Como aves precursoras
Pasados por las urnas, acabado el reparto, hecho el pacto, previsto el acto de investidura en las plazas m¨¢s definidas, empieza para todos nosotros una nueva etapa de la espesa vida municipal. En la urbe donde resido -Madrid, una ciudad con m¨¢s de dos millones y medio de votantes, seg¨²n las ¨²ltimas estad¨ªsticas- se ha producido un significativo vuelco, que sin duda los formados lectores de este peri¨®dico conocer¨¢n: el Partido Popular ha obtenido la mayor¨ªa absoluta en el Ayuntamiento, siendo, por lo dem¨¢s, el -partido m¨¢s votado en las elecciones auton¨®micas. Las llamadas de alarma y oferta de socorro -en alg¨²n caso, con petici¨®n de socorro mutuo- empezaron en la misma madrugada del lunes 27.Los amigos y parientes m¨¢s asustados llamaban desde inexpugnables bastiones o desde ,Fortalezas asediadas donde el rojo, pese a todo, hab¨ªa prevalecido: Barcelona, C¨®rdoba, Elche. "?Qu¨¦ os va a pasar ahora?". "?Afecta de verdad, se nota mucho?". Agraciados, estos sujetos municipales, por largas e ininterrumpidas gobernaciones de progreso, sent¨ªan la inquietud propia del parentesco y la buena amistad, no fuera a ser que su ser querido cayese v¨ªctiima de un terror azul hipot¨¦tico despu¨¦s del asalto de las turbas populares al palacio consistorial.
M¨¢s entrado el lunes, otros amigos y conocidos llamaron o respondieron a mi llamada. Eran ¨¦stos los miembros de la numerosa secta de los abstencionistas del ¨²ltimo d¨ªa. Confieso aqu¨ª que un no connatural sino sobrevenido esp¨ªritu de puritanismo civil -qui¨¦n sabe si producto de una larga exposici¨®n a la disciplina inglesa- me hace abominar tanto del Jem'enfoutisme pol¨ªtico, que hoy algunos llaman pasotismo (no votar por sistema a "esos mangantes, que son todos iguales como de la boutade de tintes criminosos (votar a HB en las europeas desde Valladolid o desde La Roda "con tal de darlesen la cara a los del PSOE"). Pero en esta ocasi¨®n, y en esta ciudad, al margen de otras convicciones de gran pol¨ªtica, tambi¨¦n confieso que mi comprensi¨®n hacia el indiferente y al mediocre panel de cabezas de lista de los llamados partidos mayoritarios hac¨ªa muy perdonable el hecho de quedarse en casa sin votar.
Hasta que son¨® la copla por casualidad. Una perturbaci¨®n, una revelaci¨®n. ?Una premonici¨®n? "Yendo por la acera derecha de Jos¨¦ Antonio" tuvo a fines de los cuarenta el desaparecido Gabino-Alejandro Carriedo -y lo refiere en uno de sus estupendos poemas postistas- el reencuentro con una vaca desaparecida. Yendo yo por la acera izquierda de Gran V¨ªa, 24 horas despu¨¦s del ¨²ltimo de una serie de comicios democr¨¢ticos que, entre otras alteraciones en el ornato y nomenclatura de las ciudades espa?olas, han permitido hacer pasar a la peque?a historia de la infamia el nombre de la calle del verso de Carriedo, me reencontr¨¦ por azar, no voy a decir que con Sarita Montiel en carne y hueso, pero s¨ª con la estatua en bronce de su personaje m¨¢s imperecedero.
Fue el fogonazo que me hac¨ªa falta en ese d¨ªa de oscuro desconcierto poselectoral y despu¨¦s de tanta turbia e Insoluble conversaci¨®n telef¨®nica. A mis comprensibles amigos abstencionistas de Madrid les llevar¨ªa de paseo informal cualquier noche de ¨¦stas y esperar¨ªa una visita a la capital de los socorridos de fuera -pues siempre hay viajeros de Elche, de C¨®rdoba y, sobre todo, de Barcelona, en Madrid- para prepararles un itinerario monumental en toda regla.
Un recorrido que empezar¨ªa mostr¨¢ndoles la irrisoria y achaparrada estatua de Vel¨¢zquez, pincel en mano, hace poco levantada -aunque del suelo muy escasamente- en el coraz¨®n del barrio de Salamanca; seguir¨ªa despu¨¦s con la injuriosa efigie con que el Ayuntamiento saliente quiso honrar a Vicente Aleixandre, plantificando en la cercan¨ªa de la casa del poeta una cabeza gigante desprovista de nobleza, belleza y cualquier parecido fison¨®mico, y ante la cual, m¨¢s que reconocer al maestro, nos asustamos pensando en un siniestro doctor Mabuse, y que acabar¨ªa, por no sobrecargar de estaciones el v¨ªa crucis de estos esforzados transe¨²ntes, en una de las confluencias urbanas m¨¢s hermosas de Europa, la esquina de la calle de Alcal¨¢ con la Gran V¨ªa, donde tambi¨¦n, "siendo don Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n alcalde de la Villa", etc¨¦tera, se ha tenido a bien erigir, pocas fechas antes de las elecciones comentadas, un monumento a la(s) violetera(s). (Claro que podr¨ªamos ofrecer a nuestros visitantes otras realizaciones de la reinante cultura municipal: asistir en el teatro Espa?ol a la resurrecci¨®n de t¨ªtulos y montajes de la arqueolog¨ªa esc¨¦nica m¨¢s reciamente hisp¨¢nica, y en el Centro Cultural de la Villa, seguir un exhaustivo Homenaje a la copla, que en el d¨ªa en que escribo este art¨ªculo presenta, en funciones de tarde y noche, la actuaci¨®n de la simpatiqu¨ªsima Paquita Rico.)
?Maximalismos izquierdosos? Recurrir¨¦ a la canci¨®n espa?ola. Al pie de la horripilante escultura de la vIoletera leemos, en bronc¨ªneas letras, los versos que inspiraron la Inmarcesible melod¨ªa del maestro Padilla: "Como ave precursora de primavera / en Madrid aparece la violetera". El hecho de que se emborrone con obras de una est¨¦tica enemiga, retrofascista, la memoria de los artistas que se quiere conmemorar, o se aniquile un frente cosmopolita como el arranque de la Gran V¨ªa (?hace falta citar otros versos no menos populares, los que cierran -"un hueco para mirar / un cielo que respirar / y una calle de paseo", etc¨¦tera- la deliciosa zarzuela de Chueca La Gran V¨ªa, ¨¦sa que fascinara a Nietzsche justamente por el esp¨ªritu mundano pero canalla de algunos de sus n¨²meros?) colocando un emblema tan vacuo, tan cazurro y paleto, tan espantosamente acabado, flanqueado adem¨¢s por la correspondiente cuota de los nuevos maceteros pincho que adornan esa bella avenida, quiz¨¢ no sea s¨®lo un desaguisado contra las leyes est¨¦ticas de la ciudad (que un futuro Ayuntamiento rojo bien podr¨ªa pensar en demoler, como se hizo con los ominosos monumentos del General¨ªsimo y sus ca¨ªdos). Las aves precursoras de los nuevos gobiernos municipales reconquistados tienen todo el aire de ser de mal ag¨¹ero.
Si en la ciudad donde vivo y en las parcelas de la vida cotidiana que m¨¢s me ata?en una alcald¨ªa s¨®lo de centro-derecha ha poblado las esquinas y las instituciones culturales de engendros semejantes, lo que una derecha totalmente eficaz puede lograr en ese terreno produce v¨¦rtigos invencibles. Pienso, por ejemplo, en las inagotables posibilidades que se le brindan a cualquier fogoso concejal de Cultura salido de la alianza PP-Uni¨® Valenciana en la capital del Turia: unas jornadas de exaltaci¨®n po¨¦tica del all i pebre, un obelisco a la flor de azahar, un gran monumento con hechuras de bunker a la sin par barraca valenciana.
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