El c¨®lera de los pobres
De los siete millones de habitantes de Lima, la mitad carece de agua potable y letrinas
Durante el viaje a los infiernos de la miseria peruana que es la ruta del c¨®lera, un ¨²nico pensamiento se adue?a del est¨®mago y la cabeza: salir de este pa¨ªs en el que la pobreza, la insalubridad, el hambre y la desesperaci¨®n abofetean los ojos, el olfato y el cerebro. El c¨®lera hoy en Per¨² es s¨®lo una nueva lacra que sumar a una situaci¨®n ca¨®tica, "una raya m¨¢s al tigre", como dicen los peruanos, que la asumen con la naturalidad que da ver c¨®mo cada d¨ªa mueren 12 de cada 100 ni?os que nacen; que la mitad del pa¨ªs carece de agua potable y letrinas; que el terrorismo se ha cobrado 20.000 v¨ªctimas en los 10 ¨²ltimos a?os, y que el narcotr¨¢fico intenta convertirlo en el sustituto de Colombia.
En Mi Per¨², uno de los poblados j¨®venes de chabolas del cintur¨®n de Lima, anclado en las arenas negras del desierto, donde cualquier vida parece un milagro, Presinda Mar¨ªn, una mestiza india de 40 a?os, confiesa junto a su hijo Justo ?scar, un mudo de 16 a?os, y su hija Mari Carmen, de 14, que "han estado muy malitos con el c¨®lera, aunque ya lo pasaron". En el interior de la chabola de estera y trapos la mugre es tal que resulta un prodigio. Afuera, los excrementos se mezclan con los perros sarnosos, y el agua que ahora reparte una camioneta municipal es un lujo que hay que comprar. Mi Per¨² es afortunado, tiene luz y un flamante puesto m¨¦dico con consulta hasta las dos de la tarde.Justo ?scar come en la calle y fue el primero de la familia, y casi del poblado, en atrapar el c¨®lera. Un caso m¨¢s de los 200.000 desde que la epidemia comenz¨® a finales de enero, con un saldo de m¨¢s de 1.500 muertos.
Presinda, madre soltera, cuenta con naturalidad c¨®mo a los tres a?os mi mam¨¢ me regal¨® a una familia de plata de Lima porque ¨¦ramos pobres y pens¨® que as¨ª podr¨ªa comer". Es una de las pioneras de este poblado de 5.000 familias que trepa esteras arenas arriba, gentes llegadas de Chiclayo, Cajamarca o Chimbote. Presinda tiene un infiernillo de queroseno y hace las necesidades en un balde que luego arroja a la puerta. Es una m¨¢s entre los millones de personas -casi el 50% de la poblaci¨®n de siete millones de Lima- que vive en estas condiciones: sin alcantarillado, letrinas, agua corriente ni recogida de basura.
Encarnaci¨®n Sarmiento, una mujer con nueve hijos, orgullosa de ser la "asistenta de promoci¨®n social a nivel del poblado", se lamenta: "Hacen las necesidades en la bacinilla y lo tiran en la calle o en los rincones. Tuvieron que ver a los muertos esperando dos d¨ªas, sin cajas para enterrar, para ponerse en alerta". En Mi Per¨² ha habido m¨¢s de 70 casos de c¨®lera, aunque s¨®lo tres muertos declarados.
Un grifo y 400 familias
Lima es esto: San Isidro, Miraflores, Barranco o Monterrico, los barrios de la burgues¨ªa a los que el c¨®lera no ha tocado, aparte. Poblados miserables en la arena del desierto. "En el centro de Lima hay lugares peores de nivel de vida y hacinamiento, donde 400 familias viven con un solo grifo", dice la epidemi¨®loga espa?ola Charo Torres, m¨¦dica de Paz y Cooperaci¨®n, que trabaja en otro pueblo joven ya m¨ªtico, Villa Salvador, premio Pr¨ªncipe de Asturias 1987.La otra Lima, la que fuera ciudad jardin hasta los a?os cuarenta, rodeada de chacras (cultivos), se perdi¨® con la demograf¨ªa explosiva al tiempo que sus aguas subterr¨¢neas se secaban y el desierto se apoderaba de ella.
De 1940 a 1981 Lima se multiplic¨® por siete. "Ahora, con 400 kil¨®metros cuadrados de superficie y una tercera parte de la poblaci¨®n peruana, ha cubierto el oasis con cemento y basurales, y avanza sobre los arenales", dice el arquitecto y ex militante de izquierda radical Eduardo Figani Gold.
Lima es hoy una ciudad colapsada donde nada funciona. Su sistema de alcantarillado y desag¨¹e est¨¢ hecho para una poblaci¨®n 10 veces menor, y su mercado laboral es inferior a cuando ten¨ªa un tercio de la poblaci¨®n actual. Lima r¨ªo es la excepci¨®n. Per¨² entero, con sus 22 millones de habitantes, es una ruina sentida hasta la desesperaci¨®n por sus habitantes, una sociedad en transici¨®n de un periodo semifeudal hacia no se sabe qu¨¦, una poblaci¨®n que se ha convertido en urbana cuando hace 30 a?os era rural.
Informalidad para todos
El militar Velasco Alvarado dio voz desde su presidencia a los campesinos y pobres cholos con la reforma agraria de 1969. "Campesino, el patr¨®n no se alimentar¨¢ con tu miseria" era la consigna. La emigraci¨®n rural fue incesante. A mediados de 1990, el PIB era igual al de 1973 y el ingreso per capita igual al de 1957. Se hab¨ªa retrocedido econ¨®micamente 30 a?os.Lima est¨¢ hoy invadida por los pobladores de los barrios perif¨¦ricos, que han hecho de la calle su negocio. La informalidad, nombre acu?ado por la econom¨ªa sumergida, se ha instalado a trav¨¦s de miles de vendedores ambulantes, de cambistas de d¨®lares negros, el d¨®lar Oco?a, que se cotiza en prensa y televisi¨®n. Las comidas callejeras, los famosos men¨²s de precio fijo y asequible, dan de comer a millones de personas. En todos ellos, el cebiche, pescado crudo macerado en lim¨®n, plato nacional por excelencia y denostado como posible transmisor, es plato obligado.
Y en esto lleg¨® el c¨®lera. Lleg¨® de repente a Chimbote, la m¨¢s horrible ciudad de Per¨². Un poblach¨®n altamente contaminado en la costa pac¨ªfica, atravesado por la carretera Panamericana y donde el olor nauseabundo de harina de pescado todo lo inunda, incluso despu¨¦s de haber dejado atr¨¢s su mugriente puerto, no hace muchos a?os el de m¨¢s tr¨¢fico comercial del mundo.
En el hospital de La Caleta del puerto de Chimbote, cuna de la epidemia, apenas hay 10 pacientes de c¨®lera, de los 200 diarios que ten¨ªan unas semanas atr¨¢s. "De momento se ha controlado, pero tenemos el mar infectado, toda la ribera de la playa, donde van los desag¨¹es sin ning¨²n tratamiento", afirma el doctor Ricardo Aguirre. Han podido cerrar salas de col¨¦ricos, pero "se ba?an ah¨ª al lado, limpian el pescado en el agua contaminada. Es un problema de aguas en los poblados j¨®venes. Pero ya han perdido el miedo", se lamenta Aguirre.
Afuera en el mercadillo siguen vendiendo cebiche. En la caleta donde la arena queda oculta por la basura, Octavio Jer¨®nimo Vera, calafatea su bote y dice " el pescado lo traen de alta mar y no est¨¢ contaminado. En mi casa yo sigo comiendo cebiche y no pasa nada, depende de c¨®mo se prepare".
" Creo que hemos hecho una guerra innecesaria al cebiche", afirma el doctor Diego Gonz¨¢lez, director del Hospital Cayetano Heredia de Lima, "porque mar adentro no se encuentra vibri¨®n en el pescado. El problema es la tabla de madera donde se trabaja que es un caldo de cultivo excelente. Si fuera una tabla de pl¨¢stico y no se usase lechuga, parece que la acidez del lim¨®n es suficiente para matar el vibri¨®n si se le deja macerar". "Me temo", a?ade Gonzalez," que los m¨¦dicos tenemos que rectificar con el cebiche y que Fujimori ten¨ªa raz¨®n. Tuvo malasuerte".
Los m¨¦dicos, las autoridades y el mism¨ªsimo ministro de Salud, Victor Yamamoto, todav¨ªa no saben c¨®mo entr¨® en el pa¨ªs el vibri¨®n del c¨®lera. Unos, como el ministro de salud dimisionario Carlos Vidal Layseca, mantienen que fueron los barcos asi¨¢ticos que fondean en Chimbote, que contagiaron al abrir sus sentinas las aguas del puerto y con ellas sus pescados. Pero fueran los barcos o alg¨²n viajero asi¨¢tico descuidado el caso es que la enfermedad lleg¨® a un pa¨ªs que nunca la hab¨ªa padecido y le cogi¨® en pa?ales. En pocos meses el crecimiento fue galopante, y la epidemia traspas¨® las fronteras de Brasil, Chile, Ecuador, Colombia y viaj¨® hasta Estados Unidos, amenazando con convertirse en una pandemia.
El vibri¨®n cholerae, el microorganismo que transmite la enfermedad ataca al est¨®mago y produce v¨®mitos, calambres y una diarrea intensa, y como consecuencia de ella una fuerte deshidrataci¨®n que en unas horas puede conducir a la muerte. Se transmite a gran velocidad por v¨ªa digestiva mediante la ingesti¨®n de aguas residuales o alimentos infectados por una manipulaci¨®n poco higienica.
De momento la mortalidad ha sido inferior a la prevista y, la epidemia est¨¢ en un aparente retroceso en la costa peruana y zonas urbanas. "En Lima, parece que estamos en una recesi¨®n. De aqu¨ª a octubre habra un n¨²mero reducido de casos y en diciembre veremos si hay rebrote y si lo podemos controlar", afirma el doctor Diego Gonzalez, que ha atendido en el hospital Cayetano Heredia el mayor n¨²mero de casos en todo el pa¨ªs: 8000.
Pero el rebrote de casos en Cajamarca, donde ha habido la mortalidad m¨¢s alta del pa¨ªs, y la amenaza de contaminar a toda la Amazon¨ªa, convierten nuevamente la situaci¨®n en explosiva.
En Lima, el 40% de la poblaci¨®n no tiene agua potable y m¨¢s del 60% carece de alcantarillado, pero el sue?o de Alan Garc¨ªa fue un futurista tren el¨¦ctrico en el que invirti¨® 100 millones de d¨®lares y con el que pretend¨ªa incorporar Per¨² al siglo XXI. Hoy los 7 kilometros de ra¨ªles del abandonado proyecto, atraviesan Villa Salvador, uno de los poblados j¨®venes miserables del cintur¨®n de Lima y suscitan los comentarios ir¨®nicos de sus concienciados habitantes.
"El agua llega a Lima terriblemente contaminada" afirma el responsable de la polit¨ªca de aguas de Per¨², Manuel Barr¨®n Ramos presidente de Senapa". El r¨ªo Rimac, que abastece a la ciudad, recibe todos los residuos minerales, el desag? de toda su ruta y los detergentes con los que las mujeres lavan la ropa. Ese agua va a una planta de tratamiento que est¨¢ calculada para una poblaci¨®n que se ha quintuplicado. La ¨²nica soluci¨®n para el agua de Lima es el abastecimiento por el r¨ªo Mantaro, pero es necesario hacer un trasvase y eso cuesta miles de millones". Barr¨®n arroja datos con la frialdad de alguien que lleva mucho tiempo clamando en el desierto, "hay que bombear las aguas negras de Lima. Cada d¨ªa se arrojan 15 metros c¨²bicos de residuos fecales por los desag¨¹es y todo va al mar sin tratar".
Los cerdos del basurero
En la playa del Callao, no lejos del centro, la playa era hasta hace quince d¨ªas el comedero de miles de cerdos que abastec¨ªan a la capital. Los cerdos comedores de basura, entre ella el papel higi¨¦nico de todas las letrinas de Lima, fueron sacados hace diez d¨ªas por las autoridades municipales, ante el esc¨¢ndalo provocado por las fotos difundidas por las agencias internacionales de prensa.
En el basurero del Callao, quedan todav¨ªa unos pocos chanchos, pero ni?os descalzos y familias enteras trabajan en medio de un infierno donde millones de moscas pululan y el hedor es insoportable. Los ni?os se revuelcan por las monta?as de detritus como si por la mejor de las monta?as rusas y una mujer que trae la comida a su familia, se sienta y saca una cacerola como si estuviera en el Hilton.
El doctor Gonz¨¢lez, tiene en su despacho un enorme gr¨¢fico del c¨®lera, "estamos en condiciones de cat¨¢strofe por la magnitud de la epidemia y por la huelga del personal sanitario". Una huelga que se prolonga despu¨¦s de tres meses por los bajisimos sueldos del personal sanitario: una enfermera cobra al cambio unas 3.000 pesetas mensuales. Gonz¨¢lez a?ade con amargura: "Tenemos clara conciencia de nuestra pobreza. Si esto hubiera pasado en los a?os 50 hubiera sido distinto".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.