La gran orquesta de Amsterdam
El cielo de Iberm¨²sica Orquestas del Mundo termin¨® el martes con la segunda y ¨²ltima actuaci¨®n de la orquesta del Concertgebouw, de Amsterdam, dirigida por su titular, el milan¨¦s Riccardo Chailly. Esta agrupaci¨®n, m¨¢s que centenaria, constituye uno de los m¨¢s hermosos instrumentos sinf¨®nicos de Europa y a su frente, tras el fundador Willem Kes estuvo el extraordinario Mengelberg durante medio siglo (1895-1945), y despu¨¦s Van Beinum, Van Kempen y, por un largo periodo, Bernard Haitink (1961-1986).Todos ellos, sobre su alto magisterio, siguen una l¨ªnea de continuidad en Io sustancial gracias a la cual la orquesta de Amsterdam se presenta con la solidez de lo inamovible. Esta herencia la ha recogido Riccardo Chailly (Mil¨¢n, 1953), disc¨ªpulo de su padre, el compositor Luciano, de Franco Caracciolo y del m¨ªtico Franco Ferrara.
Orquestas del Mundo
Concertgebouw de Amsterdam. Director: R. Chailly. Obras de Haydn, Schoenberg, Schumann y Bruckner. Auditorio Nacional, Madrid, 27 y 28 de mayo.
Racionalismo
Chailly posee una individualidad bien diferente de la de sus antecesores y, en cierto modo, es el polo opuesto de Mengelberg, por cuanto frente a la pasi¨®n pone un racionalismo que a veces roza con lo imp¨¢vido. Los aficionados a los discos suelen medir la talla de los int¨¦rpretes por el n¨²mero de registros y premios, lo que suele conducir a conceptos err¨®neos, ya que la m¨²sica grabada es fen¨®meno radicalmente distinto de la viva, adem¨¢s de estar sujeta a una industria obediente a los imperativos de mercado.Luego est¨¢ la admirable calidad de la orquesta. S¨®lo el escuchar esa perfecta afinaci¨®n equilibrio, ese constante escucharse los unos a los otros, es cuerdas expresivas por su misma calidad sonora y esos vientos que semejan un gran ¨®rgano alerta la atenci¨®n y alegra el ¨¢nimo. Pero las versiones de Haydn (Sinfon¨ªa f¨²nebre) y de Schumann (Sinfon¨ªa en do mayor n¨²mero 2) quedaron no explotaron, por ejemplo, las infinitas posibilidades din¨¢micas de la centuria holandesa.
Lo mejor de los dos conciertos de la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam ha sido las ejecuciones de Schoenberg (Cinco p¨ªezas, opus 16, de 1912), y la Quinta sinfon¨ªa de Bruckner, que ocup¨® todo el segundo programa y que dirigi¨® en Madrid, creo que por vez primera, Paul van Kempen con la orquesta nacional en octubre de 1948 y que volvi¨® a sonar 30 a?os despu¨¦s en manos de Theodor GuschIbauer, mientras menudeaban las audiciones de la Cuarta y la S¨¦ptima sinfon¨ªa.
En Bruckner, como en Schumann, ha de obtenerse como valor previo un cierto ambiente, algo as¨ª como lo que los cr¨ªticos de arte denominan "espacio m¨ªstico" en la arquitectura religiosa. No est¨¢ hecho de oscuridad, pero s¨ª de un indefinible misterio.
Chailly, por contra, lo explica todo, pone luz en todo, lo resalta todo y hasta dir¨ªamos que latiniza a Schumann, Schoenberg o Bruckner si la imaginaci¨®n volara m¨¢s alta. Todo ello se ha escrito sin olvidar que hablamos de quien hablamos, y que una orquesta como la de Amsterdam obliga a mucho. Estar frente a ella, a la altura de las circunstancias, es misi¨®n reservada a batutas egregias.
En el primer concierto, tras los largos aplausos, Chailly concedi¨® como propina unas deliciosas orquestaciones de Schubert realizadas por aquel estupendo imaginativo que fue Bruno Materna.
Babelia
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