Vivo por informal
D¨ªa 5 de mayo, domingo, final de puente largo. Cojo un Talgo que sale de la estaci¨®n de Chamart¨ªn. Madrid-Granada. 14.55: coche 122, asiento l5v. No hay mucha gente. Me siento en el primer hueco. Abro el peri¨®dico: Expo 92. Tren de alta velocidad. Benegas-Solchaga. Subida del tel¨¦fono. Vale.15.40: se divisa Aranjuez. De repente, un impacto espectacular arranca de plano una ventana del vag¨®n con gran estruendo. Gritos de histeria. Cristales rotos por doquier. Un atentado? ?Un gamberro? Una pieza de 30 cent¨ªmetros ha ca¨ªdo en un asiento que no ocupa nadie. La gente se asusta. Llega el revisor. No ha pasado nada. Una zapata del freno se ha desprendido. Ha rebotado en el puente de Aranjuez, y, el choque la ha devuelto con fuerza contra el cristal. Ha habido suerte, ni un herido de consideraci¨®n. Los 13 kilos de acero, a 100 kil¨®metros por hora, pod¨ªan haber matado a alguien. La gente desaloja el coche. El asunto se zanja con una ventana met¨¢lica de emergencia y una hora de retraso. Vale.
No hay gran cosa que decir. Realmente no ha pasado nada. Quiz¨¢ nadie tiene la culpa. Ni Renfe, ni el Ministerio de Transportes, ni el PSOE son responsables de una pieza pesada que hace lo que le viene en gana. Vale.
Llegamos. Recojo mis cosas y miro por ¨²ltima vez el vag¨®n lleno de cristales. Me pregunto qu¨¦ hubiera pasado si yo no fuese tan informal y me hubiese sentado en mi asiento, el l5v, en el que cayeron los 13 kilos de acero a 100 kil¨®metros por hora. Quiz¨¢ m¨ª formalidad hubiera sido la ¨²nica causante de mi muerte. Vale-
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