Un domingo en la gloria
Lo que m¨¢s luce en la fiesta es el toro de trap¨ªo y casta, y eso es lo que cada tarde, a salvo excepciones, se est¨¢ viendo en la plaza de Las Ventas, ayer tambi¨¦n. Lo que m¨¢s gusta al aficionado madrile?o, es ir el domingo a los toros -ayer tambi¨¦n- y si adem¨¢s salta a la arena el toro de trap¨ªo y casta, se lo pasa en grande. Y no digamos si, por a?adidura, hay en la arena un torero que al toro de casta le sabe hacer as¨ª y asao, templadito, relajado, la mano muy baja, el toro de casta entregadito a la muletilla graciosa que le trae aqu¨ª, le lleva all¨¢, tal cual Jos¨¦ Luis Ramos supo componer en su primero. Cuando confluyen el toro de trap¨ªo y casta, y un torero que hace as¨ª y asao, y ocurre en Las Ventas y es domingo, el aficionado se siente en la gloria y, como dijo uno, "Es que eso ya es comulgar, oiga!".La plaza se llen¨® por su mitad un poco m¨¢s, que es mucho p¨²blico. La misma gente que hab¨ªa en Las Ventas se la trasvasa a La Maestranza con sus propios b¨¢rtulos (o sea, los prism¨¢ticos, el puro, el ramo flores, una bolsa de pipas), y la pone hasta la bandera. Y no hab¨ªa muchos turistas o, si los hab¨ªa, apenas se notaban. All¨¢ estaban los aficionados de siempre, los que sintieron el gusanillo de la afici¨®n y luego la consolidaron, temporada tras temporada, en las corridas de los domingos. La feria de San Isidro, s¨ª, est¨¢ bien; es de obligado cumplimiento. Pero de quienes s¨®lo satisfacen su afici¨®n en la isidrada, los restantes aficionados recelan.
Puerto / S¨¢nchez Puerto, Ramos, Gir¨®n
Toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados, encastados y nobles; 5? y 6? devueltos por inv¨¢lidos. Sobreros: 5? de Louro Fern¨¢ndez de Castro, terciado, impresionante cornal¨®n astifino, manso, reserv¨®n; 6? de Gonz¨¢lez de San Rom¨¢n, cinque?o, muy serio y con cuajo, manso reserv¨®n.S¨¢nchez Puerto: estocada corta delantera muy baja (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando sale al tercio); siete pinchazos, estocada -aviso- y dos descabellos (silencio). Jos¨¦ Luis Ramos: pinchazo y estocada trasera contraria (oreja con algunas protestas); tres pinchazos, descabello y se acuesta el toro (palmas). Marco Gir¨®n, que confirm¨® la alternativa: estocada atravesada y tres descabellos (silencio); cinco pinchazos y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 30 de junio. Media entrada.
"?Picooo!"
Los que gritan aquello de "?Pico!", o "?Ese torero a su sitio!" -si, por una de esas circunstancias de la vida, S¨¢nchez Puerto se coloca a la derecha del caballo-, o saltan de sus asientos al ver que Jos¨¦ Luis Ramos hace as¨ª y asao, templadito y relajado, en su mayor parte saben de corridas duras, distinguen a los banderilleros y picadores por el simple andar o tirar la vara, conocen los deb¨²s de todos los novilleros, han presenciado las fatiguitas de todos los espadas modestos. Y a bastantes de estos les han reconocido los m¨¦ritos, les han sacado del anonimato y les han puesto a circular por las grandes ferias, entre otras, la de San Isidro. Luego, a lo mejor, cuando estos diestros ya iban de figuras por el mundo taur¨®maco, les han tenido que gritar alguna vez aquello de "?Picooo!", o "?Ese torero a su sitiooo!", y entonces, los mismos toreros, olvidadizos y desagradecidos, se dedicaban a decir que a Madrid no se puede venir pues tiene una afici¨®n imposible. Cr¨ªa cuervos...El buen toro de casta, hierro Puerto de San Lorenzo, dio juego suficiente para que los tres espadas abrieran la puerta grande. Sin embargo, ¨²nicamente Jos¨¦ Luis Ramos supo aprovecharlo. Inici¨® su primera faena con los pases as¨ª y asao, que fueron de clamor. En aquella maravillosa combinaci¨®n de trincherazos y pases de la firma, tan majestuosos y lentos que parec¨ªan el sue?o del toreo, se le entreg¨® la afici¨®n. Remat¨® la serie echando las dos rodillas a tierra, posiblemente en un arranque de pundonor que, verdaderamente, no hac¨ªa ninguna falta. Es como si un orfebre est¨¢ creando una joya de filigrana y para que se note su m¨¦rito, va y dice: "Y ahora sigo en la cuerda floja", y contin¨²a su trabajo de artista haciendo funambulismo por los tejados de la Gran V¨ªa.
A partir del rodillazo doble, la faena tuvo altibajos. Jos¨¦ Luis Ramos trazaba el redondo con hondura en algunos de sus pasajes, en otros con desconsoladora vulgaridad; intercalaba trincherillas -que este muletazo se le da estupendamente-, y acab¨® no muy bien con la espada. Pero a la afici¨®n en general le hab¨ªa encandilado el toreo as¨ª y asao, el engarce de trincherazos y pases de la firma, y no tuvo inconveniente en pedirle la oreja, que el presidente concedi¨® con dadivosa largueza.
El toro hab¨ªa sido nobil¨ªsimo mas no el ¨²nico que luci¨® excepcional embestida. Marco Gir¨®n se encontr¨® con uno as¨ª para la confirmaci¨®n de alternativa, y esa fue una oportunidad de oro que no supo aprovechar. Banderille¨® con facilidad y mulete¨® sin ning¨²n arte. Pegaba pases, nadie podr¨¢ negarlo, aunque ninguno tuvo la suficiente hondura, emoci¨®n o chispa, para provocar el ole. Ni un ole mereci¨® su faena. Se dice pronto.
S¨¢nchez Puerto tambi¨¦n tuvo toro de casta brava y boyante comportamiento al que estuvo muy lejos de torear con la pureza que le es habitual. Embarcaba cargando la suerte y con torer¨ªa inconfundible, dio pases de pecho extraordinarios y algunos ayudados de corte cl¨¢sico, es cierto, y sin embargo fall¨® en la ligaz¨®n de las suertes: al rematarlas, rectificaba precipitadamente los terrenos. S¨¢nchez Puerto, es evidente, no ten¨ªa su tarde, y el cuarto toro, revoltoso aunque manejable, se le fue sin torear y casi, casi, sin matar, pues lo estuvo pinchando por todas partes antes de acertar con el descabello.
Trabajosa brega
En los dos ¨²ltimos, mansos, reservones y muy serios, de trabajosa brega en los primeros tercios -Curro ?lvarez llev¨® la del sexto con gran eficacia-, Jos¨¦ Luis Ramos y Marco Gir¨®n no quisieron comolicarse la existencia y los machetearon por la cara. Estos toros eran sobreros y, por tanto, nada ten¨ªan que ver con los ejemplares de Puerto de San Lorenzo que les precedieron.Cuatro toros, los de Puerto de San Lorenzo, que constituyeron un lujo de corrida; disfrute de la afici¨®n, que se sinti¨® en la gloria presenciando su lidia. Toros de encastada nobleza como para parar un tren y, de paso, situar en los puestos altos del escalaf¨®n a los tres espadas que tuvieron la fortuna de encontr¨¢rselos en el ruedo de Las Ventas. O quiz¨¢ la desgracia. A la vista del resultado, uno no sabr¨ªa qu¨¦ decir.
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