"Gracias por tanto cart¨®n"
Cerca de la plaza de Benavente, en Madrid, hab¨ªa esta semana un mensaje de gratitud que parec¨ªa una epopeya. Sobre la puerta rotunda de un almac¨¦n de tejidos, un recogedor de cartones y envoltorios de papel hab¨ªa escrito con tiza una inscripci¨®n definitiva, un mensaje que justificaba su jornada: "Gracias por tanto cart¨®n".Con todas sus letras, y con el acento incluido sobre aquella ortograf¨ªa picuda, una mano, probablemente joven y de estatura aceptable, hab¨ªa dejado impresa en la letra veraniega de la puerta una met¨¢fora de este tiempo.
En Madrid antes te daban las gracias y ahora te echan del taxi si no llevas cambio, o si ices una direcci¨®n que no conviene. Antes te daban las gracias y te invitaban a la mesa por si acaso ten¨ªas hambre, pero ahora te cierran la minilla y te ven como si en la mirada llevaras la parte de dentro de una pistola.
La gente tiene entre ceja y ceja a los dem¨¢s. Cuando te equivocas de n¨²mero en el tel¨¦fono una voz rotunda te dice que el tel¨¦fono marcado no existe. Cuando vas a pasar por donde se supone que es territorio tuyo, aquella geograf¨ªa inviolable que te queda bajo el nombre rom¨¢ntico de paso de peatones, alguien te grita desde una ventanilla sudorosa y te dice que te andes, que no hay tiempo que perder. Cuando pides unos calcetines o una crema para los zapatos en los grandes almacenes, te dicen con un gesto del flequillo que eso debe andar por ah¨ª, y te pasas la tarde buscando "por ah¨ª" la crema para lustrar los zapatos.
Es atosigante ver c¨®mo se dan sobre el asfalto las antiguas normas de la cortes¨ªa. Nadie ha matado a nadie porque no le dieran las gracias o porqu¨¦ no le pidieran por favor las cosas. Pero hay una tradici¨®n inglesa que all¨ª siguen al pie de la letra y que evita cualquier equ¨ªvoco: decir las cosas con palabras. En Espa?a acostumbramos a dar las gracias con los ojos.
En esa inscripci¨®n urbana de gratitud hay un mill¨®n de s¨ªmbolos. El primero est¨¢ en la propia existencia del mensaje: un joven acostumbrado a acabar la tarde vac¨ªo de cartones rinde homenaje al que se los deja todos: con el almac¨¦n lleno, el muchacho ha emprendido el camino de la venta de su mercanc¨ªa y no quiere dejar de decir que se ha dado cuenta de que no est¨¢ solo.
La propia letra es una epopeya de este tiempo: bien dispuesta, paciente, sustituye al viejo grafito que denuncia que el coche est¨¢ sucio, o que fulanito de tal es un hijo de perra, alguien que merece castigo, desprecio o vilipendio. No: la que hab¨ªa inscrita cerca de la plaza de Benavente era una nota de urbanidad en medio del ruido que proviene de las profundidades de Lavapi¨¦s. Al lado, mientras le¨ªa esa nota congratulada, un anciano reposaba sobre el hombro desnudo de una prostituta. Deb¨ªa reposar la confindencia de un deseo, porque al cabo de un minuto de establecer ese di¨¢logo confiado con la chica desaparecieron los dos como si buscaran un cuarto.
Una Vespa azul que reposaba cerca de la inscripci¨®n fue retirada a tiempo por su propietaria, porque unos chicos que no deb¨ªan tener Vespa parec¨ªan, por sus ojos, que precisaban una. La propietaria dijo que de d¨ªa no era peligroso dejar las Vespa aparcadas, pero que al atardecer pasan unos chicos con camionetas que se las llevan una a una.
Y as¨ª, en aquella atm¨®sfera del v¨¦rtigo de una zona que huele a b¨²squeda, esa nota parec¨ªa m¨¢s un deseo que un mensaje. Y, luego, el acento sobre la o de la palabra cart¨®n significaba un distintivo sobre la copa analfabeta que siempre se les atribuye a los que recogen cosas por la calle.
Mirando al suelo
Madrid es una ciudad en la que hay que caminar mirando al suelo porque la ciudad se ha llenado de cosas que tienen que ser recogidas. No s¨¦ si ustedes lo habr¨¢n apreciado ¨²ltimamente, pero ya no recogen s¨®lo aquellos que antes se afanaban en los basureros: debe ser que la basura es ahora de una calidad diferente, porque se ven en las bocas h¨²medas de los desperdicios manos cada vez m¨¢s ilustradas buscando lo que otros sabios dejaron antes en el portal de su casa.
Acaso esa nueva divisi¨®n del desperdicio es la que ha cambiado los signos de la gratitud urbana. Y esa inscripci¨®n bien escrita en la `puerta de un comercio no es otra cosa que la confirmaci¨®n de que el lenguaje del futuro pasa por el buen uso de las puertas para decir, por ejemplo, que el desperdicio ha dado buen resultado, que el negocio funciona, que gracias por tanto cart¨®n.
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