Valiente Pedro Castillo
Maza / Cort¨¦s, Campuzano, CastilloToros del conde de la Maza (6? sobrero, en sustituci¨®n de uno cojo), bien presentados y bonitos de estampa, Justos de fuerza, descastados excepto 5? bravo y noble, y 6? flojo y encastado. Manolo Cort¨¦s: media (silencio): pinchazo bajo y otro hondo bajo (silencio). Tom¨¢s Campuzano: media estocada ca¨ªda (silencio); bajonazo (ovaci¨®n y salida tercio, y tambi¨¦n protestas cuando intenta dar vuelta al ruedo). Pedro Castillo: pinchazo y estocada saliendo trompicado (petici¨®n y vuelta), basionazo (oreja con petici¨®n minoritaria).
Plaza de la Maestranza, 9 de abril. Tercera corrida de feria.
Dos tercios de entrada.
JOAQU?N VIDAL
Un toro pegando tarascadas, un torero valiente aguant¨¢ndolas todas y observando, imp¨¢vido, c¨®mo los pitones le tilaban hachazos alrededor de su persona. As¨ª fue la faena de Pedro Castillo al tercero de la tarde. El coraje y la serenidad de Pedro Castillo, el peligro cierto del toro, la impresi¨®n generalizada de que aquella aventura no tendr¨ªa m¨¢s remedio que acabar en la enfermer¨ªa, pon¨ªa los pelos de punta. Pero no acab¨® en la enfermer¨ªa la aventura, ni much¨ªsimo menos. Antes al contrario, el torero valiente acobard¨® al toro violento y le?ador, que, al final, ni a embestir se atrev¨ªa, siquiera.No es la primera vez, y la historia del toreo est¨¢ llena de lances de este tipo. Cuando hay un toro fiero y un torero valiente le aguanta imp¨¢vido las acometidas, allegando la adecuada t¨¦cnica lidiadora (y con su miajita de suerte, que nunca est¨¢ de m¨¢s), pueden ocurrir estas dos cosas: si el toro tiene casta buena, que tome la muleta con templada codicia; si la tiene mala, que se arrepienta de haber nacido.
Pedro Castillo se empe?¨® en dar naturales, se empe?¨® en ligarlos tambi¨¦n, se empe?¨® en plantar las zapatillas en la arena y no moverlas por nada de este mundo, y en cuanto el toro observ¨® todo eso, le dio una sofoquina. El toro mugi¨® por lo bajini: "Si sigo toc¨¢ndole los costados, este algecire?o es capaz de caparme". Y se qued¨® all¨ª petrificado, receloso no s¨®lo del algecire?o -que le atosigaba, retador, pegadito a los pitones traicioneros-, sino de la muleta tambi¨¦n, y hasta reculaba, no le fuera a pasar algo.
La tarde -mala tarde, interminable tarde, pl¨²mbea tarde- fue para Pedro Castillo, por lo dicho antes y por lo que se acaba de decir; y porque puso banderillas (generalmente a cabeza pasada), y porque lig¨® muy guapamente dos tandas de redondos al sexto, y porque peg¨® un bajonazo, y porque el presidente estaba de convite y tuvo lavoluntad de regalarle una oreja. La afici¨®n pura de la Maestranza se echaba las manos a la cabeza: "?Orejas por bajonazos! ?A donde vamos a llegar!". El precedente ven¨ªa del toro anterior, sin ir m¨¢s lejos, al que Tom¨¢s Campuzano mat¨® asimismo de bajonazo, y de poco le regalan tambi¨¦n una oreja. ?Orejas por bajonazos, y en la Maestranza! 0 sea, la desconcatenaci¨®n de los exorcismos.
La Maestranza reclama arte, por la gracia del propio marco -que no admite g¨¦nero industrial- y por la grandeza de su propia historia, y est¨¢ bien. Sin embargo, con el cartel anunciado y el ganado que sali¨®, semejante pretensi¨®n alcanzaba la categor¨ªa de quimera. De los tres espadas, arte (lo que se dice arte) ¨²nicamente lo atesora el veterano Manolo Cort¨¦s, y bien se pudo apreciar que no estaba para semejantes fantas¨ªas. A un toro noble, el que abri¨® plaza, le hizo faena compuesta de muchas triqui?uelas y vulgaridades, citando de costadillo o con la suerte descargada, venga aliviarse con el pico, los remates por arriba, si no los conclu¨ªa en enganch¨®n. Luego, a un lucero salpicao de bella estampa e incierta embestida, se limit¨® a trastearlo por la cara.
Quedaban para la manifestaci¨®n art¨ªstica -hasta donde buenamente pudiera ser-, aparte el valiente Pedro Castillo, el pundonoroso Tom¨¢s Campuzano, que estuvo tal cual se le adjetiva en el segundo toro de la tarde -descastado animal-, y en cambio naufrag¨® lamentablemente en el quinto, el m¨¢s noble de la corrida. No le faltaron ni pundonor ni entusiasmo, pero el toreo bueno, el t¨¦cnicamente ajustado a c¨¢nones, no le sal¨ªa, pese a los numerosos derechazos y naturales que peg¨®. Y Clespu¨¦s acaeci¨® lo de Pedro Castillo, ligando las tandas de redondos en el centro del redondel., aguantando valerosamente la embestida del toro, encastado y alegre. Despu¨¦s la faena devino ramplona, peg¨® el bajonazo, le dieron la oreja.
Dec¨ªan antiguamente de la Giralda que se pon¨ªa de puntillas para ver torear a Pepe Luis, y esa era una verdad como un templo. En cambio, en la corrida de ayer, la Girald a se tapaba los ojos. Un servidor lo vio. Suced¨ªa lo que sucedi¨® en la Maestranza, e iba. la Giralda, se pon¨ªa la mano as¨ª...
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