Rahul Gandhi prendi¨® fuego a la pira con el cad¨¢ver de su padre
Rahul Gandhi, de 20 a?os, prendi¨® ayer fuego, cerca de Nueva Delhi, a la pira funeraria sobre la que estaba el cad¨¢ver de su padre, el ex primer ministro y l¨ªder del Partido del Congreso Rajiv Gandhi, asesinado el pasado martes cerca de Madr¨¢s, en pleno proceso electoral.Cientos de miles de personas formaron la procesi¨®n desde la casa de la familia Gandhi, en la capital india. Seis generales. dos de cada Ej¨¦rcito, levantaron la bandera tricolor (verde, blanca y naranja) que cubr¨ªa al l¨ªder del Congreso, y su cuerpo qued¨® sobre los troncos envuelto en una s¨¢bana blanca salpicada de p¨¦talos de rosa.
Sacerdotes hind¨²es y su hijo Rahul fueron los encargados de celebrar la ceremonia de santificar el fuego y la pira con agua del r¨ªo G¨¢nges. Cuando el humo comenz¨® a salir callaron los c¨¢nticos y los v¨ªtores del pueblo, y el himno nacional y un enorme silencio despidieron a Rajiv Gandhi.
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Clamor en el funeral de Gandhi: "?Viva eternamente!"
Viene de la primera p¨¢ginaSonia, la viuda, y su hija Priyanka, junto con un par de amigos ¨ªntimos, se encontraban en el altar de ladrillo sobre el que estaba instalada la pira, en el mismo lugar en que fueron incinerados el abuelo de Rajiv, Jawaharlal Nehru; su madre, Indira Gandhi, y su ¨²nico hermano, Sanjay, m¨¢s joven que Rajiv, y muerto en accidente de avi¨®n en 1981.
En la enorine explanada de Shakti Sthal, que se extiende sobre la ribera derecha del Yamuna, se encontraban el presidente indio, R. Venkataraman, el primer ministro, Chandra Shekhar, y otros miembros del Gobierno. El pr¨ªncipe de Gales, Carlos; el vicepresidente de Estados Unidos, Dan Quayle, y los primeros ministros de Pakist¨¢n y Bangladesh, entre otras personalidades, fueron algunos de los muchos dignatarlos extranjeros que asistieron a la crerriaci¨®n de Gandhi.
La comitiva f¨²nebre abandon¨® la casa de Nehru, por la que han desfilado millones de personas para ver por ¨²ltima vez a su l¨ªder, a la una de la tarde (9.30, hora peninsular espa?ola). Pero en la misma puerta pudo comprobarse que eran insuficientes los polic¨ªas encargados de controlar a las gentes. En unos minutos, el cami¨®n militar sobre cuyo remolque reposaba Gandhi fue rodeado por numerosos hombres que convocaban el nombre del dirigente asesinado.
"Mientras el sol y la luna est¨¦n en el cielo, te recordaremos, Rajiv", cantaban una y otra vez sin permitir que la comitiva avanzase. Las pocas mujeres que se aventuraron a ir hasta all¨ª -todos los alrededores estaban acordonados y, hab¨ªa que hacer el camino a pie- ten¨ªan las voces quebradas por el llanto que se secaban con las puntas de sus saris de mil colores.
Una unidad de cada uno de los tres ej¨¦rcitos, la banda de m¨²sica y un batall¨®n de los Rifles de Rajputana, con sus vistosos uniformes, desfilaron ante el f¨¦retro, y se adelantanon para aguardar al cad¨¢ver en Shakti Sthal.
La comitiva era muy peque?a. La abr¨ªa un jeep con Rifles de Raiputana, al que segu¨ªa el ca mi¨®n abierto en que se trasladaban algunos famillares y miembros del partido y que arrastraba el remolque con el cuerpo y una enorme foto de Rajiv Gandhi, ya que la bomba que lo mat¨® desfigur¨® de tal manera su cara que fue imposible recomponerla para que todos la vieran hasta que la devoraran las llamas, seg¨²n la costumbre india.
Buitres sobre Nueva Delhi
Otro cami¨®n una veintena de coches compon¨ªan la totalidad de la comitiva. Medio centenar de miembros del partido completamente vestidos de blanco, en se?al de luto, len¨ªan previsto hacer el trayecto a pie, pero en la mitad de ¨¦ste se subieron al cami¨®n para acelerar la marcha. Casi tres horas se hab¨ªa tardado en hacer los cinco primeros kil¨®metros de] recorrido.
En el cielo planeaban centenares de los buitres que pululan por Nueva Delhi (en el jard¨ªn de la residencia espa?ola hay cinco nidos), y un helc¨®ptero sobrevolaba frecuenternente la comitiva de.ando caer sobre las cabezas millones de p¨¦talos de rosa que perfumaban el aire y daban un instante de frescor. Nos encontr¨¢bamos a 44 grados, y el calor era insoportable.
En la Puerta de India, ese monuniental arco de triunfo construido en memoria de los 100.000 indios muertos durante la I Guerra Mundial, ya no era posible ver el fin de la marca humana. Conforme la comitiva pasaba, miles de personas se saltaban las barreras policiales para unirse al desfile. Los polic¨ªas daban alg¨²n que otro bastonazo, pero se ve¨ªan desbordados.
"?Rajiv Gandhi!" gritaba alguno con todos sus br¨ªos. "?Amar Rahe!" ("Que viva eternamente"), le contestaban millares de voces. En las esquinas, eamiones cisterna daban auma a la gente, y conforme pasaban las horas eran los mismos ciudadanos los que desde la barrera pasaban agua a quienes corr¨ªan tras el cad¨¢ver de Gandhi. Fueron much¨ªsimos los que lilcieron el camino a pie, y los ¨²ltirnos cinco kil¨®rnetros corriendo, para que luego les cerraran completamente el paso a m¨¢s de 500 metros de la pira funeraria.
En Shakti Sthal, monjes hind¨²es de la casta ralman. la m¨¢s alta, cantaban en s¨¢nscrito los mantras (salmos de los libros sagrados). Mientras, vestidos con doti -la pieza de algod¨®n blanco que se ponen como si fuera un pa?al-, los tres grandes sacerdotes ayudaban a Rahul en el ritual.
Primero, el hijo roci¨® con agua de rosas el cuerpo de su padre. Luego tom¨® una enorme vasija de barro que le hab¨ªan llevado llena de agua del Ganges -el r¨ªo sagrado de los hind¨²es-, y la fue derramando alrededor de la pira para purificar ¨¦sta y el altar en que estaba instalada. Una vez vac¨ªa, Rahul rompi¨® la vasija como s¨ªmbolo de que se hab¨ªa acabado la vida.
Priyanka pas¨® la ceremonia pendiente de su madre, a la que frecuentemente tomaba por la cintura. Las dos contribuyeron a colocar las guirnaldas de flores que adornaban la pira y, despu¨¦s de que Rahul y los sacerdotes cubrieron el cuerpo con serr¨ªn de s¨¢ndalo, ellas tambi¨¦n echaron la olorosa madera sobre el yacente.
Encima del serr¨ªn, se colocaron tablillas y sobre ¨¦stas troncos. El cuerpo qued¨® completamente cubierto. El momento hab¨ªa llegado. El gran sacerdote encendi¨® el fuego sagrado y Rahul dio siete vueltas con la llama alrededor de Rajiv Gandhi.
Luego se inclin¨® y prendi¨® los troncos que ocultaban la cabeza de su padre. Tres ca?onazos rompieron el aire en el que se di bujaba un humo negro y denso. Las voces lejanas aurnentaron de volumen, pero el himno nacional implant¨® el silencio. La viuda y la hija dieron una vuelta a la pira ardiente antes de bajar a recibir el p¨¦same de las personalidades nacionales y extranjeras.
Rajiv Gandhi se qued¨® ardiendo hasta que su cuerpo no sea m¨¢s que un pu?ado de cenizas que ser¨¢n arrojadas al Ganges o a las monta?as del Himalaya, seg¨²n decida la familia.
Treinta muertos
Por otra parte, otras cuatro personas se quemaron ayer a lo bonzo en el Estado de Tamil Nadu, donde Rajiv Ganhi fue asesinado, con lo que son ya seis los seguidores del ex primer ministro indio que se han suicidado de esta manera en se?al de duelo. En el mismo Estado, cinco personas m¨¢s resuiltaron muertas en actos de violencia relacionados con la muerte de Rajiv Gandhi. Desde el martes pasado, d¨ªa del atentado, unas 30 personas han fallecido de muerte violenrta.
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