El reloj de Mandela
EL M?S conocido partido antiapartheid de Sur¨¢frica, el Congreso Nacional Africano (ANC), de Nelson Mandela, ha comunicado oficialmente su decisi¨®n de suspender las negociaciones que ven¨ªa manteniendo desde mayo del pasado a?o con el Gobierno de Frederik de Klerk sobre la democratizaci¨®n del pa¨ªs en general y la modificaci¨®n de la vigente Constituci¨®n racista en particular. La direcci¨®n del ANC ha indicado que no volver¨¢ a la mesa de conversaciones mientras el Gobierno no d¨¦ satisfacci¨®n a sus exigencias en relaci¨®n con los conflictos inter¨¦tnicos que vienen ensangrentando los suburbios negros de las ciudades desde hace meses. El partido de Mandela, cuyos seguidores pertenecen a la etnia xhosa, considera al Gobierno responsable de esa violencia por el apoyo bajo cuerda de sectores del aparato del Estado al partido Inkhata, de la etnia zul¨², ampliamente mayoritaria a su vez entre la poblaci¨®n negra del pa¨ªs.Tras su renuncia a la lucha armada, el ANC est¨¢ empe?ado en una batalla muy delicada por forzar la democratizaci¨®n de Sur¨¢frica aprovechando los resquicios abiertos por las reformas liberalizadoras de De Klerk. Pero, como ha ocurrido en otros procesos de transici¨®n de un sistema autoritario a otro democr¨¢tico, los sector es inmovilistas del r¨¦gimen presionan para contener la liberalizaci¨®n en l¨ªmites compatibles con el mantenimiento de los privilegios tradicionales. Esos sectores saben que su mejor arma es la divisi¨®n -y, si es posible, el enfrentamiento abierto-entre las fuerzas opositoras.
El Gobierno se encuentra as¨ª en la encrucijada de elegir entre un paso resuelto a favor de la reforma, lo que implicar¨ªa enfrentarse abiertamente con los ultras (y con sectores de la polic¨ªa), o la contenci¨®n de aqu¨¦lla, para lo que necesita la coartada de los enfrentamientos ¨¦tnicos. Ello determina a su vez el dif¨ªcil equilibrio de la oposici¨®n antiapartheid, que debe presionar al r¨¦gimen lo suficiente como para obligarle a acelerar el desmontaje del sistema segregacionista, pero no tanto que favorezca las expectativas de la extrema derecha del r¨¦gimen, que acusa a De Klerk de traidor y exige la inmediata marcha atr¨¢s. De ah¨ª que, pese a la ruptura oficial de las conversaciones con el Gobierno -un gesto en buena parte dirigido a la opini¨®n internacional, cuya presi¨®n ha sido decisiva en la evoluci¨®n del r¨¦gimen-, el ANC haya admitido que delegaciones oficiosas contin¨²en los contactos iniciados hace un a?o.
Mandela, que cuenta con un reconocimiento internacional del que carecen los otros protagonistas de la transici¨®n, sabe que el tiempo juega a su favor. Demostr¨® inteligencia al renunciar a los m¨¦todos violentos y buen sentido al combinar la negociaci¨®n con la movilizaci¨®n y el emplazamiento sistem¨¢tico al Gobierno. Y aunque es posible que sea cierto que la polic¨ªa manipula a los zul¨²es, no puede ignorar que una salida estable y democr¨¢tica del infierno del apartheid implica renunciar a toda pretensi¨®n de exclusividad en la representaci¨®n de los intereses de la poblaci¨®n negra. Es decir, la apertura de una v¨ªa de negociaci¨®n tambi¨¦n con los zul¨²es de Inkhata.
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