Anemia cultural
EL ESTUDIO que, encargado por el Ministerio de Cultura, fija estad¨ªsticamente los h¨¢bitos, comportamientos y equipamientos culturales de los espa?oles resulta muy preocupante. El estado de salud de nuestra cultura ha provocado algunos escalofr¨ªos y una justificada alarma, aunque no sorpresa, salvo en quienes viven en el limbo de la inocencia premeditada. La falta de precedentes de un estudio de esta amplitud, la elasticidad interpretativa de las cifras estad¨ªsticas en materia de esta naturaleza y la extendida relaci¨®n mecanicista del crecimiento cultural con ¨ªndices sociales y econ¨®micos no aten¨²an la gravedad del diagn¨®stico. Sin subterfugios, buscando explicaciones congruentes con los niveles educativos y menos convincentes en la comparaci¨®n con los niveles europeos, el ministro Sol¨¦ Tura ha cargado en la presentaci¨®n del estudio con la realidad heredada de sus dos ¨²ltimos antecesores en el cargo.Ahora, a la altura de 1991, se descubre que en algunas ¨¢reas ha bajado el nivel de 1982. Ahora resulta que la agitaci¨®n cultural del ¨²ltimo decenio -la movida como emblema de otros fen¨®menos- se limit¨® a una moda ampliamente distorsionada por la verbosidad pol¨ªtica. Ahora, bajo el agua fr¨ªa del jarro, no ser¨¢ permisible la frivolidad y menos a¨²n la pretensi¨®n, sacada de la m¨¢gica chistera voluntarista, de haber superado un retraso secular mediante campanas publicitarias. Tampoco, por supuesto, ser¨ªa razonable caer en el extremismo opuesto de la visi¨®n pesimista del 98. Evidentemente, es un rayo de esperanza que sean los j¨®venes los m¨¢s cultos o, dicho seg¨²n autorizan los porcentajes, los menos desafectos a la cultura.
Esta radiograf¨ªa muestra no s¨®lo las carencias, sino tambi¨¦n inquietantes sombras de indiferencia y hasta fobia por la lectura, el cine, el teatro y la pintura. El descenso en las ventas de la reci¨¦n clausurada Feria del Libro del Madrid corrobora la alergia a la letra impresa que padecen incluso personas con titulaci¨®n superior y que, en el mejor de los casos, proclaman su amor por la lectura y su disgusto por la falta de tiempo para leer o, m¨¢s crudamente, lamentan de manera un tanto falaz el elevado precio de los libros. En Espa?a, la lectura contin¨²a siendo una operaci¨®n ardua, de sospechosa rentabilidad, prescindible y, como todo lo que no gusta, de precio supuestamente escandaloso.
De la inasistencia al cine, al teatro, a las librer¨ªas y a las salas de arte en aras de la televisi¨®n no cabr¨ªa l¨®gicamente deducir la crisis de TVE. Curioso tambi¨¦n, entre otros datos del estudio, el que refleja el alto porcentaje de poseedores de equipos de alta fidelidad que apenas adquieren discos, lo que recuerda a quienes compran libros como elemento decorativo. Entre las aficiones dentro del hogar, practicar juegos de mesa y cultivar flores arrojan los porcentajes m¨¢s altos, lo que puede significar, con todos los respetos al parch¨ªs y al geranio, una persistencia de la m¨¢s acrisolada tradici¨®n. Siguiendo en esta l¨ªnea, la asistencia a representaciones de zarzuela dobla a la de la ¨®pera, y no es muy satisfactoria la asistencia a recitales de rock. Con independencia de un an¨¢lisis pormenorizado de los datos, se desprende del estudio un talante inmovilista y una lenta penetraci¨®n de nuevos gustos y actitudes.
Por fortuna, no se ha producido una inmediata avalancha de soluciones y remedios a la anemia cultural. Quiz¨¢ una de las conclusiones m¨¢s fruct¨ªferas del estudio sea la prudencia a que obligan sus resultados. Habr¨¢ que tentarse las ideas, por ejemplo, antes de relacionar sin m¨¢s el crecimiento econ¨®mico con el cultural. Tampoco del nivel democr¨¢tico parece desprenderse milagrosamente el nivel de cultura. Cabe concluir que no todo es cultura, como se predica con exageraci¨®n, y que se puede vivir en democracia y con un aceptable ¨ªndice de bienestar econ¨®mico mientras contin¨²a andrajosa en la cocina Cenicienta, la hijastra del progreso.
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