El aborto, ?un crimen?
Acaba de salir a la luz un documento del Comit¨¦ para la Defensa de la Vida, que depende de la Conferencia Episcopal Espa?ola. No es un documento oficial de todo el episcopado espa?ol, sino unas orientaciones de este Comit¨¦ que tiene s¨®lo el respaldo indirecto de la Conferencia Episcopal Espa?ola.En este documento se tratan 100 cuestiones sobre el aborto, en las que se mezclan -y esto es lo peligroso- lo moral con lo cient¨ªfico, dando como doctrina definitiva lo que en muchos casos es s¨®lo opini¨®n discutible. Unas veces porque en cuestiones ¨¦ticas no todos los moralistas cat¨®licos estar¨ªan de acuerdo en todos los puntos del documento, y en lo cient¨ªfico, porque, con mayor raz¨®n todav¨ªa, las opiniones del mundo de la ciencia no son uniformes ni mucho menos. Esto puede desorientar m¨¢s que orientar, ya que la gente no sabe que, en ¨²ltimo extremo, un documento as¨ª ni puede obligar en sentido estricto a todos los cat¨®licos, y aunque as¨ª fuera, s¨®lo puede dirigirse a ellos y no a todo el pueblo espa?ol, que, en su mayor¨ªa, no est¨¢ de acuerdo con la autoridad de nuestra Iglesia, ya que en recientes estad¨ªsticas se descubre que el 40% de los adultos y el 70% de los j¨®venes no tienen confianza en, ella, puesto que el poder de influencia social que ten¨ªa en tiempo de Franco se ha debilitado raudemente a causa de sus discutibles posturas.
Lo primero a tener en cuenta es el grado de autoridad que tiene el documento, que es muy poca por el modo como est¨¢ compuesto este comit¨¦, ala medida de la opini¨®n m¨¢s conservadora de los obispos del mundo. Siempre recuerdo la intervenci¨®n del cardenal de Toulouse, monse?or Guyot, en 1975, cuando estaba en el candelero la ley del aborto en Francia; este importante prelado del vecino pa¨ªs afirm¨® dos cosas que todos deb¨ªamos recordar en Espa?a: "Que el papel de los obispos no es sustituirse a la responsabilidad de los legisladores"; no deben caer en ese paternalismo al que nosotros no somos ajenos: ¨¦sa no es la mejor postura a adoptar por un episcopado, trat¨¢ndonos como si fu¨¦ramos menores de edad civil o penal, y, en segundo lugar, record¨® a los franceses este cardenal que "no es s¨®lo por v¨ªa espiritual, aunque fuese la m¨¢s escuchada -cosa que no es lo que pasa hoy en nuestra Espa?a- como se pueden imponer a un mundo descristianizado las normas de la moral cristiana, ni siquiera de la moral en s¨ª misma".
Por otro lado, acudir a unos pretendidos principios de la ley natural como si fuesen unos principios inm¨®viles y, absolutos va en contra de la misma historia de la Iglesia, con sus cambiantes posturas en moral seg¨²n las ¨¦pocas y culturas. El famoso y prudente moralista padre Haering recuerda muy bien la falacia que hay en acudir demasiado rigurosamente a la ley natural como si fuera un bloque inamovible. Pero hay m¨¢s todav¨ªa: nuestros te¨®logos- juristas del siglo XVI expusieron admirablemente un criterio legislativo que ser¨ªa de plena aplicaci¨®n hoy. El jesuita Luis Molina recuerda en sus Seis libros de la justicia y el derecho que "permiten a veces las leyes, por alguna causa razonable, algunas cosas que, aun siendo contra el derecho natural, sin embargo, aqu¨¦llas ni las proh¨ªben ni las castigan ni las dejan de castigar, ni aun impedir, por las potestades p¨²blicas". Este jesuita hab¨ªa aprendido esto en el gran mentor cat¨®lico que era santo Tom¨¢s de Aquino, el cual recordaba en 1974 el cardenal franc¨¦s Renard que hab¨ªa ense?ado: "I_a ley humana no puede prohibir todo lo que la ley natural proh¨ªbe".
?Por qu¨¦ no se nos explican todas estas cosas a los cat¨®licos y, en general, a los espa?oles? ?Es que no tenemos derecho a saber toda la verdad y no s¨®lo la que conviene a una particular postura cat¨®lica?
No hay por qu¨¦ acudir a argumentos que ocultan la mitad de la verdad para intentar influir sobre nuestra decisi¨®n de ciudadanos libres y responsables.
Otros, tan cristianos como nosotros, adoptan posturas m¨¢s tolerantes que la de esta comisi¨®n cat¨®lica, que ahora publica este documento, que parece m¨¢s solemne y definitivo de lo que realmente es. Por ejemplo, la Federaci¨®n Protestante de Francia en 1973 se pronunci¨® a favor de la interrupci¨®n del embarazo en casos l¨ªmites como ¨¦stos: un embarazo que amenazase gravemente la saludf¨ªsica o mental de la madre o del ni?o a nacer; el embarazo resultante de la violaci¨®n o el incesto, y las deficliencias sociales, econ¨®micas o ps¨ªquicas que ponen a la madre en apuro muy grave.
Respecto a las consideraciones de la ciencia no hay unanimidad en decidir cu¨¢ndo se produce la hominizaci¨®n. El gran te¨®logo K. Ral-iner sosten¨ªa que 11 entre el ¨®vulo fecundado y el organismo animado por el esp¨ªritu existen varios grados biol¨®gicos que todav¨ªa no son hombres". El fil¨®sofo cat¨®lico padre Doncel opina que la animaci¨®n retardada del feto, y no la inmediata, es m¨¢s coherente con la ciencia actual. Y ¨¦l mismo, con el te¨®logo Auer, afirma que "la tradici¨®n cat¨®lica nunca ha defendido de modo general la idea de que la vida humana empiece con la fecundaci¨®n", porque incluso el famoso, y de gran autoridad cat¨®lica. Catecismo del Concilio de Trento sosten¨ªa con esta tradici¨®n la animaci¨®n retardada, y no en el momento de la fecundaci¨®n. Unos ponen hoy la hominizaci¨®n en la anidaci¨®n, o "a la aparici¨®n de la cresta neural", o en un momento dificil de determinar con precisi¨®n, pero mucho despu¨¦s de la anidaci¨®n inclusive.
La ciencia tiene mucho que decir, pero no s¨®lo los cient¨ªficos que coinciden con la opini¨®n recogida en este documento, como si fuera ¨²nica. Cuidemos de no emplear tan superficialmente la palabra crimen al hablar del aborto, porque en la legislaci¨®n comparada la palabra aborto es considerada de modo muy distinto que el homicidio. Y seg¨²n el padre Haering, dadas las teor¨ªas antiguas de la Iglesia, antes del periodo que se consideraba que ocurr¨ªa la animaci¨®n del feto no se incurrir¨ªa hoy tampoco en sanci¨®n eclesi¨¢stica de excomuni¨®n. Habr¨ªa incluso que preguntarse por qu¨¦ la Iglesia excomulga a un abortista y no lo hace a un asesino, cuyo delito social, moral y humanamente ser¨ªa mucho m¨¢s grave.
Y, por supuesto, como se dice en el documento actual, si una persona no considerase como pecado el aborto, aunque estuviera equivocada, no incurrir¨ªa en excomuni¨®n. Con lo cual se pregunta uno qui¨¦n va a incurrir en ella en un mundo en donde los fieles somos ya mayores de edad moral y nos guiamos por nuestra conciencia y no s¨®lo por lo que nos dicen los de arriba. Hay que tener en cuenta lo que nos ense?an muchos moralistas cat¨®licos: que los documentos eclesi¨¢sticos acerca de la moral natural nunca obligan a seguirlos ciegamente sin atender a las razones que alegan y que, de no convencer a la propia raz¨®n, no puede exigir la Iglesia su cumplimiento, como se apresuraron a aclarar muchos episcopados cat¨®licos cuando parecieron cerrarse las puertas de la regulaci¨®n de la natalidad a algunos procedimientos t¨¦cnicos que el Papa no vio bien.
El hecho de que haya adem¨¢s una ley del aborto razonable en el mundo en general piensan personas sensatas que disminuye los abortos clandestinos, con toda su secuela de inconvenientes, sobre todo para las mujeres de nivel econ¨®mico bajo.
El problema del aborto es m¨¢s un problema filos¨®fico y pol¨ªtico que biol¨®gico, como se?ala el premio Nobel Frani;ois Jacob, y no queramos envolver en razones cient¨ªficas '_o que procede de una ideolog:'a m¨¢s que de la biolog¨ªa.Enrique Miret Magdalena es te¨®logo.
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