El vig¨ªa que no mira
Juan Jos¨¦ Laborda tiene ahora la pelota en su tejado como presidente del Senado. En los pr¨®ximos d¨ªas, tendr¨¢ que decidir si se anula o no la fraudulenta votaci¨®n registrada el pasado jueves en la C¨¢mara Alta.Laborda, nacido en Bilbao hace 43 a?os, preside el Senado por una carambola pol¨ªtica. En las pasadas elecciones generales de 1989, Leopoldo Torres, asignado por el PSOE para el puesto, no consigui¨® su esca?o por Madrid y desde Ferraz se decidi¨® que el cargo recayera en manos de un hombre fiel al aparato socialista.
Desde el inicio de su mandato se impuso la tarea de reformar el reglamento y hacer del Senado un foro auton¨®mico, objetivo que a¨²n no se ha concretado. Como el resto de los senadores, considera que la C¨¢mara Alta est¨¢ devaluada y que la Prensa apenas le presta atenci¨®n salvo cuando se produce alguna anormalidad. Este fue el caso, por ejemplo, de la piscina climatizada que se ha contruido para los senadores en el propio edificio del Senado. La pol¨¦mica sobre esta extra?a construcci¨®n coincidi¨® con los primeros meses del mandato de Laborda.
Desde la azotea de su estrado, Juan Jos¨¦ Laborda otea ahora los esca?os de los senadores en cada pleno. Sus colaboradores aseguran que desde el lugar, y pese a la altura del presidente -mide m¨¢s de 1,80 metros-, no se puede observar si los parlamentarlos votan por ellosy por sus ausentes vecinos. El mismo ya dijo el pasado jueves que, si nadie le reclama alguna irregularidad, la votaci¨®n resulta v¨¢lida a todos los efectos. El propio presidente, pese a esas supuestas dificultades visuales, es el m¨¢s adecuado para denunciar los fraudes en las votaciones, teniendo en cuenta, adem¨¢s, que incluso algunos senadores los califican de "pr¨¢ctica habitual". Laborda ha llegado a comentar que se encuentra tan atareado en su sill¨®n que en ocasiones incluso se olvida de votar.
Ahora, el propio Partido Popular -entre cuyas filas tambi¨¦n figuran senadores que votan por ¨¦l y por otros- le pide que ponga coto a semejantes triqui?uelas y vigile a los tramposos. Pero tal vigilancia no s¨®lo requiere una almena bien situada, como la suya, sino tambi¨¦n el esfuerzo y la voluntad de tener los ojos bien abiertos para cazar a quienes votan hasta con los pies.
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