Kurosawa y Von Trier componen dos visiones opuestas de una misma cat¨¢strofe hist¨®rica
Jap¨®n, a?o 1945: una bomba at¨®mica estadounidense destruye la ciudad de Nagasaki. Alemania, a?o 1945: la m¨¢quina militar estadounidense acaba con los ¨²ltimos restos de la maquinaria militar nazi. El anciano Kurosawa realiza en Rapsodia en agosto un delicado y sencillo poema l¨ªrico con la reconstrucci¨®n interior de aquella primera cat¨¢strofe. El joven dan¨¦s Lars von Trier realiza en Europa un violento y complicado poema tr¨¢gico con la reconstrucci¨®n interior de la segunda cat¨¢strofe. Ambas cat¨¢strofes son la misma: los dos lados geogr¨¢ficos e hist¨®ricos de un mismo desastre. Y ambos filmes son evocaciones imperfectas, pero fascinantes, del origen de este tiempo.
Kurosawa y Von Trier apenas tienen nada que ver entre s¨ª, pero uno y otro son cineastas superdotados, artistas puros poetas. Uno y otro son, por ello, hombres con memoria despierta, y en sus respectivas pel¨ªculas recuerdan que toda guerra la origina el olvido y es obra de desmemoriados. Para los dos, el fascismo del presente -que ya ha comenzado su tarea de exterminar individuos y pueblos- es, como era el del pasado, algo tan aparentemente inofensivo como la amnesia. Y finalmente, ambos, desde miradas muy distantes entre s¨ª, coinciden en un mismo temor: quienes no quieren recordar son los nuevos generadores de guerra.Bajo esta coincidencia moral, en Rapsodia en agosto y Europa hay dos concepciones del cine formalmente opuestas. Kurosawa, que tiene a sus espaldas una vida y una obra larga, rica, contradictoria y f¨¦rtil, lo que le ha convertido en una leyenda viviente, es hoy un hombre apaciguado y sereno, y esto se refleja en la pantalla. Su pel¨ªcula es casi por entero el di¨¢logo en voz baja de una anciana-campesina de hoy, que sobrevivi¨® al 17 de agosto de 1945 en Nagasaki, con sus cuatro nietos, que han ido al campo a pasar el verano con ella.
La pel¨ªcula casi no es otra cosa que esta peque?a anecdota. Pero dentro de este casi hay dos o tres escenas que llevan la marca del genio de Kurosawa, en las que el personaje de la abuela, sin apenas palabras, siembra su recuerdo en la memoria de los ni?os y ¨¦stos poco a poco experimentan una mutaci¨®n mediante la que van asumiendo, sin percatarse de ello, la tragedia de donde proceden, y esto les llevar¨¢ de ahora en adelante a comprometerse cada vez m¨¢s en la defensa de la vida de los hombres.
Lars von Trier tiene detr¨¢s muchos menos a?os que Kurosawa y su vida ha transcurrido casi por entero dentro de las salas de las cinematecas y de los estudios de rodaje. Ha vivido a trav¨¦s de pel¨ªculas ajenas, y su Europa est¨¢ llena por ello de ecos de cine de otros cineastas, sobre todo de Hitchcock, de Dreyer, de Welles y de Lang. Al contrario que Kurosawa, no necesita ni probablemente sabe economizar fuerzas ni hablar en voz baja: es ret¨®rico, ruidoso y derrocha energ¨ªa que esconde a un cineasta en periodo de formaci¨®n pero de primer orden.
Su cine est¨¢ lleno de excesos, de derroches a veces innecesarios de inventiva. Quiere Trier hipnotizar al espectador, deslumbrarlo. Y lo consigue. Kurosawa nada tiene ya que demostrar a estas alturas de su carrera. En palabras suyas: "Hago cine porque ya no s¨¦ hacer otra cosa". Von Trier tiene, por el contrario, mucho que demostrarse. En palabras suyas: "Tengo necesidad de experimentar. En Elementos de un crimen busqu¨¦ un ensayo de est¨¦tica; en Epidemic, una manera de vivir, y en Europa lo que busco es un desaf¨ªo t¨¦cnico, un trabajo de aprendizaje".
Babelia
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