El ejemplo de Catalu?a
EL ATENTADO terrorista y consiguiente matanza en la casa cuartel de la Guardia Civil en Vic y la inmediata desarticulaci¨®n del comando Barcelona -con la muerte de sus dos principales responsables- han tenido, adem¨¢s de las horribles consecuencias humanas, importantes efectos pol¨ªticos, de los que pueden extraerse lecciones del m¨¢ximo inter¨¦s.La primera de ellas es que, en uno de sus m¨¢s sangrientos y cobardes atentados, el terrorismo etarra ha encontrado uno de sus principales fracasos. En este caso, la derrota de ETA, adem¨¢s de constituir un fracaso t¨¢ctico y militar -la desarticulaci¨®n de su activo comando Barcelona- resulta una cat¨¢strofe estrat¨¦gica y pol¨ªtica. En efecto, la amplitud de la operaci¨®n policial realizada inmediatamente despu¨¦s de la matanza de Vic indica bien a las claras que no solamente se ha detenido a un comando. Se ha asestado tambi¨¦n un golpe muy serio, que, seg¨²n todos los indicios, puede suponer la desarticulaci¨®n de la red terrorista en Catalu?a y sus zonas de alimentaci¨®n.
Pero hay m¨¢s: esta operaci¨®n dificulta el siniestro objetivo pol¨ªtico del terrorismo etarra, consistente en convertir los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona en caja de resonancia y fe internacional de vida de estos profesionales de la muerte. La tragedia de Vic, como lo fue la de Sabadell -con seis polic¨ªas nacionales fallecidos el pasado diciembre-, deb¨ªa constituir siniestro aviso sobre la seriedad de este prop¨®sito. Lo ha sido, y c¨®mo.
Es cierto que el mensaje de terror se ha vuelto contra sus mensajeros. Pero tambi¨¦n lo es que todos -autoridades, fuerzas de seguridad y la propia sociedad catalana- han extra¨ªdo sus consecuencias en la buena direcci¨®n: colaboraci¨®n de los Mossos d'Esquadra y la Guardia Civil, incremento de las medidas de seguridad en ciudades subsedes ol¨ªmpicas, adelantamiento de los planes de prevenci¨®n para 1992, unidad de instituciones y autoridades y, sobre todo, asunci¨®n pr¨¢ctica de que el problema terrorista compete a la. ciudadan¨ªa en su conjunto. Esta ¨²ltima es precisamente la m¨¢s espl¨¦ndida lecci¨®n -aunque sea aprendida en la tragedia- de los sucesos que comentamos. El ejemplo de Catalu?a resulta definitivo: fue la colaboraci¨®n ciudadana la que permiti¨® a la Guardia Civil encontrar el nido de los terroristas.
Significativamente, el comando Barcelona estaba encabezado por el activista Joan Carles Monteagudo, antiguo capitoste de la organizaci¨®n terrorista catalana Terra Lliure, y ¨¦ste, l¨®gicamente, hab¨ªa capitalizado sus antiguas conexiones a favor.de su nueva organizaci¨®n. Pues bien, todos esos apoyos han quedado ahora.m¨¢s aislados que nunca. A ello ha contribuido de for ma muy eficaz el nacionalismo moderado que encarna el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. Si esta corriente pol¨ªtica se hab¨ªa mantenido siempre dentro del frente democr¨¢tico y antiterrorista, ciertos episodios de anta?o revelaban que, m¨¢s all¨¢ de la voluntad general de sus dirigentes, algunos de sus seguidores juveniles manten¨ªan una cierta simpat¨ªa nost¨¢lgica o una piedad emulativa con sectores independentistas, y una escasa minor¨ªa de ¨¦stos, en superposici¨®n de c¨ªrculos, con el independentismo violento. La contundente posici¨®n del nacionalismo pujolista ante atentados como el de Hipercor en 1987, y a¨²n m¨¢s la todav¨ªa m¨¢s militante protagonizada ahora, no s¨®lo no deja lugar a dudas. Es, adem¨¢s, una direcci¨®n a seguir en toda su profundidad por el nacionalismo vasco democr¨¢tico, ahora agrupado en el Gobierno de Vitoria, y que debe encabezar la concienciaci¨®n de la poblaci¨®n en la defensa no ya s¨®lo de la vida humana en general, sino en la de los polic¨ªas y guardias civiles en particular. Cuando HB pretende hablar en nombre del pueblo vasco para negar -en un incre¨ªble comunicado que debe interesar r¨¢pidamente a la justicia- credibilidad a la versi¨®n oficial y denigrar a los guardias, deber¨ªan ser las instituciones vascas, con el lehendakari a la cabeza, quienes se atrevieran a defender a esos servidores del orden.
Cuatro im¨¢genes simbolizan el ejemplo que acaba de ofrecer la sociedad catalana: la eficaz coordinaci¨®n entre los cuerpos de seguridad, auton¨®micos y centrales, que se ha impuesto a los roces suscitados por el funcionamiento de la Junta de Seguridad; el sepelio de las v¨ªctimas, independientemente de su lugar de nacimiento, en tierra catalana, evidenciando el arraigo que ten¨ªan en .su lugar de destino; el biling¨¹ismo empleado en la ceremonia de despedida, y la doble bandera, espa?ola y cuatribarrada, que cubr¨ªa los f¨¦retros de las v¨ªctimas. Cuando los s¨ªmbolos se convierten en hechos, ning¨²n fanatismo puede contra ellos.
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