Carta a dos buenos samaritanos

Quiz¨¢s hayan olvidado ustedes aquella tarde del mes de febrero cuando, al darse cuenta de que dos personas que se paseaban, hab¨ªan sido agredidas, acudieron a ayudarlas. Esto sucedi¨® cerca del Palacio Real. Nosotros, las v¨ªctimas, nunca lo olvidaremos.Pararon inmediatamente su coche en medio de la calle y se precipitaron hacia mi esposa para asegurarse de que no estaba herida, mientras yo me lanzaba a perseguir a los tres asaltantes que nos hab¨ªan robado los bolsos, sin ¨¦xito, ya que los ladrones pronto desaparecieron.

Usted, se?or, nos llev¨® a la comisar¨ªa m¨¢s cercana. Una vez hecha la denuncia, llamaron a un taxi, indicando al ch¨®fer la direcci¨®n de nuestra embajada, y nos dio dinero para poder pagar la carrera (nos hab¨ªamos quedado sin cinco). Cuando le daba las gracias, dijo unas palabras que han quedado grabadas en nuestros corazones: "Ha sido un placer haber podido hacer esto; cualquiera en mi lugar hubiera hecho lo mismo".

Llegamos a nuestra embajada justo antes del cierre y pudimos llevar a cabo las formalidades oportunas. Como podr¨¢n ustedes imaginarse, conservaremos un recuerdo inolvidable de nuestro viaje, gracias, ante todo, a su intervenci¨®n providencial. Tambi¨¦n porque aprovechamos nuestra estancia forzada para conocer el verdadero Madrid: el Madrid de las gentes que, como nosotros, se pasean un domingo soleado por el Retiro, curiosean los puestos de libros cerca del parque o se mezclan con la muchedumbre del Centro Reina Sof¨ªa.

?Hasta la vista! Nunca se sabe. Tal vez las circunstancias les permitan venir un d¨ªa a Suiza y darnos la ocasi¨®n de vernos nuevamente. Dos turistas suizos

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