"No corras, pap¨¢"
A?O TRAS a?o, desde todos los medios de comunicaci¨®n, se reitera el anhelo de algo que parece dif¨ªcil de alcanzar: el sentido com¨²n en la carretera. Los an¨¢lisis preventivos ante as operaciones salida y retorno remiten indefectiblemente a los elementos que intervienen en el problema: deficiencias en la red viaria; aumento desproporcionado del n¨²mero de veh¨ªculos en relaci¨®n a la capacidad de asimilaci¨®n de dicha red; imprudencias temerarias, y el papel de las leyes y de quienes deben aplicarlas para alcanzar cifras de siniestrabilidad decrecientes.Alegar, una vez m¨¢s, que la carretera y el autom¨®vil son un bien com¨²n si su uso es civilizado es tan obvio como reconocer que el veh¨ªculo motorizado forma parte ya consustancial de la cultura del siglo XX. Rechazarlo es negar una evidencia. Reivindicar los medios de transporte alternativos es est¨¦ticamente aceptable -tambi¨¦n, discutible- y materialmente in¨²til. Cabe, pues, pedir m¨¢s y mejores carreteras; actitudes m¨¢s serviciales por parte de quienes ejecutan las leyes -sin esperar, necesariamente, a que se produzca el accidente para tratar de paliar sus dram¨¢ticos resultados-; moderaci¨®n en quienes son responsables de su propia seguridad y la ajena. Pero todo ello no evitar¨¢ la repetici¨®n de las cifras de v¨ªctimas mortales -5.935 en 1990- ni los 500.000 millones de pesetas en indemnizaciones por da?os corporales pagados en igual periodo, si no se asume la idea de que veh¨ªculos, carreteras, leyes y conductores pueden servir para que pap¨¢ y mam¨¢ no s¨®lo no corran, sino que lleguen a su destino con la ayuda de un veh¨ªculo de tracci¨®n mec¨¢nica objetivamente ¨²til.
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