Democracia y medios de comunicaci¨®n
JUAN PABLO C?RDENASLos medios de comunicaci¨®n son hoy los principales instrumentos para acometer la tarea humana de comprender y transformar el mundo. A trav¨¦s de ellos es que los hombres y los pueblos se enteran de lo circundante, y mediante los cuales las ideas y sus obras se propagan con mayor rapidez y alcance. Por lo mismo es que el desarrollo de los medios de comunicaci¨®n masivos le han impreso un ritmo m¨¢s acelerado a la historia, al tiempo que las relaciones entre las naciones y los continentes son hoy m¨¢s estrechas e interdependientes.
El siglo XX es testigo de insospechados cambios. Nadie fue capaz de prever, por ejemplo, lo que pasar¨ªa en el Este europeo hasta que la prensa nos sorprendi¨® con las im¨¢genes de una nueva revoluci¨®n y con toda una vor¨¢gine de acontecimientos que, de no estar presentes los medios de comunicaci¨®n, seguramente habr¨ªan transcurrido de forma m¨¢s lenta y previsible. La suerte de las dictaduras militares de Am¨¦rica Latina habr¨ªa sido menos abrupta si el mundo no se hubiese enterado con pavor de lo que acontec¨ªa en el Nuevo Continente y si las
-ideas libertar¨ªas y democr¨¢ticas no se hubiesen propagado con la velocidad sideral que hoy alcanza la noticia. La informaci¨®n tiene ahora m¨¢s fuerza que cualquier ideolog¨ªa, ej¨¦rcito o tirano. En este tiempo son los medios de comunicaci¨®n el campo de batalla propicio para las guerras y conflictos entre los hombres y las naciones.
El propio arraigo que en todo el mundo tienen las ideas democr¨¢ticas acaso tenga que ver con que el periodismo es, dentro de este sistema, donde se siente m¨¢s c¨®modo y libre. Los medios de comunicaci¨®n le deben mucho al adelanto cient¨ªfico y tecnol¨®gico, pero, sin duda, es a la democracia a la que le tienen que reconocer su actual poder e influencia: aquella magn¨ªfica posibilidad de ser el gran acicate y vig¨ªa del progreso de la humanidad.
Quienes han vivido en reg¨ªmenes distintos y contrapuestos comprueban con certeza que en este tiempo es lo que le suceda a la prensa lo que marca en gran medida la diferencia entre uno y otro sistema pol¨ªtico. En el mundo hay democracias mediocres o mejores, pero ella s¨®lo parece existir cuando los medios de comunicaci¨®n gozan de libertad y posibilidades de expansi¨®n. Cuando el pueblo reconoce que el Gobierno y la prensa se constituyen en poderes aut¨®nomos. Y cuando ¨¦stos y otros reconocen en la libertad de expresi¨®n uno de los pilares esenciales del r¨¦gimen democr¨¢tico.
La libre expresi¨®n no es, por supuesto, un derecho exclusivo de los medios de comunicaci¨®n y de los periodistas. Es, por sobre de todas las cosas, un derecho humano esencial. Un atributo y un espacio inalienable de la inteligencia, de toda la especie humana. Por lo mismo, un prop¨®sito intransable de cualquier ideario democr¨¢tico.
La democracia, estamos ciertos, no se funda s¨®lo en la alternativa del Gobierno o en la existencia de un Parlamento. Ella es plena o real cuando existe un pueblo capaz de gobernarse a s¨ª mismo y todo el tiempo. Del mismo modo, no es en la mera existencia de medios de comunicaci¨®n diversos e independientes donde se funda la libertad de expresi¨®n, sino en la capacidad de ¨¦stos de asumirse en voz de los ciudadanos y las multitudes. La democracia tiene en los medios de comunicaci¨®n el instrumento m¨¢s eficaz para lograr la participaci¨®n del pueblo, para que el pensamiento y aspiraciones de la comunidad orienten la acci¨®n cotidiana de cada Estado.
Nada amenaza m¨¢s a las democracias vigentes que sus medios de comunicaci¨®n se desnaturalicen, empiecen a servir intereses ajenos a su misi¨®n de ser veh¨ªculos del pensamiento, verdaderos reverberos de la sociedad en la que se sustentan. 0 que la complejidad social de cualquier naci¨®n vaya teniendo como contraparte una prensa cada vez m¨¢s monocorde y unidireccional. En este sentido, es ciertamente peligroso que la televisi¨®n, el cine, la radio y la prensa sean concebidos como uno de los m¨¢s pr¨®speros y modernos negocios, en funci¨®n de los cuales se pueda servir a los m¨¢s abyectos prop¨®sitos si eso redunda en utilidades para sus inversionistas y propietarios.
En los pa¨ªses altamente desarrollados se est¨¢ produciendo una distancia perniciosa entre la prensa y sus naciones. El proceso de esta transicionalizaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n deja a los pueblos en calidad de simples espectadores, en objeto, m¨¢s que sujeto, de la libertad de expresi¨®n y, tambi¨¦n, de las grandes decisiones nacionales. Con la consolidaci¨®n de las grandes cadenas informativas lo que se busca es moldear la conciencia humana, convertirnos a todos en buenos y disciplinados consumidores. Dejarnos en la vereda de una historia que fluye audaz y pretende ser encauzada s¨®lo por quienes ostentan el poder del dinero y, con ello, el pol¨ªtico.
En su evoluci¨®n, las democracias del Tercer Mundo no han logrado darle a la prensa una situaci¨®n m¨¢s libre o aut¨®noma, por lo que es corriente que los medios de comunicaci¨®n m¨¢s influyentes tengan alta dependencia del poder pol¨ªtico o del econ¨®mico. Los partidos y las oligarqu¨ªas tienen todav¨ªa una influencia desmesurada en el aparato comunicacional, corno en las decisiones de toda la sociedad. Por otro lado, se ve poco probable que la prensa en estos pa¨ªses escape ilesa a la monopolizaci¨®n informativa mundial; por lo que su suerte es necesario verla ligada a las iniciativas que emprendan las grandes democracias para salvaguardar a la prensa libre y, en definitiva, perpetuar el propio sistema pol¨ªtico de una crisis tan sorpresiva y profunda como las que se han sucedido en los ¨²ltimos a?os.
La condici¨®n humana no parece resuelta a renunciar a sus espacios de libertad. La historia, al parecer, no admite retrocesos prolongados en desmedro de la vocaci¨®n de los pueblos a ser soberanos. Tampoco en cuanto al requerimiento vital de todo individuo por conocer la realidad y transformarla. Por algo es que la libertad de expresi¨®n, cada vez que es conculcada, resulta tan imaginativa y resuelta en reponerse, ya sea de forma marginal o clandestina. Es sabido que los peores dolores de cabeza de los dictadores y los d¨¦spotas son causados por la verdad. La que, finalmente, siempre fluye como un manantial imposible de cercar o encarcelar.
La democracia no podr¨¢ afianzarse en el mundo si es que ¨¦ste no hace urgentes esfuerzos por extender la libertad de expresi¨®n y, con ello, poner freno a los fen¨®menos de marginaci¨®n que hoy afectan, en mayor o menor grado, a todas nuestra sociedades. El desinter¨¦s por ejercer los derechos ciudadanos, la apat¨ªa juvenil y muchas de las formas de violencia y terrorismo tienen su origen en la perversi¨®n de las instituciones democr¨¢ticas, incluidas en ellas el periodismo y los medios de comunicaci¨®n.
Es preciso que los Estados y la comunidad internacional avancen en la configuraci¨®n de un nuevo orden informativo que proteja efectivamente la libertad de expresi¨®n y sus medios de comunicaci¨®n de masas. El proteccionismo, en este sentido, resguarda el bien com¨²n y la estabilidad del orden pol¨ªtico. Los pa¨ªses deben darse una legislaci¨®n que impida a la prensa ser concebida como un bien econ¨®mico m¨¢s del mercado y de sus transacciones comerciales. As¨ª como a ninguna democracia se le ocurrir¨ªa vender sus ministerios, los asientos del Parlamento y sus tribunales de justicia, tampoco ellas debieran permitir que sus canales de televisi¨®n, diarios y radios queden a merced del mejor postor, sea ¨¦ste nacional o extranjero.
Al mismo tiempo, es necesario que los Estados democr¨¢ticos hagan esfuerzos por garantizar a sus pueblos el libre acceso a las m¨¢s diversas fuentes de informaci¨®n y conocimiento. La comunicaci¨®n se ha hecho ahora una actividad demasiado onerosa de sostener, por lo cual s¨®lo quienes poseen grandes recursos pueden fundar o desarrollar peri¨®dicos o radioemisoras o adentrarse en el complejo mundo de los medios audiovisuales. En este sentido, el Estado democr¨¢tico debe idear formas de subvenci¨®n a esta actividad que la protejan de las fr¨ªas y amorales leyes del mercado tanto como de la publicidad que tan vorazmente invade sus emisiones y espacios. En el ¨¢mbito de los pa¨ªses subdesarrollados es indispensable asimismo subvencionar el acceso de los pobres a la comunicaci¨®n social. As¨ª como el pan y otros productos esenciales deben estar al alcance de todos, en el mundo en que vivimos ya no es posible que tantos millones de seres humanos todav¨ªa no cuenten con un aparato de radio y carezcan de toda posibilidad de comprar un matutino o una revista. En muchos pa¨ªses considerados democr¨¢ticos, la imprenta y la comercializaci¨®n de peri¨®dicos est¨¢n gravadas con los mismos o m¨¢s impuestos que cualquier actividad econ¨®mica. Ello dificulta todav¨ªa m¨¢s la posibilidad de los pueblos de acceder a la informaci¨®n y redunda en aquella creciente marginaci¨®n y apat¨ªa: trastornos sociales. que deben ser considerados urgentemente como el germen mismo de la destrucci¨®n del orden democr¨¢tico.
es director de la revista An¨¢lisis, de Chile.
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