?Las piernas de sor Citro?n?
La fotograf¨ªa es desconcertante. En verdad, no hab¨ªamos sentido tanta turbaci¨®n desde los tiempos en que sor Citro¨¦n se hizo ye-y¨¦. Desde la primera fila de un auditorio emergen, tras un remolino de h¨¢bitos de monja, dos piernas de meridiana y rotunda feminidad que se proyectan hacia un estrado presidencial invisible, pero presentido. La invisibilidad siempre ha sido virtud divina, compatible con la ubicuidad y con la fuerza de intervenci¨®n de los dioses. No hay duda de que el conflicto que plantea esta imagen se resuelve por elevaci¨®n: lo que est¨¢ expuesto en lo alto, en la prolongaci¨®n de la l¨ªnea que dibuja la pierna cruzada de la chica, no es nada menos que la mism¨ªsima trinidad toledana: el cardenal primado, el presidente de Castilla-La Mancha y el presidente de la Real Fundaci¨®n de Toledo, a la saz¨®n Marcelo Gonz¨¢lez, Jos¨¦ Bono y Gregorio Mara?¨®n (el orden de la cita no es jer¨¢rquico: ?qui¨¦n osar¨ªa dirimir entre la cruz y la espada en una ciudad que rinde culto, a la vez, al impenio y a la primatura?).
Gravita sobre el auditor¨ªo un ambiente admonitorio, acaso premonitorio, que trasciende los l¨ªmites del encuadre fotogr¨¢fico. Se est¨¢ presentando un libro titulado Conventos toledanos, del que es autora Balbina Mart¨ªnez Covir¨®, pero ni t¨ªtulo del libro ni la elecci¨®n de un claustro recoleto logran imponer un aura monacal a la imagen. Esos brazos cruzados, esas miradas perdidas, alguna frente doblegada, nos remiten a una atm¨®sfera cargada y sugieren la electrificaci¨®n ambiental del momento que precede a la tormenta. En realidad, el arte de la fotograf¨ªa es el arte del presentimiento: el profesional debe estar en el lugar oportuno un segundo antes del suceso para que no se esfume la instant¨¢nea.
La tarde ya ol¨ªa a ozono. Y en efecto, pod¨ªa haber sucedido aqu¨ª, en el convento de Santo Domingo el Antiguo. Pero el cielo se abrir¨ªa m¨¢s tarde. La voz del cardenal resonar¨ªa como un trueno en toda la piel de toro: "la campa?a gubernamental para difundir ese pobre instrumental degradante, con el fin de evitar embarazos no deseados entre adolescentes espa?olas, es terriblemente desgraciada", sentenci¨® el primado. El anticonceptivo displicente calificado como "instrumental" por la autoridad eclesi¨¢stica no era en realidad una espada de forja toledana, ni siquiera una navaja de capador; monse?or se refer¨ªa al preservativo, ese delicado ingenio al que los gallegos, con ingenuidad dada¨ªsta, llaman sencillamente o chubasqueiro do pito.
Jos¨¦ Luis P¨¦rez, como los buenos pintores, capt¨® la atm¨®sfera de las dos Espa?as, tan pr¨®ximas que se confunden: la del chador y el minipantal¨®n; la Espa?a recia del Caballero de la mano en el pecho y la Espa?a desnuda de Picasso, la que ora y la que labora, la que se priva y la que goza, la que se cubre y la que se muestra con la naturalidad y la inocencia del buen salvaje. De todos los gestos que componen este retablo manchego nos quedamos con esas piernas que miran abiertamente al estrado. Ya se sabe que s¨®lo los seres libres miran de frente.
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