cuestionarnos la amarga realidad de unos pueblos que, por el solo hecho de estar situados al Este, se ve¨ªan privados de sus derechos y libertades fundamentales, tampoco antes de estallar el conflicto del Golfo se cuestionaba la precaria situaci¨®n en Oriente Pr¨®ximo, con todo y ser en s¨ª mismas ambas realidades insostenibles.La invasi¨®n de Kuwait, que cogi¨® por sorpresa a la comunidad internacional colocada de lleno en la ilusionadora tarea de dise?ar las l¨ªneas del nuevo orden internacional surgido de la revoluci¨®n pac¨ªfica que vino del fr¨ªo, ha servido para recordarnos la existencia de unos problemas nunca resueltos pero en los que, en cierta manera, ya nos hab¨ªamos instalado. Ahora tenemos la oportunidad de darles una respuesta, respuesta que debe ser inmediata e ineludible si queremos que el nuevo orden tenga un ¨¢mbito planetario y est¨¦ basado en la justicia social y en el respeto a los derechos humanos.
Cuando el 13 de enero el Papa afirmaba ante los embajadores acreditados ante la Santa Sede que si se dejaban intactas las causas profundas de la convivencia en Oriente Pr¨®ximo la paz obtenida con las armas no har¨ªa m¨¢s que generar nuevas y mayores violencias, pon¨ªa el dedo en el punto m¨¢s doloroso de la llaga. Porque, efectivamente, con el alto al fuego no se ha ganado la paz en Oriente Pr¨®ximo; la paz a¨²n hay que conquistarla, y su conquista requiere que la comunidad internacional ponga el mismo empe?o en resolver los problemas profundos que afligen la zona que el que ha puesto en la defensa de los derechos del Estado kuwait¨ª.
Una vez firmado el alto el fuego ha llegado el momento de plantearse c¨®mo apagar los focos de tensi¨®n que convierten Oriente Pr¨®ximo en una de las regiones m¨¢s explosivas del planeta; es decir, c¨®mo resolver el problema palestino, la convivencia ¨¢rabe-israel¨ª, la estabilidad de L¨ªbano sin injerencias externas, sacar del olvido el pueblo kurdo, dar soluciones al tercermundismo de amplias capas sociales de la zona y, sobre todo, garantizar el respeto de los derechos y libertades fundamentales en la regi¨®n y c¨®mo lograr un "futuro de paz, estabilidad y desarrollo, dentro de la justicia social y la solidaridad, para todos los pueblos de la regi¨®n en condiciones de dignidad y de seguridad", como dice la resoluci¨®n adoptada por el Consejo de Ministros de la Comunidad el 17 de enero.
De ah¨ª la imperiosa necesidad, es cierto, de convocar una conferencia de paz que plantee solucionar los contenciosos pendientes, pero sabiendo bien que dicha conferencia por s¨ª sola no conseguir¨¢ la estabilidad de la zona. Es indudable que si gracias a ella se logra encauzar la reivindicaci¨®n palestina del derecho a una patria a la vez que garantizar la existencia misma del Estado de Israel y la seguridad de sus fronteras se habr¨¢ dado un gran paso, el paso indudablemente m¨¢s decisivo y m¨¢s dificil de dar; pero aun as¨ª ser¨ªa un paso que por s¨ª solo resultar¨ªa insuficiente. Porque dicha conferencia debe contemplarse en el contexto de una estrategia global cuyo objetivo ¨²ltimo sea la conquista de una paz que prometa unos frutos suficientemente alentadores a cada una de las partes como para que la ilusi¨®n de su logro descarte y haga impensable una nueva guerra, al tiempo que haga llevadero el esfuerzo necesario para cubrir las sucesivas etapas.
La empresa puede parecer dif¨ªcil y el ¨¦xito de los resultados una utop¨ªa. Sin embargo la historia reciente de Europa occidental ha ense?ado al mundo que es posible vencer antagonismos que parec¨ªan insuperables y desarrollar en su lugar formas de cooperaci¨®n y entendimiento mutuo. Basta con tener el convencimiento de su necesidad y la voluntad de llevar a cabo el esfuerzo. No se trata de repetir esquemas que situados en un contexto cultural y pol¨ªticamente diverso al europeo no tienen porque ser v¨¢lidos, pero s¨ª de aplicar los principios que inspiraron su dise?o, porque ¨¦stos s¨ª siguen siendo v¨¢lidos, al estar desligados del espacio y del tiempo. No podemos permitirnos dejar de aprovechar el actual estado de ¨¢nimos que todos tenemos hacia Oriente Pr¨®ximo. Europa al acabar la Segunda Guerra Mundial estaba tan necesitada de paz como puede estarlo hoy Oriente Pr¨®ximo, y fue la necesidad, esta fuerza abstracta y multiforme que se impone siempre a todos los hombres, la que movi¨® el proceso de integraci¨®n europeo. Una necesidad unida indudablemente a la voluntad pol¨ªtica de superar de una vez por todas los conflictos devastadores y de elegir una v¨ªa entre lo posible y lo necesario como camino hacia el di¨¢logo y de convivencia.
Se trata, pues, de dise?ar una estrategia que permita cambiar las circunstancias que provocan la situaci¨®n de hostilidad y enfrentamiento que vive la regi¨®n, porque las palabras solas no bastan, como tampoco basta la firma de acuerdos de paz internacionales, como la historia tantas veces nos ha demostrado y la propia invasi¨®n de Kuwait nos recuerda. Para ello es necesario buscar la fusi¨®n de los intereses de los distintos pueblos de la zona, ir convirtiendo el propio inter¨¦s en inter¨¦s de todos, a fin de que por encima de las divergencias existentes se establezcan formas de entendimiento que hagan aparecer como posible y deseable la cooperaci¨®n pac¨ªfica entre los Estados.
Las palabras de Jean Monet cuando dec¨ªa que los hombres s¨®lo aceptan el cambio ante la necesidad y s¨®lo ven la necesidad ante la crisis adquieren hoy un especial valor ejemplificador. La tarea es sin duda dif¨ªcil, pero como dec¨ªa tambi¨¦n Monet y como nos ense?a la Comunidad con su sola existencia, las respuestas se encuentran progresando; lo esencial es definir el objetivo y despu¨¦s adoptar las decisiones acordes con la realidad del momento y encaminadas a alcanzar dicho objetivo. No olvidemos que la paz mundial s¨®lo puede salvaguardarse mediante esfuerzos creadores proporcionados a los peligros que la amenazan, como dice el texto del tratado por el que se constitu¨ªa la Comunidad Europea del Carb¨®n y del Acero, hace ahora 40 a?os.
La uni¨®n de los pueblos a trav¨¦s de la fusi¨®n de sus intereses: ¨¦ste es el gran reto y la gran oportunidad para Oriente Pr¨®ximo en esta hora de la historia que puede ser la hora de las esperanzas cumplidas.
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