Memorable
La corrida fue, sencillamente, memorable. Y fue memorable porque -sencillamente- se vio torear. Dos toreros de hoy pero que parec¨ªan chapados a la antigua recuperaron de la noche de los tiempos todo aquello que elev¨® el ejercicio del toreo a la categor¨ªa de arte.La corrida de Beneficencia fue memorable por muchos motivos y quiz¨¢ el primero de todos porque constituy¨® una revoluci¨®n en toda regla contra esa tauromaquia del rid¨ªculo que ten¨ªan impuesta las figuras del toreo contemporaneo. Dos toreros cabales salieron a la palestra, des plegaron cuantos recursos t¨¦cnicos y art¨ªsticos conoce la tauromaquia cl¨¢sica y enviaron la otra a freir esp¨¢rragos.No fue f¨¢cil, naturalmente, porque desplegar los recursos t¨¦cnicos y art¨ªsticos de la tauromaquia cl¨¢sica es dif¨ªcil y comporta muy serios riesgos. No es lo mismo torear fuera-cacho, la suerte descargada, el pico al pit¨®n contrario para distraer el toro, que dejarse ver d¨¢ndole distancia', recibir su fuerte embestida, templarla, mandar en el viaje, como hicieron los revolucionaros Ortega Cano y C¨¦sar Rinc¨®n.Ortega Cano cuaj¨® muletazos de rutilante belleza, sobre todo en el toreo en redondo, que interpret¨® con impresionante hondura y ligaz¨®n. Hubo momentos en que ese toreo era arte puro, y hab¨ªa entre el torero artista y el p¨²blico que contemplaba absorto su obra una total identificaci¨®n de emociones y sentimientos.
Flores / Ortega, Rinc¨®n Toros de Samuel Flores, bien presentados, algunos muy flojos, encastados y nobles en general
2? devuelto por inv¨¢lido y sustituido por el primer sobrero, de Agustina Lopez Flores, con trap¨ªo, devuelto tambi¨¦n por inv¨¢lido. 6? (se corri¨® turno) segundo sobrero, del hierro titular, con trap¨ªo, descastado. Ortega Cano: estocada tendida trasera, descabello y se acuesta el ?oro (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando saluda); estocada trasera ca¨ªda en la suerte de recibir (dos orejas); estocada trasera atravesada y dos descabellos (oreja con algunas protestas). C¨¦sar Rinc¨®n: estocada delantera -aviso con retraso- y dobla el toro (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada perdiendo la muleta (dos orejas); estocada corta (oreja). Los dos espadas salieron a hombros por la puerta grande. El Rey, a quien los diestros brindaron sus primeros toros, presenci¨® la corrida desde el palco de honor, acompa?ado por su madre la condesa de Barcelona y el presidente de la Comunidad de Madrid, Joaqu¨ªn Leguina. Plaza de Las Ventas, 6 de junio. Corrida de Beneficencia. Lleno de "no hay billetes`.
C¨¦sar Rinc¨®n hizo alarde de valor y dominio, e hizo alarde tambi¨¦n de repertorio acoplando las suertes m¨¢s diversas a las cambiantes condiciones de sus toros. Bien es cierto que en sus dos primeras faenas lig¨® poco los pases, y quiz¨¢ esto le habr¨ªa desmerecido en la obligada comparaci¨®n con Ortega Cano, que s¨ª los lig¨®, si no fuera porque Ortega Cano no lleg¨® a depurar el toreo al natural, y en cambio Rinc¨®n alcanz¨® con . esta suerte algunos de sus momentos cumbre.
La confrontaci¨®n es obligada en las corridas mano a mano y tanto Ortega como Rinc¨®n mantuvieron una competencia a la antigua, rescat¨¢ndola de la no ? che de los tiempos. Es decir, que no se dieron cuartel y sal¨ªan a los quites como leones. Rinc¨®n sorprendi¨® con unas inusuales tijerillas que fueron de sobresalto, y al abrocharlas con una barroca revolera, se iba de la cara del toro igual de jacarandoso que si hubiera mamado el toreo en el coraz¨®n de Triana. El quite caus¨® en la plaza una aut¨¦ntica conmoci¨®n y espole¨® el amor propio de Ortega Cano, que quiso superarlo con apretadas chicuelinas y un desplante rodilla en tierra.
Todos los toros salieron nobles, excepto el sobrero, que dio la nota de su descastada mansedumbre. Ese toro no ten¨ªa faena, si se le aplicaba la moderna tauromaquia de la ridiculez, -pero para la tauromaquia cl¨¢sica s¨ª la ten¨ªa, pues para la tauromaquia cl¨¢sica no hay toro imposible.Para C¨¦sar Rinc¨®n, tampoco. Y despu¨¦s de jugarse el pellejo probando embestidas, mud¨® la t¨¦cnica, aprovech¨® las querencias del toro y ligando con maestr¨ªa la suerte natural con la contraria, lo someti¨® en tres muletazos magistrales, que dejaron al toro para el arrastre -literalmente: se tumb¨® junto a tablas completamente abatido y pusieron al p¨²blico en pie.
A hombros se llevaban a Ortega Cano y C¨¦sar Rinc¨®n en medio de un jubiloso clamor, mezclado con gritos de "?Fuera el ganadero!"' porque result¨® que el ganadero se hab¨ªa subido al carro de los triunfadores e iba tambi¨¦n a hombros, repartiendo saludos. Peto esta intromisi¨®n gratuita en el fondo les tra¨ªa completamente sin cuidado a los aficionados. Hab¨ªan asistido a una memorable tarde de toros, y cuando una tarde de toros es memorable, fuera de Dios -con Ortega sentado a su diestra y Rinc¨®n a su siniestra, por supuesto-, todo lo dem¨¢s ni existe.
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