Las mulillas tambi¨¦n respetan los sem¨¢foros
Juan Anchuelo lleva 46 a?os arrastrando los toros del ruedo a la sala de despiece
El endemoniado tr¨¢fico madrile?o se complica todav¨ªa m¨¢s, para sorpresa y enfado de los automovilistas, 70 tardes al a?o, con la invasi¨®n de las calzadas por unos extra?os veh¨ªculos en estos tiempos posmodernos y ol¨¦: seis enjaezadas mulillas, que cumplen a la perfecci¨®n las normas legales sobre tr¨¢fico y, por supuesto, se detienen en los sem¨¢foros en rojo. Sus nombres son Tany, Geranio, Malasombra, Tordilla, Gitana y Perla.
En su camino desde el parque del Oeste hasta la plaza de toros de Las Ventas, alrededor de seis kil¨®metros, tardan algo m¨¢s de hora y media. Ajenas a los atascos, que superan enfiladas de una en una, nunca han llegado tarde al coso, "algo que no pueden decir muchos toreros. ?sos s¨ª que se desesperan en los atascos", seg¨²n presume su propietario, Juan Anchuelo, que lleva 46 a?os en el menester de arrastrar los toros muertos desde el ruedo vente?o hasta la sala de despiece.Anchuelo hered¨® este oficio de su padre, que debut¨® en el mismo a la vez que se inauguraba el coso neomud¨¦jar, en 1931, y que entonces tra¨ªa a los animales desde el pueblo que da nombre a su apellido, Anchuelo -"debe ser que mis antepasados eran quinquis sin apellidos que se Instalaron en el pueblo y lo adoptaron", bromea Juan-. Las mulas volv¨ªan siempre tras el festejo a esa localidad madrile?a, con lo que recorr¨ªan en una sola jornada 43 kil¨®metros.
Acortar distancias
Esos tiempos ya los conoci¨® el actual jefe de los mulilleros. Despu¨¦s acort¨® algo aquella distancia, al trasladarse a San Mart¨ªn de la Vega, hasta que, desde hace unos a?os, las guarda en el parque del Oeste. Su aspiraci¨®n es que le faciliten una de las cuadras que hay en otro parque, el del Retiro, para acortar m¨¢s el camino: "Porque los d¨ªas de lluvia las casi dos horas de recorrido son horrorosas y llegamos completamente empapados".Anchuelo tiene 56 a?os, y se jubil¨® en 1990, lo que le impide conducir la reata por las calles de Madrid, arte en el que le ha sustituido su joven disc¨ªpulo Juan Carlos Caballero, "un chaval con vocaci¨®n", como lo define.
Pero ¨¦l sigue dirigiendo en la plaza de toros a sus ocho mulilleros, ataviados con camisa azul claro y pantal¨®n oscuro, y que gozan del orgullo de hacer el pase¨ªllo en la plaza m¨¢s importante del mundo alrededor de 70 tardes al a?o, las mismas que las mulillas sortean a enfurecidos automovilistas. Un orgullo que les llena lo suficiente como para justificar que no cobren ni un duro. Trabajan por amor al arte... taurino, por su afici¨®n a la fiesta, por presumir ante sus amigos de coleccionar miles de pase¨ªllos en la mejor plaza del mundo. Los m¨¢s veteranos llevan m¨¢s de 1.000, cifra jam¨¢s alcanzada por torero alguno.
"Son unos santos", les piropea su patr¨®n, que justifica que no pueda pagarles: "?C¨®mo les voy a pagar, si yo vivo de milagro, pues recibo de la empresa la rid¨ªcula cantidad de 26.600 pesetas por tarde, y s¨®lo comprar una mula cuesta 300.000 pesetas?". Agrega que ¨¦l tambi¨¦n lo hace por afici¨®n y por mantener la tradici¨®n.
Sus mulas pueden servir de ejemplo a tanto automovilista insolidario e infractor que circula por Madrid, pues en estos 46 a?os s¨®lo han sufrido un accidente. Fue en un cruce de la glorieta de Carranza, por culpa de un coche que no imit¨® a las mulas en el respeto a los sem¨¢foros. Se lo salt¨® y arroll¨® a varias de ellas, aunque ¨²nicamente da?¨® con fuerza a una: "Ya no pudo volver a trabajar, pero se qued¨® conmigo hasta que muri¨® de vieja, destino que siguen todas, pues soy incapaz de matar a estas amigas y colaboradoras m¨ªas".
Anchuelo cree que adem¨¢s de su respeto por el C¨®digo de Circulaci¨®n hay otra causa que explica esa ausencia de percances con los autom¨®viles: "Nos protege el patr¨®n de mi pueblo, san Pedro, m¨¢rtir".
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