La quinta pluma
Gramsci ha derrotado a Lenin en la estrategia de la lucha revolucionaria a largo plazo. El asalto al Estado por la v¨ªa de la violencia guerrillera todav¨ªa se utiliza para algunas naciones de menor rango. Pero, en general, la subversi¨®n del orden social de Occidente se ha organizado ya sobre la conquista de las superestructuras del poder, la c¨¢tedra, el libro, el cine, el teatro, la prensa, la radio, la televisi¨®n, la m¨²sica, los ateneos, las salas de arte, los c¨ªrculos intelectuales. El mundo de la educaci¨®n, el de la cultura, el de la informaci¨®n, constituyen los objetivos preferentes de las fuerzas subversivas. Y asombra la inteligencia y la eficacia con que han actuado.La guerra de la informaci¨®n est¨¢ planteada globalmente, tanto en Europa como en America, y se extiende desde la c¨¢tedra hasta el tebeo. No existe una sola parcela del mundo de la comunicaci¨®n que no haya sufrido la infiltraci¨®n subvers¨ªva, sujeta a un plan minuciosamente elaborado.
Los profesionales de la informaci¨®n constituyen el gran objetivo de esta maniobra. Crear o adquirir o financiar agencias, peri¨®dicos o emisoras, es caro y se deja a la iniciativa de los eficaces empresarios del mundo occidental. De lo que se trata es de utilizar esos medios en los que otros arriesgan su dinero, su esfuerzo y su tiempo. A trav¨¦s de los periodistas se procura distorsionar, con gasto m¨ªnimo y eficacia m¨¢xima, el prop¨®sito fundacional de agencias, diarios, revistas y emisoras de radio y televisi¨®n, hasta colocarlos al servicio de las fuerzas que pugnan por subvertir el modelo de sociedad occidental.
Los estrategas de la guerra de la informaci¨®n no creen demasiado ni en el idealismo ni en los principios ¨¦ticos de los periodistas. No tratan de introducir el caballo de Troya en la ciudad occidental. Han instalado, m¨¢s bien, el pesebre de Troya. Aunque la inmensa mayor¨ªa de la profesi¨®n permanece sana, a numerosos periodistas, mal pagados en casi todos los pa¨ªses del Oeste, se les proporciona una fuente suplementaria de ingresos a trav¨¦s de determinadas instituciones o de f¨¢ciles trabajos ocasionales. Se trata de habituarles a vivir por encima de su sueldo profesional para que se plieguen luego a las indicaciones de quien paga el complemento. Se compromete as¨ª a redactores, colaboradores, columnistas, auxiliares de redacci¨®n. Para los puestos directivos, que suele cubrir el empresario con hombres de su confianza, se empuja y apoya a profesionales de car¨¢cter d¨¦bil, de vida complicada o de antecedentes pol¨ªticos vulnerables.
No pocos periodistas, sin embargo, consideran que lo principal no es el dinero, sino el ¨¦xito. A ¨¦stos se les filtran exclusivas reales o informes reservados ciertos. Producido el ¨¦xito profesional, el periodista acudir¨¢ de forma espont¨¢nea a la fuente que se lo proporcion¨®.
Dentro de la estrategia general de la guerra informativa, las maniobras de infiltraci¨®n tienen muy varias facetas.
En los peri¨®dicos impresos se intenta, primero, la ocupaci¨®n de la selecci¨®n laboral. Luego, cultura y educaci¨®n. Y se contin¨²a la escalada. En la secci¨®n religiosa se infiltra al cura progresista de turno que, no pocas veces, es un agente m¨¢s de la subversi¨®n. Se comprompe tambi¨¦n a auxiliares de redacci¨®n y hasta cortadores de teletipo. Al director o al redactor jefe se les burla impunemente. Ni siquiera llegan a sus mesas, en muchas ocasiones, las noticias que la subversi¨®n quiere silenciar. En Europa y en las Am¨¦ricas existen diarios financiados por dem¨®cratas y liberales, que salen a la calle impregnados de un procomunismo sutil. Cuando la infiltraci¨®n en las redacciones resulta imposible, entonces se efect¨²a la penetraci¨®n en el taller para erosionar econ¨®micamente a la empresa. Buen n¨²mero de diarios conservadores y liberales, tanto europeos como americanos, tienen hoy los pies de barro. El m¨¢s prestigioso t¨ªtulo del periodismo mundial, The Times, podr¨ªa explicar muy bien c¨®mo se quebranta una instituci¨®n que parec¨ªa inconmovible.
En la radio y la televisi¨®n, la operaci¨®n resulta m¨¢s f¨¢cil porque los controles suelen ser menores. Si la televisi¨®n tiene car¨¢cter estatal, se reblandecen sus estructuras a trav¨¦s de campa?as period¨ªsticas de descr¨¦dito y corrupci¨®n. Italia es un buen ejemplo de la eficacia del procedimiento. Luego se infiltran las secciones, empezando por la laboral, hasta escalar los puestos de decisi¨®n. No se olvidan ni los programas infantiles, porque en la guerra de la informaci¨®n se juega tambi¨¦n a largo plazo y es necesario intoxicar la mente de los ni?os, m¨¢s influidos ya por la radio y la peque?a pantalla que por la familia o la escuela.
La infiltraci¨®n libra tambi¨¦n en los diversos pa¨ªses occidentales dos batallas ya cl¨¢sicas: las Facultades de Ciencias de la Informaci¨®n y los Colegios de Periodistas. La subversi¨®n en los centros universitarios se inyecta con tenacidad desde abajo, profesor a profesor, hasta conquistar el decanato. Como se trata de una guerra, todo vale, hasta las jugadas m¨¢s sucias.
En los Colegios de Periodistas se busca la victoria por la v¨ªa electoral. Si no se consigue, se crean entonces asociaciones paralelas para desmontar a las que resistieron la infiltraci¨®n subversiva. Algunos empresarios prestan a esta operaci¨®n, bien por voracidad, bien por ceguera, un auxilio inestimable. En Iberoam¨¦rica, por ejemplo, la inmensa mayor¨ªa de los periodistas, sea cual sea su ideolog¨ªa, lucha por la colegaci¨®n, la titulaci¨®n universitaria, la cl¨¢usula de conciencia y el secreto profesional. Se trata de aspiraciones conquistadas ya en la mitad de los pa¨ªses hispanohablantes. Algunos editores, en su deseo de disponer de mano de obra d¨®cil y barata, han convertido en bandera de las fuerzas subversivas estas aspiraciones, cuando lo inteligente, desde el punto de vista empresarial, hubiera sido encauzarlas, porque la profesi¨®n period¨ªstica no debe ser enemiga de los propietarios, pero tampoco su esclava.
Con paciencia, con dinero, con tenacidad, sin prisas, sin pausas, las fuerzas subversivas han creado en todo el Occidente, a trav¨¦s de las manipbras de infiltraci¨®n que acabo de exponer, lo que Arnaud de Borchgrave ha identificado como la quinta pluma. Su actuaci¨®n y su vigor constituye ya una realidad innegable.
La quinta pluma aplaude el progresismo disgregador en la Iglesia. Es¨²mula el divorcio. Defiende el aborto. Justifica la droga. Alienta la pornograf¨ªa. Quebranta la familia. Ridiculiza la moral cristiana. Se carcajea de las v¨ªrgenes y sus milagros. Paganiza las fiestas religiosas. Se mofa del Papa. Trabaja, en fin, denodadamente para descristianizar a las sociedades occidentales.
La quinta pluma estimula la divisi¨®n en el seno de las Fuerzas Armadas. Batalla hasta escornarse por crear dentro de ellas una dial¨¦ctica de contradicci¨®n entre reaccionarios y liberales. Ridiculiza el sentido del honor de los militares. Se pitorrea de su amor a la Patria. Escarnece el culto a la bandera. Se co?ea de los oficiales. Envenena a los soldados. Mantiene una campa?a sistem¨¢tica en desprestigio de los Ej¨¦rcitos.
La quinta pluma ayuda al terrorismo. Magn¨ªfica sus actos criminales al otorgarles los mejores espacios de los peri¨®dicos impresos, hablados o audiovisuales. Asume su lenguaje de reivindicaciones, ejecuciones, liberaciones, ej¨¦rcitos populares, con lo que le brinda la primera victoria, que es la sem¨¢ntica. La quinta pluma propaga la dictadura del miedo. La injerta en los tejidos profundos de la sociedad. L¨¢nzase a campanas fren¨¦ticas para glorificar a los terroristas que ocasionalmente hayan sido v¨ªctimas de malos tratos policiales, con el fin de astillar la imagen de las Fuerzas de Seguridad.
La quinta pluma vapulea a los Gobiernos moderados, ya sean conservadores, ya sean laboristas. Y como el rriedio es el mensaje, por bien que ¨¦stos lo hagan los cuartea ante la opini¨®n p¨²blica.
La quinta pluma aviva la discordia en el interior de los partidos enemigos. Azota a los pol¨ªticos genuflexos ante ella. Los acollona. Los zarandea. Los escupe. Les befa. Les deja en harapos. La quinta pluma se?ala los hombres a destruir. Prepara informes amarillos sobre ellos, que luego filtra para decapitar, entre la calumnia y el esc¨¢ndalo, a los pol¨ªticos que resisten. La quinta pluma babea ahora en Espa?a ante la Monarqu¨ªa y la inciensa sin rubor, mientras se prepara para apu?alarla por la espalda.
La quinta pluma atiza el fuego social. Apoya peticiones salariales imposibles. Enciende las huelgas salvajes. Contribuye a la desestabilizaci¨®n econ¨®mica. Se esfuerza, en fin, porque triunfe el gran objetivo marxista que es la proletarizaci¨®n de la clase media.
La quinta pluma condiciona a los escritores, a los pintores, a los m¨²sicos, a los actores, a los cantantes, puesto que los medios de comunicaci¨®n infiltrados por ella s¨®lo el ogian a los que se producen en una determinada l¨ªnea, mientras vapulean o silencian a los otros, con lo que se consigue la subversi¨®n general de la cultura.
La quinta pluma impulsa un periodismo amarillo y letrinal. Engavia a los editores. Carnea a los profesionales independientes. Pastorea el reba?o del esnobismo intelectual. Acusa sistem¨¢ticamente de fascista o de ultra a todo periodista que no se pliegue a sus prop¨®sitos. Lapida con frenes? a los que osan enunciar sus maniobras.
La quinta pluma distorsiona la realidad internacional. Ataca a muerte a la OTAN. Se opone, hist¨¦rica, a las centrales nucleares. Acalla las sirenas de alarma de Angola, de Yemen del Sur, de Etiop¨ªa, de Afganist¨¢n, y resucita, seg¨²n le conviene, la pol¨ªtica de distensi¨®n.
La quinta pluma convierte la libertad de expresi¨®n, que podr¨ªa ser la gran fortaleza de Occidente, en su tal¨®n de Aquiles. Porque si es cierto que a una naci¨®n m¨¢s le vale tener peri¨®dicos libres aun sin Gobierno que un Gobierno sin peri¨®dicos libres, tambi¨¦n es cierto que en muchos casos la libertad de esos diarios resulta un sarcasmo, pues la quinta pluma los maneja a su antojo.
La quinta pluma manipula de forma sistem¨¢tica, intoxica, distorsiona, hornaguea, deforma, desinforma, esparce las siembras de Ca¨ªn sobre los surcos doloridos de Occidente, anestesia a la opini¨®n p¨²blica para operar sin reacci¨®n, impone el terrorismo intelectual.
La quinta pluma, en fin, es la artiller¨ªa que bate el campo enemigo antes de ocuparlo.
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos y de otros pa¨ªses occidentales se esfuerzan por contrarrestar a la quinta pluma con la puesta en marcha de sus propias operaciones de infiltraci¨®n. Pero aceptar este planteamiento ser¨ªa caer en una trampa dial¨¦ctica. Porque existe una quinta pluma que el Este ha introducido en el Oeste, pero no existe una quinta pluma del Oeste dentro del Este. Esa es la diferencia y la explicaci¨®n profunda de por qu¨¦ Occidente est¨¢ perdiendo la guerra de la informaci¨®n.
Al hablar de este tema conviene conservar el sentido de la realidad. La quinta pluma no forma el eje de la disputa por la supremac¨ªa mundial. Es s¨®lo un diente en los engranajes de la poderosa maquinaria que una de las grandes potencias ha puesto en marcha. Sobrevalorar el alcar¨ªce de la quinta pluma ser¨ªa un error. Desatender su acci¨®n profunda y demoledora dejar¨ªa exang¨¹e al Occidente frente al vendaval del Este. Porque el p¨¢jaro negro de la tercera guerra mundial aletea ya sobre el rostro del orbe. Los europeos, los americanos, viven como si no sintieran su aliento y disfrutan a manos llenas de la ciudad alegre y degenerada en este tiempo dorado de la relajaci¨®n de las costumbres, del ocio y la holganza. Es la fascinaci¨®n de la decadencia. Pero si no queremos que tode se desmorone, habr¨¢ que superar una ¨¦poca que se hace irremediablemente vieja. Habr¨¢ que barrer las hojas muertas de una generaci¨®n occidental que consume ya los d¨ªas postreros de su oto?o. Habr¨¢ que construir un mundo nuevo que supere el comunismo esclavo y el corrupto capitalismo. Ciertamente son muchos los que no creen en la necesidad de la evoluci¨®n; muchos, los deslumbrados por la brillantez del espect¨¢culo occidental. Lo que no saben es que est¨¢n contemplando el esplendor delincendio.
Abc. Madrid, 30 de abril de 1981.
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