Una muestra de toreo y lo otro
JOAQU?N VIDAL
Domecq / Romero, Ortega, EspartacoToros de Juan Pedro Domecq, terciados, flojos (algunos, inv¨¢lidos), pastue?os; 6? sobrero en sustituci¨®n de un inv¨¢lido, grande y sospechoso de pitones. Curro Romero: media descaradamente baja (ovaci¨®n y salida al tercio); media escandalosamentebaja y cinco descabellos (pitos). Ortega Cano: bajonazo descarado y dos descabellos (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo, estocada atravesada que asoma y descabello (petici¨®n y dos vueltas). Espartaco: estocadal adeada (oreja); pinchazo, estocada atravesada que asoma y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Plaza de la Maestranza, 18 de abril. 12? corrida de feria. Lleno.
Curro Romero despleg¨® en S¨®lo tres minutos -tres minutos de reloj- un muestrario acabado de pr¨¢cticamente todo el, toreo esencial que contienen las tauromaquias. Luego, Ortega Cano desarroll¨® una parte, y Espartaco, lo otro.La faena de Curro Romero a su primer toro fue a la antigua. Las faenas, a la antigua, si eran buenas, no duraban m¨¢s. S¨®lo duraban m¨¢s las malas. Los partidarios del toreo modernista sostienen que ¨¦ste se encuentra en auge porque los toreros dan una cantidad de pases incomparablemente mayor. Lo que no dicen es que siempre est¨¢n dando el mismo pase, dos a lo sumo, con reiterativa insistencia.
Nada hay en los libros sobre gustos, y ni siquiera lo que hay sobre arte es dogma, pero el desarrollo de la fiesta a lo largo de dos centurias ha producido una tauromaquia muy s¨®lida, la cual contiene un rico tesoro de suertes que el toreo modernista pretende suplantar con la insistente repetici¨®n del pase de siempre o a lo sumo dos. Entre esas suertes, varias son sustanciales, todas de muy bella ejecuci¨®n, y Curro Romero, en tres minutos de arom¨¢tica torer¨ªa, ofreci¨® su muestra acabada: con el capote, las ver¨®nicas fin¨ªsimas; con la muleta, los ayudados por bajo, que los viejos aficionados llamaban doblones; los redondos cargando la suerte; la trincherilla suave y honda; el natural, el cambio de mano, el toreo por bajo a dos manos, los ayudados en interpretaciones distintas, inclu¨ªda la versi¨®n rodilla en tierra. En s¨®lo esos tres minutos, Curro Romero reuni¨® mayor variedad de toreo -una preciosidad de toreo, adem¨¢s- que cuanto se haya visto a lo largo de toda la feria.
Curro breg¨® bien al cuarto toro -siempre el capote adelante, de frente y abajo- y con la muleta le quit¨® las moscas para liquidarlo de un cruel sartenazo. Es decir, que aqu¨ª no hubo repertorio, ni siquiera del malo. Pero la lecci¨®n de tauromaquia ya estaba dicha.
Vendr¨ªa despu¨¦s Ortega Cano, y desarrollar¨ªa uno de sus cap¨ªtulos. No en el. toro segundo, al que peg¨® numerosos pases con la suerte descargada y sin ligar. S¨ª en el quinto. Ortega Cano plante¨® su faena al quinto toro en el terreno adecuado, le dio la distancia debida, present¨® planita y adelantada la muleta, imprimi¨® el ritmo que la pastue?a embestida demandaba, embarc¨® con templanza, lig¨® las suertes. El p¨²blico se enardeci¨® con este toreo hondo, pulcramente dibujado, muy de veras sentido. Al llegar la suerte suprema, sin embargo, Ortega Cano ech¨® un borr¨®n -atraves¨® al toro-, como lo hab¨ªa echado Curro en el ep¨ªlogo de su lecci¨®n magistral, mech¨¢ndolo de un espadazo alevoso. Ya se sabe: no hay alegr¨ªa completa.
Junto a estas excelentes muestras de las reglas del arte, el toreo que hizo Espartaco, chirriaba. Espartaco, a su primer toro, m¨¢s que torearlo, le daba sesiones de gimnasia. Con aquel torillo encastado y noble, no hac¨ªa falta correr, acalorarse, sudar, convertir la faena en un destajo ni los pases en una ajetreada crispaci¨®n. Parec¨ªa que Espartaco hab¨ªa salido a pelearse con el toro, y el toro era un bendito de Dios.
Quiz¨¢ el ejemplo de Ortega Cano le movi¨® a sosegarse y, efectivamente, al sexto le toreo sosegadamente. Lo que no le imped¨ªa aliviarse mediante exagerado pico, embarcar fueracacho, descargar la suerte. El p¨²blico tarribi¨¦n se enardec¨ªa con esto, y hacia bien, si le gustaba. Pero ni el repertorio ni el el canon de latauromaquia ten¨ªan nada que ver con aquella forma de torear, y tampoco iba a variar s¨®lo porque el p¨²blico lo dijera. Pues si en la fiesta, ejemplo permanente de democracia, los triunfos y los fracasos son por plebiscito, el arte, en cambio, no es a votos. El arte es como es: sin ir m¨¢s lejos, seg¨²n la muestira.
?Y el toro? El toro bien, gracias. El toro era una mona. El toro estaba concebido, criado, mantenido y elegido para aguantar un fugaz soplo de lidia, y que los famosos diestros ofrecieran amplias muestras del toreo puro y del otro. O que los enanitos toreros se les montaran encima. A elegir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.