Del Ebro al Tajo
EL SONDEO que hoy publica EL PA?S confirma las principales tendencias adelantadas por otras encuestas recientes y apuntadas ya en las ¨²ltimas elecciones legislativas. Fundamentalmente, la reducci¨®n de la enorme distancia existente entre los dos primeros partidos (PSOE y PP), el reforzamiento de Izquierda Unida (IU) como opci¨®n de salida para votantes desencantados del socialismo gobernante y el hundimiento del CDS cuatro a?os despu¨¦s de haber obtenido, en las locales de 1987, sus mejores resultados.Pero al margen de esas tendencias m¨¢s o menos previsibles, el sondeo parece anticipar un panorama pol¨ªtico que podr¨ªa ser el de los a?os noventa y que estar¨ªa marcado por los siguientes rasgos: primero, la existencia de dos modelos de comportamiento electoral bastante diferenciados y cuya l¨ªnea de demarcaci¨®n geogr¨¢fica estar¨ªa formada por una raya que uniera la desembocadura del Ebro con la del Tajo. Al sur de esa divisoria, el paisaje pol¨ªtico se caracteriza por la tendencia a un bipartidismo con hegemon¨ªa socialista, frecuentemente con mayor¨ªa absoluta; al norte, lo caracter¨ªstico ser¨ªa la mayor dispersi¨®n del voto y la consiguiente variedad de opciones mayoritarias, lo que implicar¨¢ la necesidad de pactos entre fuerzas heterog¨¦neas. Pero a su vez, y ¨¦se ser¨ªa el otro rasgo, en el seno de cada una de esas mitades se observa un mayor pluralismo en las ciudades que en las zonas rurales o semirrurales.
El hundimiento del CDS es tan acusado que en numerosos ayuntamientos y varias comunidades ni siquiera alcanzar¨¢ el list¨®n del 5% exigido por la ley para entrar a formar parte de la instituci¨®n correspondiente. Donde ello ocurre, la cuota de participaci¨®n de los dem¨¢s partidos aumenta autom¨¢ticamente: se reparten proporcionalmente los esca?os que el CDS hubiera cubierto de alcanzar ese list¨®n, que roza en muchas localidades. Pero adem¨¢s, en el caso del PP el beneficio es doble: aproximadamente dos de cada tres antiguos votantes centristas que cambian de voto lo hacen a favor del partido de Aznar. Ello es seguramente m¨¢s coherente con la psicolog¨ªa media del votante suarista tradicional que con la estrategia de ese partido. Numerosas encuestas revelan que el votante tipo del CDS se considera a s¨ª mismo -con la probable excepci¨®n de Madrid y alguna otra capital- m¨¢s pr¨®ximo a la derecha que a la izquierda.
Si la realidad confirmase los pron¨®sticos ahora avanzados, Aznar no s¨®lo habr¨ªa conseguido evitar el retroceso que su partido experiment¨® siempre en las elecciones locales respecto a las legislativas inmediatamente anteriores, sino incluso mejorar por primera vez la cota del 26,3%, establecida por Fraga en octubre de 1982. Con la notable diferencia de que si entonces la distancia entre los dos primeros partidos era de casi 22 puntos, ahora no superar¨ªa los 10. Distancia, con todo, significativa y que marca la diferencia entre el actual panorama y el existente a comienzos de la transici¨®n: entonces, la UCD rondaba el 35% de los votos, poco menos de la cota actual del PSOE, pero la distancia entre los dos primeros partidos oscil¨® entre un m¨ªnimo de tres (en las locales de 1979) y un m¨¢ximo de cinco puntos (generales de 1977).
En cualquier caso, est¨¢ por ver si ese ascenso del PP (frente al estancamiento socialista) ser¨¢ suficiente para que los conservadores aumenten su cuota de poder en los ayuntamientos y comunidades una vez que su ¨²nico aliado potencial a escala nacional, el CDS, desaparece o se pasa al otro campo. Para conseguir algunas de las alcald¨ªas a que aspira, el PP tendr¨ªa que alcanzar una mayor¨ªa absoluta, caso de Madrid, o concluir alianzas con partidos regionalistas poco afines, caso de Sevilla. Entonces, una de las principales inc¨®gnitas a despejar por los comicios ser¨¢ la de si la t¨¢ctica de Aznar aumenta el espacio conjunto del centro-derecha, y por tanto la credibilidad de una alternativa de ese signo, o si, por el contrario, lo reduce. De momento, la experiencia de Navarra -integraci¨®n del PP en un partido local de car¨¢cter moderado- parece producir mejores resultados para la derecha que otras f¨®rmulas anteriormente ensayadas.
Otra caracter¨ªstica es que el voto conservador tiende a repartirse uniformemente por todos los segmentos de edad y zonas geogr¨¢ficas, lo que no ocurr¨ªa antes. Por su parte, el voto socialista, prioritariamente joven y urbano hasta 1986, se desplaza lentamente hacia el sector de m¨¢s edad de la poblaci¨®n y hacia las zonas y regiones con un mayor peso de la cultura y pautas de vida tradicionales. Y aunque ello es habitual en los partidos que llevan bastante tiempo en el poder, ese cambio de base social podr¨ªa tener influencia en la batalla interna del partido. El guerrismo dif¨ªcilmente dejar¨¢ de exhibir el hecho de que sea en sus feudos donde el PSOE mantiene su hegemon¨ªa.
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