Aylwin, en Espa?a
LA VISITA que el presidente de Chile, Patricio Aylwin, est¨¢ realizando a Espa?a tiene diversos significados, desde el estrechamiento de las relaciones entre los dos Estados, en el marco del tratado firmado durante la visita de los Reyes a Chile en octubre del a?o pasado, hasta el fomento de unas relaciones econ¨®micas que, si alcanzan ya una importancia sustancial, deber¨ªan desarrollarse a¨²n con mayor amplitud con el intercambio de inversiones y un comercio m¨¢s activo y mejor equilibrado.Pero esta visita significa, adem¨¢s, la consolidaci¨®n de los sentimientos de fraternidad que unen a los dos pueblos, el chileno y el espa?ol. En la historia de los dos pa¨ªses nos ha tocado vivir -si bien en ¨¦pocas distintas- la tragedia de la p¨¦rdida de la libertad. Por eso mismo, todo lo que el pueblo chileno ha sufrido durante los a?os de dictadura pinochetista ha sido seguido por los dem¨®cratas espa?oles con una sensibilidad particular. La reconquista de la democracia, que el presidente Aylwin personifica de la manera m¨¢s aut¨¦ntica, fue acogida con una explosi¨®n de alegr¨ªa por la mayor¨ªa de los espa?oles.
Hoy Chile vive una transici¨®n hacia la consolidaci¨®n plena de su r¨¦gimen democr¨¢tico en la que no faltan rasgos que se asemejan a la que hemos vivido en Espa?a: la reconciliaci¨®n, el respeto a la diversidad de ideas, el pluralismo, fueron decisivos en el caso espa?ol, y ocupan asimismo un lugar prioritario en el pa¨ªs latinoamericano. Sin embargo -y al margen de la excepcionalidad de la funci¨®n de la Corona espa?ola-, existen en la rep¨²blica andina dos hechos espec¨ªficos que acrecientan de manera considerable las dificultades de la transici¨®n. Por un lado, la represi¨®n dictatorial en sus formas m¨¢s salvajes est¨¢ mucho m¨¢s pr¨®xima en el tiempo que en el caso espa?ol. Por otro, el marco constitucional en el cual ha triunfado la democracia explicita que durante ocho a?os el jefe del Ej¨¦rcito -el general Pinochet- ser¨¢ inmutable. Se da as¨ª en Chile un caso sin precedentes en la historia: el dictador est¨¢ vivo y sigue siendo jefe del Ej¨¦rcito de un Estado democr¨¢tico cuya existencia y cuya pol¨ªtica representan su derrota.
Esta situaci¨®n, absolutamente contradictoria, se ha puesto al rojo vivo en fecha reciente con motivo de la presentaci¨®n por el presidente Aylwin del Informe Retting sobre las violaciones de los derechos humanos durante el Gobierno fascista. Es un informe cuidadosamente documentado y escalofriante: demuestra que la represi¨®n ha sido sistem¨¢tica, que alcanz¨® una amplitud mayor de lo que se pensaba y con m¨¦todos de una crueldad inhumana. Mientras la sociedad chilena se ha sentido conmovida, la Armada y el Ej¨¦rcito, con Pinochet, han reaccionado con rabia y pretendiendo justificar sus cr¨ªmenes. Es l¨®gico que esta coyuntura -que a¨²n puede durar varios a?os- produzca inquietud entre los ciudadanos, temerosos de que se pongan a sonar de nuevo los ruidos de sables como una amenaza para el futuro democr¨¢tico del pa¨ªs.
Despu¨¦s de todo -y la experiencia espa?ola es clar¨ªsima a este respecto-, el sometimiento del poder militar al poder civil emanado del sufragio universal es una condici¨®n b¨¢sica -quiz¨¢ la primera en la etapa de transici¨®n- para que la democracia pueda asentarse. ?Est¨¢ ya garantizado ese sometimiento en las actuales condiciones? El presidente Aylwin ha dado una respuesta tajante y positiva a esa pregunta. Sus palabras son, sin duda, reconfortantes. No obstante, la conducta misma del general Pinochet indica que existe al menos un sector de las Fuerzas Armadas chilenas que se permite poner condiciones al poder civil, al menos de palabra. Es un peligro en potencia que no se puede desconocer.
En el proceso vivido en Espa?a fue muy significativa la decantaci¨®n que se produjo entre militares que aceptaron la legalidad democr¨¢tica y otros que tend¨ªan a ignorarla. El 23 de febrero de 1981 ilustr¨® claramente ese fen¨®meno. Nuestra democracia pudo sentirse realmente segura cuando se impuso el primer sector, aquel que aceptaba lo democr¨¢ticamente establecido por encima de nostalgias irrepetibles.
Por otra parte, cabe esperar que el presidente Aylwin obtenga ¨¦xito en su gira europea -y no s¨®lo en Madrid- en su deseo de desarrollar las relaciones de Chile con nuestro continente. El pa¨ªs que representa, especialmente en el plano econ¨®mico, goza de mejores condiciones que las de otros de Latinoam¨¦rica, frenados en su avance democr¨¢tico por la crisis del sistema productivo y financiero. En todo caso, el Gobiemo de Gonz¨¢lez tendr¨¢ el apoyo de la sociedad espa?ola en todos los esfuerzos que haga por dar mayor importancia a nuestra cooperaci¨®n con Chile. Es una causa que despierta una profunda simpat¨ªa popular.
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