?D¨®nde estabas, Smiley?

En la primera sesi¨®n dijo que era un profesional; en la segunda que es un profundo creyente. Reza todos los d¨ªas por su abuela, que falleci¨® el d¨ªa que proporcionaba una coartada a su nieto. Casado, el abogado de Amedo, ha presentado un certificado que dice probarlo. El acusado tambi¨¦n ha mostrado ser lo que se llama un hombre de orden, al honrar la figura de su padre: "Un hombre con fama en toda Espa?a", ha dicho, "que participa en campeonatos mundiales de tiro".Amedo contestaba al ¨²nico abogado que hasta ahora ha logrado irritarle, Fernando Salas, virado sobre la silla, con la cara enfrentada a la del letrado, mir¨¢ndole sin pesta?ear. No te temo, parec¨ªa indicar su actitud, sobre todo cuando se colocaba la mand¨ªbula con un estiramiento de labios. Pero se crisp¨® ante la insistencia de Salas sobre el origen del dinero gastado en los casinos, nueve millones s¨®lo en el a?o 86. Amedo sabe, seguramente, que a Capone no le detuvo la justicia por asesino, que cayo por no tener las cuentas claras. Las suyas son un verdadero caos. Gastos inexplicables en un pol¨ªcia que cobra 200.000 pesetas al mes. Este es un subcomisario que se alojaba en hoteles de 5 estrellas, que derrochaba dinero en el juego. ?Y por qu¨¦ no, es que no tengo derecho? Ese era el tono de cada respuesta, como si ¨¦l supiera que no hac¨ªa nada indebido, nada que no merecieran sus m¨¦ritos. "He ganado dinero haciendo de intermediario en operaciones inmobiliarias, con gente que he conocido por mis relaciones sociales". Pero no da una sola prueba, pese a su situaci¨®n de acusado, como le record¨® Salas.

Sus respuestas son irritadas, pero luego se disculpa; porque ¨¦l tiene idea del comedimiento que debe mostrar un hombre de honor. Adem¨¢s conf¨ªa en su preparaci¨®n para no decir ni m¨². Pero se adivina algo m¨¢s, que encaja muy bien con este personaje; es el deseo que Amedo ha debido guardar siempre de ser rico, Invitar a todo el mundo, figurar entre la gente que no necesita hacer cuentas antes de perder un mill¨®n en una noche. Su trabajo en el servicio de informaci¨®n de la polic¨ªa de Bilbao le permiti¨® creer en ese espejismo durante unos a?os.

La crispaci¨®n que le produc¨ªa el tema del dinero desapareci¨®. Solo parec¨ªa aburrido y muy seguro cuando Salas le cit¨® la serie de nombres de miembros de los GAL que han declarado conocerle. Jos¨¦ Amedo era, seg¨²n los casos, Ricardo, Th¨®rnas, Genaro... Un tipo que les citaba y les contrataba para secuestrar o matar etarras, que se autodefin¨ªa como empleado del Estado espa?ol, y que en algunos casos no les pag¨®. Porque Amedo, en el fondo, desprecia a los mercenarios. "No me trato con del Incuentes", ha dicho en el juicio. Estos hombres, muchos de ellos cumpliendo condena o esperando juicio, han sido interrogados por el juez Garz¨®n, que ha recogido los testimonios de la participaci¨®n de Amedo en la organizaci¨®n de atentados terroristas. A la pregunta repetida de "?conoce a este hombre?", Amedo respond¨ªa sin dudarlo, mec¨¢nicamente, a veces con cierta sorna: "En absoluto". En el colmo de su osad¨ªa lleg¨® a decir: "Bueno, traiga a ese hombre aqu¨ª y hagamos un careo".

S¨®lo ha admitido haber conocido a un polic¨ªa franc¨¦s, que ha muerto, con el que com¨ªa cerca de la frontera para que le diera informaci¨®n sobre los etarras que viven en Francia. As¨ª, en este momento, ha ca¨ªdo en una contradicci¨®n; porque el d¨ªa anterior hab¨ªa dicho que nunca supo nada de los etarras de Francia; que ¨¦l s¨®lo se ocupaba de los terroristas de este lado.