Un director para una orquesta
Apoteosis de Bernard Haltink y la Staatkapelle, de Dresde, en su programa Schubert-Bruckner, para los abonados de Iberm¨²sica, en el Auditorio Nacional. ?Qu¨¦ orquesta! No creo que Anton Bruckner se entusiasmara menos que el p¨²blico de anteayer ante este inmenso ¨®rgano de cien cabezas cuyos interminables registros pulsa Haltink (Amsterdam, 1929) con exacta precisi¨®n y una fantas¨ªa nacida de lo m¨¢s ¨ªntimo.Quiz¨¢ Wagner no ha tenido una consecuencia m¨¢s admirable, fiel y sin servilismo, que la del sinfonista Bruckner, creador de bellezas sin trampa ni artificio, a trav¨¦s de firm¨ªsimas y por naturaleza amplias dimensiones. De otro maestro fue heredero directo Bruckner: Franz Schubert. Cuando escuchamos la m¨²sica de Bruckner pensamos que nunca pudo existir Freud, lo que no sucede, ni mucho menos, con el por tantas razones bruckneriano Gustav Mahler.
Staatkapelle, de Dresde
Director: B. Haitink. Obras de Schubert y Bruckner. Auditorio Nacional. Madrid, 23 de abril.
Antes, la Tercera sinfon¨ªa nos habla de un Schubert con voz personal, cantarina, provincial en la mejor significaci¨®n de la palabra.
Bernard Haltink puso en claro cuanto esconde Schubert y cuanto alienta Bruckner. El sonido lleno, pastoso, de la orquesta de Dresde, la espl¨¦ndida continuidad y ligaz¨®n de los planos din¨¢micos, la escucha atenta por las diversas familias instrumentales de lo que dicen las otras, el constante hacer sonido hermoso y convincente, todo, en suma, cuanto el m¨¢s exigente music¨®filo pueda desear le es dado por este gran director y esta no menos grande orquesta.
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