Debate aplazado
LOS SOCIALISTAS han decidido retrasar otra vez el debate sobre la nueva Ley del Servicio Militar. Primero fue por la inminencia de la remodelaci¨®n del Gobierno; luego -razonablemente-, para evitar su coincidencia con la guerra del Golfo, y ahora, porque se teme que la coyuntura electoral favorezca desenfoques demag¨®gicos de una cuesti¨®n que requiere del m¨¢ximo consenso posible. Ser¨ªa lamentable que tal cosa ocurriera, pero el sistema democr¨¢tico no es algo que se pueda tomar a trozos, seg¨²n convenga o no. Es a los ciudadanos a quienes corresponde juzgar si determinadas propuestas son en exceso electoralistas o demag¨®gicas. Pretender evitar esos males colocando la venda antes de la herida es contradictorio con los criterios de libre competencia electoral.De hecho, la iniciativa de elaborar un documento de trabajo sobre la reforma de la mili fue consecuencia del debate p¨²blico que se inici¨® en v¨ªsperas de las elecciones de 1989, a ra¨ªz de las propuestas sobre el servicio militar planteadas por el CDS. De aquel primer debate se obtuvo la conclusi¨®n, compartida por todas las fuerzas pol¨ªticas, de que el actual modelo de servicio militar hab¨ªa dejado de ser v¨¢lido. A partir de ah¨ª, cada cual plantea sus propias f¨®rmulas. La opci¨®n hoy defendida por el PSOE (y apoyada con matices por el Partido Popular) est¨¢ basada en el perfeccionamiento del actual esquema -mantenimiento de la mili obligatoria y aumento del porcentaje de voluntarios especiales- a trav¨¦s de tres ejes fundamentales: la reducci¨®n del servicio militar de 12 a nueve meses, la reforma del propio servicio -que impedir¨¢ la realizaci¨®n por los quintos de tareas diferentes a las relacionadas estrictamente con la defensa- y, como novedad menos conocida, la posibilidad de que los j¨®venes puedan elegir, dentro de un limitado abanico, el momento de su incorporaci¨®n a filas, el ej¨¦rcito al que servir, el lugar e incluso la actividad a desarrollar.
Pero el debate planteado actualmente en la sociedad va m¨¢s lejos y se circunscribe gen¨¦ricamente al dilema mili obligatoria o ej¨¦rcito profesional. El conflicto del Golfo ha aportado argumentos complementarios a quienes, en Espa?a y en otros muchos pa¨ªses, ven¨ªan sosteniendo que el modelo de ej¨¦rcito de conscripci¨®n hab¨ªa. quedado superado. La participaci¨®n en la crisis de buques de la Armada -pese a que este ej¨¦rcito mantiene un elevad¨ªsimo porcentaje de profesionales- levant¨® una agria pol¨¦mica nacional que puso de manifiesto que el rechazo a la mil? obligatoria se incrementa notablemente cuando existe la posibilidad de que soldados de reemplazo puedan ser enviados a un hipot¨¦tico frente. Al respecto, cabe recordar el fuerte aumento de objetores de conciencia registrado en nuestro pa¨ªs a ra¨ªz del conflicto. Entonces es posible que el debate no deba ya plantearse desde la perspectiva de cu¨¢l es el modelo ¨®ptimo de defensa para Espa?a como desde esta otra: qu¨¦ modelo viable de defensa est¨¢ dispuesta a aceptar la sociedad espa?ola. Pero adem¨¢s ese mismo conflicto ha demostrado que, si bien se han alejado las hipot¨¦ticas amenazas directas contra el territorio espa?ol -y, por tanto, una posible intervenci¨®n militar de ciudadanos espa?oles frente a ellas-, cada vez aparecen m¨¢s pr¨®ximas las posibilidades de que las Fuerzas Armadas espa?olas se vean obligadas a participar en conflictos alejados.
Y esa, eventual participaci¨®n requerir¨ªa ej¨¦rcitos con un alto nivel de especializaci¨®n t¨¦cnica; es decir, de profesionalizaci¨®n. Es posible que el resultado fuera, como ha adelantado el presidente del Gobierno, reaccionario: un ej¨¦rcito integrado exclusivamente por los sectores sociales m¨¢s desfavorecidos. Y si bien ello podr¨ªa aplicarse tambi¨¦n a la polic¨ªa o a la Guardia Civil, se trata de un argumento respetable. Digno, en. todo caso, de ser discutido. Hag¨¢moslo de acuerdo con las normas del sistema democr¨¢tico y en la mejor coyuntura posible. Pero hag¨¢moslo.
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