De las cenizas
LA MUERTE de Rajiv Gandhi ha supuesto m¨¢s que el descabezamiento del liderazgo de un partido poderoso. Al vac¨ªo dejado en su partido se ha a?adido el que se ha producido en la India entera. Las opciones de Gobierno en este inmensamente complejo subcontinente (21 Estados federales, 9 territorios, 850 millones de habitantes de diversas razas, religiones, castas, idiomas; extrema pobreza, y tensiones pol¨ªticas regionales de gran violencia) son muy limitadas. Durante 40 de los 44 a?os de existencia independiente, la India ha estado gobernada por el Partido del Congreso o, m¨¢s apropiadamente, por la dinast¨ªa Nehru-Gandhi que lo controlaba. Y en las pocas ocasiones en que esa familia ha estado alejada del poder (Indira, entre 1977 y 1980, y su hijo ahora asesinado, desde finales de 1989), sus oponentes a derecha e izquierda han hecho gala de una casi total incapacidad de gesti¨®n.Nehru, fundador de la dinast¨ªa y heredero de la aspiraci¨®n integradora del mahatma Gandhi, impuls¨® la idea de una India capaz de superar el magma disgregador de los elementos que la componen. Su hija Indira, hasta su asesinato en 1984, quiso consolidar el proyecto con un voluntarismo a prueba de dificultades y desastres. Rajiv pretendi¨® renovar el sue?o desde una perspectiva pragm¨¢tica de gesti¨®n occidentalizada. Ninguno consigui¨® realizar su ambici¨®n.
El asesinato de Rajiv cuando estaba a punto de volver al Gobierno significa seguramente que se ha acabado el proyecto integrador de la India tal como lo concibieron quienes lo formularon, y que es ahora necesario replantear el futuro del pa¨ªs desde otros presupuestos. No es ya posible ignorar las graves tensiones que lastran al pa¨ªs: los violentos enfrentamientos en el Punjab, en Bihar y en Tamil Nadu (donde fue asesinado Rajiv), la imposible situaci¨®n econ¨®mica, la end¨¦mica corrupci¨®n. La fren¨¦tica b¨²squeda en los pasados d¨ªas de un nuevo heredero del carisma Gandhi y la elecci¨®n provisional de Narasimha Rao como presidente hasta que concluya el proceso electoral ilustran hasta qu¨¦ punto la muerte de Rajiv ha sembrado el desconcierto y revelan la dram¨¢tica ausencia de l¨ªderes.
En estas circunstancias, parece normal que los comicios sean ganados por el integrismo representado por el partido hinduista Bharatiya Janata, que ha cobrado extraordinaria pujanza en los ¨²ltimos tiempos. Se trata de una opci¨®n que apela a sentimientos religiosos y nacionalistas, es decir, que utiliza directamente el detonante de un problema que existe (las profundas diferencias de credos y castas) y que los Gandhi trataron de ignorar porque quisieron suponer que la independencia hab¨ªa acabado con ¨¦l. Mientras tanto, el Frente Popular del Janata Dal, que gobierna en Delhi desde 1989, parece tener posibilidades m¨ªnimas de retener el poder.
El proceso electoral interrumpido por el asesinato de Rajiv se reanud¨® esta semana en Assam, Estado en el que importaba menos qui¨¦n resultara ganador (probablemente lo ser¨¢ el xen¨®fobo Frente Unido de Liberaci¨®n assam¨ª) que evitar un nuevo ba?o de sangre. Las fechas que m¨¢s angustia producen son, sin embargo, los d¨ªas 12, 15 y 22 de junio, en que debe completarse la elecci¨®n general, culminando en la circunscripci¨®n m¨¢s explosiva, el Punjab, donde la campa?a se ha cobrado m¨¢s de 500 vidas hasta ahora.
Mientras tanto, el Janata Dal y el Bharatiya Janata acusaron la semana pasada al Partido del Congreso de utilizar pr¨¢cticas electoralistas espurias: con gran aparato publicitario disfrazado de duelo, distribuy¨® por todo el pa¨ªs urnas conteniendo parte de las cenizas de Rajiv Gandhi para verterlas en emotivas ceremonias. Si la cosa es como la denuncian sus adversarios pol¨ªticos, ser¨ªa una forma indigna de utilizar los despojos de un m¨¢rtir para renacer aceleradamente de sus cenizas.
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