"Cargue usted mismo su equipaje"
Vuelo de las 9.50 hacia. Oporto. El comandante, a quien seguramente esperaba un d¨ªa ajetreado, ante el retraso que sufr¨ªa su salida termina pidiendo a los pasajeros que carguen ellos mismos sus equipajes en el avi¨®n.La an¨¦cdota, contada por un miembro de CC OO, ilustra el ambiente que hab¨ªa ayer en el aeropuerto de Barajas. La carga y descarga fue el servicio mas afectado por la huelga del personal de tierra que dej¨® tambi¨¦n el aeropuerto con la mayor¨ªa de los mostradores para facturar vac¨ªos, y grandes colas en los que permanec¨ªan abiertos, cumpliendo servicios m¨ªnimos.
Los pasajeros esperaban pacientemente, hasta 40 minutos, la entrega de maletas, aunque muchos de ellos consideraban la espera "algo normal". "Cre¨ªamos que no sal¨ªa", comentaba un matrimonio que ven¨ªa desde R¨ªo de Janeiro. Otros, sin embargo, afirmaban que aqu¨ª siempre tardan mucho".
Para aumentar el desconcierto del reci¨¦n llegado, comunicar por tel¨¦fono con cualquier lugar era casi imposible. Encontrar una cabina que funcionara era tarea m¨¢s que dif¨ªcil. Los trabajadores de tierra de Iberia cuidaron ayer de una "forma muy profesional", trabajo a reglamento en suma, la carga y descarga de equipaje.
Chamart¨ªn
En otra punta de la ciudad, en la madrile?a estaci¨®n de Chamart¨ªn, sin problemas de equipajes, y sin incidentes de menci¨®n, los ¨²nicos que no se aburrieron fueron los empleados de informaci¨®n (todos de servicios m¨ªnimos). Manuel Pascual atendi¨®, en un d¨ªa de escasa actividad a turistas, viajeros en tr¨¢nsito y militares sin graduaci¨®n de permiso, como los marineros Antonio Rodr¨ªguez y Juan Carlos Ruiz, procedentes de Ferrol. Informados del conflicto, mantuvieron una actitud resignada. En Chamart¨ªn, por una vez, y sin que sirva de precedente, no hubo problemas de aparcamiento. Los que m¨¢s se aburrieron ayer fueron los camareros, con la mitad de trabajo que un d¨ªa normal.En los quioscos de prensa, peri¨®dicos y revistas no ten¨ªan la demanda de otros d¨ªas. Sus fieles, sin viaje y sin paciencia para largas esperas, hab¨ªan decidido en su mayor¨ªa aceptar la oferta de cambiar la fecha del billete o recuperar el dinero. Elena Herrero, tres a?os vendiendo peri¨®dicos en Chamart¨ªn, por una vez, en lugar de vender material de lectura, le¨ªa en horas de trabajo. Su jefe, por supuesto, no puede incomodarse. Al fin y al cabo, qu¨¦ culpa tiene quien sufre una huelga.
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