El parto de los montes
Jandilla / Manzanares, Ojeda, Cepeda
Toros de Jandilla, desiguales de presencia, algunos muy terciados, flojos, encastados y nobles. Jos¨¦ Mari Manzanares: pinchazo y estocada ladeada perdiendo la muleta (silencio); pinchazo hondo (algunos pitos). Paco Ojeda: pinchazo trasero bajo -aviso con retraso-, pinchazo trasero y 15 descabellos (aplausos); metisaca escandalosamente bajo tirando la muleta, tres pinchazos bajos -aviso con un minuto de retraso- y descabello (algunas palmas). Fernando Cepeda: pinchazo perdiendo la muleta y media (petici¨®n y dos vueltas al ruedo); bajonazo descarado (palmas). Plaza de la Maestranza, 16 de abril. 10? corrida de feria. Lleno.JOAQU?N VIDAL
El toreo de Paco Ojeda es el parto de los montes. Lo prepara tom¨¢ndose su tiempo, coloca y recoloca los pies en la arena, tantea atr¨¢s y adelante d¨®nde ir¨¢ la muleta, la mano que no torea en plan discurso. Anuncia all¨¢ voy (y el toro muge aqu¨ª te espero), mas no va; a¨²n ha de medir distancias, obviamente a ojo de buen cubero. Un agrimensor en la cuadrilla le ir¨ªa bien para estos menesteres. Mientras, caen los rumores de la Maestranza hasta hacerse en la amplitud del coso un silencio tenso, un silencio absoluto, un silencio infinito. S¨®lo se oye alguna tosecilla nerviosa, alguna carraspera, alg¨²n suspiro. Y, al fin, cuando todo est¨¢ a punto, el matador hace un esfuerzo, y va, y pare un pase.
El pase es -qu¨¦ quiere usted que le diga-, pues un pase; un pase de tantos; un pase parecido a los de cualquier torero, cualquier tarde. Un pase aliviado mediante el picazo horroso, la suerte exageradamente descargada. Sobre este montante construy¨® ayer Paco Ojeda sus dos faenas. En algunos momentos se las aclamaron, es cierto, pues ayer el p¨²blico era de mucho aclamar, pero pocos momentos de esos hubo.
Con tantos preparativos, tantos picos, tantas descargazones (con perd¨®n), y tambi¨¦n tantas destemplanzas, tantos errores en las elecciones de terrenos y distancias, ambos toros, que eran encastados y nobles, se le fueron sin torear.
Todos los toros -encastados y nobles- se les fueron a los toreros sin torear, salvo uno, y tampoco en ¨¦ste fue para echar las campanas al vuelo. Aunque el p¨²blico de la Maestranza las ech¨® y seguramente no se hubiera puesto tan encendido y clamoroso si resucita Juan Belmonte y vuelve a revolucionar all¨ª mismo el toreo. Fernando Cepeda inici¨® esa faena con una emocionante pedresina, que lig¨® con derechazos y el de pecho, y ah¨ª empez¨® todo. Luego sigui¨® Fernando Cepeda con los derechazos y cuando llevaba siete minutos de faena segu¨ªa con los derechazos a¨²n. La mayor¨ªa de ellos fueron buenos, e intercal¨® trincherillas hermos¨ªsimas, pero uno recuerda -y ning¨²n aficionado olvida- que las grandes faenas, si el toro lo admit¨ªa, eran con la izquierda. No por caprichoso dogmatismo ni por militancia pol¨ªtica, sino porque as¨ª es el genu¨ªno toreo al natural. S¨®lo al final de la faena, y quiz¨¢ para cubrir el expediente, Fernando Cepeda se ech¨® la muleta a la izquierda y no templ¨® ni lig¨® la ¨²nica tanda de naturales que el cuerpo le pidi¨® dar.
Al quinto toro Fernando Cepeda le instrument¨® un maravilloso quite por ver¨®nicas, un aut¨¦ntico dibujo propio de artista genial. Sali¨® a continuaci¨®n Ojeda a enmendarle la plana y lo que hizo fue pegar dos telonazos ech¨¢ndose encima el toro. Qu¨¦ azarosa situaci¨®n, la de Ojecla, cuando se volv¨ªa a la barrera con la cabeza gacha... Al sexto ya no lo tore¨® bien Cepeda ni con la izquierda ni con la derecha. Sencillamente, se le fue sin torear el toro, a pesar de que exhibi¨® pronta y pastue?a embestida.
El penoso desaprovechamiento de los toros deb¨ªa de ser contagioso, y Manzanares tampoco tore¨® a los suyos. Ya se conoce su estilo: daba un pase, rectificaba terrenos; otro, y lo mismo. Un vez perdi¨® el capote y sali¨® corriendo ruedo a trav¨¦s. Son cosas que pasan y no sena ese el ¨²nico caso en la tarde. Paco Ojeda, por ejemplo, trapaceaba de recibo a sus toros, perd¨ªa el capote, apretaba a correr y brincaba precipitadamente al callej¨®n. Luego comparec¨ªa de nuevo en el ruedo con gran majestad, como si no hubiera pasado nada. Y empezaba el parto de los montes... Algunas de las grandes figuras del toreo contempor¨¢neo, ese asunto de torear puede que no acabe de entrarles en la cabeza, pero moral, tienen m¨¢s que el Alcoyano.
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