El plan de competitividad entra en el Parlamento (y II)
El texto del pacto social de progreso que ha sido remitido al Parlamento por el Gobierno, y cuya parte fundamental fue publicada ayer por El PA¨ªS, aborda en uno de sus cap¨ªtulos un an¨¢lisis de la evoluci¨®n de la econom¨ªa espa?ola en la d¨¦cada de los 80. El que sigue es un extracto del mencionado cap¨ªtulo, en el que se defiende la pol¨ªtica de correcci¨®n de desequilibrios aplicada desde el a?o 1983 y la utilidad de los procesos de concertaci¨®n social conseguidos en algunos ejercicios claves. Seg¨²n se afirma en el cap¨ªtulo, la contribuci¨®n m¨¢s destacada de la pol¨ªtica de pactos al auge de la econom¨ªa espa?ola ha sido el haber hecho posible la credibilidad de la orientaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica. Adem¨¢s, los pactos facilitaron el uso de dos instrumentos de disciplina, la moderaci¨®n del salario nominal y la nueva pol¨ªtica de manejo del tipo de cambio sin los que buena parte de los resultados cosechados desde 1986 habr¨ªan sido muy dif¨ªciles de alcanzar. La moderaci¨®n del salario nominal, de acuerdo con el an¨¢lisis que se realiza en el cap¨ªtulo, supuso liberar a la econom¨ªa espa?ola de parte de la ilusi¨®n monetaria que las anteriores pol¨ªticas hab¨ªan incrustado en el funcionamiento de los mecanismos de formaci¨®n de precios y salarios.
La econom¨ªa espa?ola en la d¨¦cada de los ochentaLa profunda transformaci¨®n operada en nuestra econom¨ªa, durante la pasada d¨¦cada, ven¨ªa exigida por nuestro deseo hist¨®rico de integraci¨®n en la Comunidad Europea. (...)
La necesidad de llevar a cabo ese cambio de orientaci¨®n de nuestra pol¨ªtica econ¨®mica, queda suficientemente justificada al constatar que los efectos de la crisis econ¨®mica internacional de los a?os setenta resultaron devastadores para nuestro proceso de convergencia hacia el nivel de bienestar europeo. [ ... ]
La apuesta entre 1974 y 1977 por una pol¨ªtica econ¨®mica caracterizada por la ausencia de disciplina monetaria, fiscal o cambiaria, junto con unas reivindicaciones salariales en claro conflicto con la situaci¨®n real, y las perspectivas de la econom¨ªa espa?ola condujeron a que en los 10 a?os siguientes, la sociedad espa?ola tuviera que afrontar la destrucci¨®n de casi dos millones de puestos de trabajo, la aparici¨®n de una tasa de desempleo superior al 20%, una elevada y persistente tasa de inflaci¨®n, el progresivo deterioro de la situaci¨®n financiera del sector p¨²blico y la acumulaci¨®n de cuantiosos d¨¦ficit externos, que hicieron crecer el endeudamiento externo hasta triplicar el nivel de nuestras reservas de divisas. Todo ello configuraba la existencia, al principio de la pasada d¨¦cada, de un conjunto de desequilibrios macroecon¨®micos b¨¢sicos mucho m¨¢s intensos que en el resto de Europa, sin cuya correcci¨®n resultaba imposible el proceso de integraci¨®n en la Comunidad.
Un an¨¢lisis retrospectivo de los efectos del programa de reforma y saneamiento de la econom¨ªa espa?ola, que comenz¨® a aplicarse a partir de 1983, demuestra que la reducci¨®n de los desequilibrios econ¨®micos es compatible con el mantenimiento de tasas de crecimiento econ¨®mico elevadas. Por supuesto, para conciliar ambos objetivos fue necesario instrumentar pol¨ªticas de reformas estructurales que favoreciesen una mejor asignaci¨®n de los recursos y, por tanto, reforzaran el crecimiento potencial de la econom¨ªa, y aplicar pol¨ªticas de manejo de la demanda que hiciesen compatible el crecimiento de la demanda interna con el crecimiento de la producci¨®n dom¨¦stica ( ...) .
Los resultados de esta combinaci¨®n de pol¨ªticas han sido siempre satisfactorios, y buena prueba de ello fueron los resultados cosechados entre 1986 y 1990. En esos a?os, la econom¨ªa espa?ola ha acumulado un crecimiento del PIB del 25% -frente a un crecimiento medio del 16,5% en la CEE- y, simult¨¢neamente, ha sido posible reducir la tasa de inflaci¨®n en m¨¢s de dos puntos porcentuales, las necesidades de endeudamiento del sector p¨²blico en 2,6 puntos del PIB y la tasa de desempleo en algo m¨¢s de cinco puntos porcentuales, creando m¨¢s de 1,5 millones de nuevos puestos de trabajo. ( ...)
Es m¨¢s, la reducci¨®n de la inflaci¨®n que se ha logrado y el crecimiento del empleo registrado, son claros indicadores de que el sistema productivo espa?ol es paulatinamente m¨¢s eficiente a la hora de enfrentarse a su elevada tasa de paro, sin duda, su desequilibrio b¨¢sico m¨¢s acusado. Mientras que entre 1977 y 1982, la rigidez de la econom¨ªa y las expectativas inflacionistas requer¨ªan que cada punto de reducci¨®n de la inflaci¨®n se asociara a un aumento del desempleo cercano a 1,2 puntos, entre 1986 y 1990 las medidas de flexibilizaci¨®n econ¨®mica y la consolidaci¨®n de unas expectativas favorables a la desinflaci¨®n han permitido reducir simult¨¢neamente el desempleo y la tasa de inflaci¨®n.
Uno de los elementos claves que facilitaron la introducci¨®n de un clima m¨¢s favorable a la desinflaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola fue la pol¨ªtica de concertaci¨®n social que, revistiendo m¨²ltiples formas institucionales y cubriendo periodos de mayor o menor duraci¨®n, existi¨® desde la restauraci¨®n democr¨¢tica.
Aunque, en ocasiones, se haya pretendido reducir estos acuerdos entre los interlocutores econ¨®micos y sociales a meros pactos de moderaci¨®n salarial, lo cierto es que una somera revisi¨®n de su contenido indica que fueron dise?ados para permitir el cumplimiento de objetivos m¨¢s ambiciosos [ ... ]
Aunque los distintos pactos o acuerdos suscritos en los primeros a?os de la d¨¦cada de los ochenta incorporaban cl¨¢usulas de moderaci¨®n del salario nominal, el an¨¢lisis de la evoluci¨®n del poder de compra de los asalariados durante el ¨²ltimo decenio demuestra que, exceptuando los a?os 1981 y 1984 -en los que, por cierto, no existieron procesos de concertaci¨®n- el salario real aument¨® en todos y cada uno de los a?os del periodo.
La moderaci¨®n del salario nominal, a la vista de la evoluci¨®n del salario real, sencillamente supuso liberar a la econom¨ªa espa?ola de parte de la ilusi¨®n monetaria que las anteriores pol¨ªticas hab¨ªan incrustado en el funcionamiento de nuestros mecanismos de formaci¨®n de precios y salarios. En consecuencia, la moderaci¨®n salarial, al favorecer la aparici¨®n de un contexto econ¨®mico m¨¢s estable, permiti¨® la creaci¨®n de empleo neto a partir de 1985 y contribuy¨® a mejorar la distribuci¨®n funcional de la renta de la forma m¨¢s solidaria posible, es decir, a trav¨¦s de la incorporaci¨®n de poblaci¨®n potencialmente activa al mercado de trabajo. (...) Pero posiblemente la contribuci¨®n m¨¢s destacada de la pol¨ªtica de pactos, al auge de la econom¨ªa espa?ola, haya sido el haber hecho posible la credibilidad de la orientaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica. Hubiese sido muy dif¨ªcil recuperar, en los a?os centrales de la d¨¦cada pasada, la confianza en la econom¨ªa espa?ola de los inversores nacionales y extranjeros, si la mejora en la tasa de rentabilidad del capital se hubiera tenido que apoyar en un proceso de expulsi¨®n de trabajadores del mercado de trabajo hasta que el nivel de salario real fuese compatible con el nivel de productividad. Por otra parte, el Gobierno habr¨ªa tenido m¨¢s dificil el reconocimiento de la reputaci¨®n antiinflacionista de su pol¨ªtica econ¨®mica, si la contracci¨®n de la demanda interna hubiese tenido que apoyarse exclusivamente en la pol¨ªtica monetaria y fiscal. Finalmente, algunas de las cruciales reformas estructurales que se produjeron, habr¨ªan sido mucho m¨¢s costosas social y econ¨®micamente, si no hubiese existido la concertaci¨®n social. (...)
Buena parte de los resultados cosechados desde 1986 habr¨ªan sido muy d¨ªficiles de alcanzar, si la econom¨ªa espa?ola no se hubiera dotado de dos instrumentos de disciplina: la moderaci¨®n del salario nominal y la nueva pol¨ªtica de manejo del tipo de cambio. Estas dos anclas nominales del sistema contribuyeron decisivamente a configurar unas expectativas claramente desinflacionistas que, al cumplirse, alimentaron el proceso de inversi¨®n, generaci¨®n de empleo y crecimiento iniciado en la segunda parte de 1985.
Reconstruir este contexto macroecon¨®mico y social vuelve a ser decisivo en las v¨ªsperas de la construcci¨®n de la uni¨®n econ¨®mica y monetaria. En primer lugar, porque desde nuestra incorporaci¨®n al acuerdo cambiario del SME, el mantenimiento de una pol¨ªtica cambiaria que no permite acomodar, v¨ªa devaluaciones, las p¨¦rdidas de competitividad, es un rasgo irreversible de nuestro sistema econ¨®mico.
Y en segundo lugar, porque recuperar la consistencia entre las tasas de crecimiento del salario nominal y las ganancias de productividad, es el ¨²nico camino que permitir¨¢ conciliar la creaci¨®n sostenida de empleo y la ganancia del poder de compra de los salarios, factores ambos que deber¨ªan continuar siendo los impulsores de nuestro proceso de convergencia a los niveles de renta per c¨¢pita en la Comunidad Europea.
El mejor modo de combinar ambos objetivos y hacer irreversible el proceso de convergencia a la prosperidad europea, es asegurar que los salarios reales no absorban todos los incrementos de productividad del sistema, permitiendo as¨ª mantener la continuidad del proceso inversor generador de empleo y de futuras ganancias de productividad. Esta ruta, que es sostenible en el tiempo, puesto que mantiene la inversi¨®n, la competitividad externa y el crecimiento del empleo y del producto, es superior a la ruta alternativa de crecimientos del salario real de las personas ya ocupadas por encima de las ganancias de productividad del sistema, una estrategia que, aunque inicialmente puede crear el espejismo de una ganancia de poder de compra, acaba por revetarse como est¨¦ril [ ... ]La superioridad de la ruta que combina la maximizaci¨®n del empleo con la obtenci¨®n de ganancias de salario reales, ajustadas al aumento de productividad del sistema, es una contundente lecci¨®n de nuestro pasado econ¨®mico, que tambi¨¦n viene avalada por las dispares experiencias que han experimentado algunos de nuestros socios comunitarios en los ¨²ltimos a?os. (...)
Obviamente existen muchas explicaciones de este dispar comportamiento econ¨®mico, pero entre todas ellas merece la pena destacar dos:
1. El distinto papel jugado en estos pa¨ªses por la pol¨ªtica monetaria y m¨¢s espec¨ªficamente por el tipo de cambio.
2. El divergente comportamiento experimentado por los costes laborales unitarios en el Reino Unido y en los otros dos pa¨ªses comunitarios citados, fruto, en estos ¨²ltimos casos, de sus procesos institucionalizados de concertaci¨®n.
Efectivamente, mientras que a partir de 1984, en el Reino Unido la oferta monetaria ha aumentado a tasas muy elevadas desde principios de la d¨¦cada, la oferta de saldos reales en B¨¦lgica y Holanda no ha crecido m¨¢s all¨¢ del 5%. Por otra parte, mientras que el tipo de cambio efectivo de la libra se ha depreciado pr¨¢cticamente de forma continuada desde 1986, los tipos efectivos de B¨¦lgica y Holanda, o bien se han apreciado ligeramente, o bien han permanecido estables. Ello parece confirmar la importancia cr¨ªtica que ha adquirido la reputaci¨®n antinflacionista de las autoridades econ¨®micas, a la hora de determinar el coste de lograr las tasas de inflaci¨®n reducidas que requiere la construcci¨®n europea. Esta hip¨®tesis de credibilidad se ver¨ªa igualmente reforzada por un an¨¢lisis de la experiencia francesa, pa¨ªs que parece haber conseguido desprenderse de sus tradicionales inercias inflacionistas, tras convertir el mantenimiento de la paridad del franco con el marco en el centro de su pol¨ªtica econ¨®mica.
Pero no menos importante que los efectos de las diferentes pol¨ªticas monetarias y cambiar¨ªas practicadas en estos pa¨ªses, han sido las derivadas de la evoluci¨®n de los salarios. Los costes laborales unitarios brit¨¢nicos han acumulado, desde 1987, un crecimiento nominal del 23%, frente a los aumentos del 6,8% y del 3,2% que han registrado B¨¦lgica y Holanda. El reflejo que este comportamiento ha tenido sobre la competitividad de las respectivas econom¨ªas, sus equilibrios externo e interno y, en consecuencia, sobre las expectativas de crecimiento en el medio y largo plazo son, ciertamente, patentes.
En s¨ªntesis, tanto la experiencia dom¨¦stica como la internacional, parecen apuntar a que el objetivo perseguido por la econom¨ªa espa?ola -la convergencia a los niveles de bienestar europeos mediante la creaci¨®n de empleo y la mejora del poder de compra del salario real- es un proceso que requiere la eficaz combinaci¨®n de un buen n¨²mero de pol¨ªticas y actuaciones econ¨®rn¨ªcas. La primera de ellas, el mantenimiento de un crecimiento econ¨®mico estable y no inflacionario, lo que, a su vez, requiere la credibilidad del compromiso antiinflacionario del Gobierno y la colaboraci¨®n de los agentes sociales. Y en segundo lugar, la conjunci¨®n de las pol¨ªticas de manejo de la demanda y las de reformas estructurales y pol¨ªticas industriales, a fin de que la mayor flexibilidad de la econom¨ªa y la mayor eficiencia en la asignaci¨®n de recursos aseguren que la econom¨ªa est¨¢ maximizando sus posibilidades de crecimiento econ¨®mico.
Todos estos objetivos son, evidentemente, mucho m¨¢s f¨¢ciles de lograr si existe un amplio acuerdo social sobre la mejor manera de instrumentar las pol¨ªticas necesarias. Quiz¨¢ la mejor forma de apreciarlo sea analizando las consecuencias econ¨®micas y sociales que para Espa?a tendr¨ªa el intento de converger r¨¢pidamente a la situaci¨®n macroecon¨®mica, que nos exige nuestra integraci¨®n en la UEM, sin que mediase un amplio pacto social del progreso.
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