Una transici¨®n at¨ªpica
El secretario general de la ONU lo destac¨® recientemente ante el Parlamento Europeo: "La democracia ha hecho progresos espectaculares en el curso de los ¨²ltimos a?os, no s¨®lo en Europa, sino tambi¨¦n en Am¨¦rica Latina y el Caribe". Es decir, no s¨®lo en los pa¨ªses m¨¢s accesibles para los mass media de la CE, sino tambi¨¦n en la parte del Tercer Mundo a la cual Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar, como peruano, pertenece.La observaci¨®n induce a estudiar con mayor atenci¨®n los m¨¦todos a trav¨¦s de los cuales la democracia -como valor, cultura y forma de gobierno- nace o renace, se desarrolla y se consolida en Am¨¦rica Latina. En definitiva, obliga a profundizar en aquellos cambios que ya no emanan de acontecimientos traum¨¢ticos, sino de la pac¨ªfica y categorizada transici¨®n. La experiencia espa?ola -antecedente se?ero- presenta la transici¨®n como un proceso din¨¢mico en virtud del cual un sistema autoritario va cediendo posiciones a un sistema democr¨¢tico, sin explosi¨®n institucional y manteniendo la continuidad, jur¨ªdica del Estado. Supone, as¨ª, una delicada y conflictiva transparencia de poderes entre el sistema que se extingue y el que nace.
Atado y bien atado
En tal contexto, la lucha pol¨ªtica adquiere niveles de la m¨¢s alta complejidad, y las exigencias a la imaginaci¨®n y al liderazgo pol¨ªtico resultan particularmente severas.El paradigma permite apreciar con buen instrumental anal¨ªtico los procesos similares que vienen desarroll¨¢ndose en esa regi¨®n tan vinculada a Espa?a. Particularmente en Chile, donde el fen¨®meno contiene elementos reconocidos como ins¨®litos por sus analistas y actores: "Nuestra transici¨®n es at¨ªpica", advirti¨® el presidente Patricio Aylwin en su visita oficial del pasado mes de abril.
La atipicidad radica fundamentalmente en que el proceso chileno surge desde el marco jur¨ªdico-pol¨ªtico dise?ado, con prolijidad y sin contradictores, por el r¨¦gimen militar. As¨ª, ¨¦ste se autogarantizaba -en el peor de los casos- la pertenencia al m¨¢s alto nivel de las instituciones. Por eso hoy puede verse al antiguo gobernante al mando de la fuerza militar m¨¢s importante" a representantes parlamentarios designados de similar status que los elegidos y a un significativo n¨²mero de autoridades locales o municipales instaladas por el r¨¦gimen anterior.
Tan alto perfil se articula adem¨¢s con una base social no desde?able -en t¨¦rminos del sistema electoral-, propia de un r¨¦gimen que ha perdido, pero que no se ha derrumbado.
Los seguros y los reaseguros del poder en extinci¨®n (amarres, en la jerga local) han obligado a optimizar el talento de los actores pol¨ªticos del sistema democr¨¢tico que nace. Ha surgido de este modo en Chile un pensamiento renovado casi ecum¨¦nico: en las fuerzas que orientan la transici¨®n desde el Gobierno y en las que ejercen la oposici¨®n privilegiando los factores de negociaci¨®n y compromiso.
En su esencia, un ejercicio pr¨¢ctico de la instrumentalidad te¨®rica de los partidos. Por lo menos en esta etapa, tan complicada, los l¨ªderes aceptan que sus organizaciones no pueden ser fines en s¨ª mismas ni tienen el monopolio de la participaci¨®n. Es lo que permite que Aylwin sea efectivamente un presidente para todos, con una Democracia Cristiana que no ejerce hipotecas sectarias sobre su presidencial militante.
La ordal¨ªa suprema radica en la necesidad de conducir el proceso con la vista puesta en el futuro, asumiendo los conflictos del presente y determinando responsabilidades por las violaciones de los derechos humanos del pasado. Esto ¨²ltimo, sin precedentes en el caso espa?ol y con precedentes conflictivos en otros pa¨ªses suramericanos, implica que hay que gobernar sin ensimismarse en el ajuste de cuentas, como algunos temen y otros quisieran.
Enfrentando simultaneamente -entre otros problemas- una deuda externa dura, una deuda social respetable y desigualdades crecientes que hay que reducir; advirtiendo cada cierto tiempo al jefe del Ej¨¦rcito que, seg¨²n la Constituci¨®n que aprob¨®, ¨¦l es un subordinado del presidente de la Rep¨²blica, y rechazando la pretensi¨®n de impunidad de quienes infringieron normas b¨¢sicas de convivencia civilizada.
Responsabilidades
La experiencia chilena, en este aspecto, se orienta a identificar las responsabilidades personales, poner los antecedentes en manos de la justicia, poner de relieve el valor efectivo de la sanci¨®n moral y contemplar, de partida, la instancia del perd¨®n.Una estrategia a la medida de las posibilidades, ya que, seg¨²n la mayor¨ªa de los observadores, el poder judicial chileno ni tuvo iniciativas propias en la materia ni ha demostrado un inter¨¦s especial en comenzar a tenerlas. La dif¨ªcil opci¨®n asumida por el actual Gobierno se apoya, por una parte, en la decisi¨®n de mantener los equilibrios macroecon¨®micos conseguidos por el r¨¦gimen anterior (que en la comparaci¨®n regional aparecen como una conquista t¨¦cnica), y por otra, en una fuerte tradici¨®n democr¨¢tica, enraizada en la memoria colectiva: "M¨¢s temprano que tarde se abrir¨¢n las grandes alamedas por donde pase el hombre libre", dijo Salvador Allende, saludando esa tradici¨®n horas antes de morir. "La democracia fue siempre el camino de Chile, y tarde o temprano tendr¨¢ que volver a serlo", dijo el presidente Eduardo Frei en 1980, con id¨¦ntica intenci¨®n, en v¨ªsperas de aprobarse la Constituci¨®n elaborada por el r¨¦gimen castrense.
Tambi¨¦n se apoya dicha opci¨®n en un muy peculiar sentido de la legalidad, que juega a favor de cualquier ordenamiento jur¨ªdico, al margen de los elementos espurios que pueda contener. Chile es un pa¨ªs de juristas y tinterillos (abogados informales). Algunos analistas destacan adem¨¢s la importancia de su desarrollo cultural, expresado en la formaci¨®n de un personal pol¨ªtico de alto nivel. Ajeno a la profesionalidad pura y mediocremente pol¨ªtica.
No deja de ser llamativo que el liderazgo de los partidos muestre una pl¨¦tora de profesionales y profesores universitarios, de investigadores, economistas, cient¨ªficos sociales y hasta de alg¨²n novelista.
En el Gabinete destacan, por su parte, un ex rector de la principal universidad nacional, un ex secretario general de la misma y por lo menos cinco eminentes catedr¨¢ticos con una vasta obra publicada. El propio presidente ha ejercido durante d¨¦cadas la c¨¢tedra de Derecho Administrativo en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile.
Escarmiento de la vida
En marzo de 1989, enfrentando el proceso electoral, Enrique Silva Cimma -l¨ªder radical y actual ministro de Relaciones Exteriores- public¨® un libro en el cual dimensionaba la meta y los obst¨¢culos: "Cuando Chile retorne a la democracia plena, habr¨¢ comenzado a salir de una de las m¨¢s profundas crisis de su historia". A poco m¨¢s de un a?o ya puede decirse, a contrapelo de la desmoralizaci¨®n a prior? de los cr¨ªticos impacientes, de la actitud negativa -eventualmente terrorista- de los elementos no democr¨¢ticos y de la reticencia de muchas v¨ªctimas del r¨¦gimen anterior, que la transici¨®n chilena tiene las mejores perspectivas de consolidaci¨®n.Si as¨ª sucede, quedar¨¢ demostrada una importante percepci¨®n de Aylwin: "El pueblo chileno aprendi¨® con su propio dolor el coste de la intransigencia y el dogmatismo". Aprendizaje que explica e implica, en todos los niveles, el predominio de los dirigentes centrados y escarmentados. Aquellos que, en definitiva, consiguieron superar la cr¨ªtica rencorosa y las autocr¨ªticas lit¨²rgicas, para asumir una genuina responsabilidad nacional por la dram¨¢tica peripecia de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.