Mantener la presi¨®n
NELSON MANDELA se encuentra de visita oficial en Espa?a. Se le recibe casi como si fuera un jefe de Estado, homenaje sin duda a un hombre con una trayectoria ejemplar en la que confluyen, en sus niveles m¨¢ximos, el dramatismo y la dignidad. Es significativo que los primeros en darle la bienvenida hayan sido los l¨ªderes de la izquierda y del sindicalismo; el progresismo espa?ol ha mantenido de largo gran simpat¨ªa hacia la lucha del Congreso Nacional Africano (ANC). Tambi¨¦n el Gobierno espa?ol ha actuado positivamente en los esfuerzos de la CE por doblegar al de Pretoria. Y no debe olvidarse, por otra parte, que uno de los anfitriones de Mandela es el rey de Espa?a, que en 1985 comparti¨® con ¨¦l el Premio Sim¨®n Bol¨ªvar e hizo en su discurso de recepci¨®n una encendida alabanza del l¨ªder negro, entonces a¨²n encarcelado.Puede decirse que el periplo forma parte del proceso de transformaci¨®n de un h¨¦roe de la resistencia en hombre de Estado. Reci¨¦n elegido presidente del ANC -en su cuarto de siglo de c¨¢rcel, el l¨ªder surafricano hab¨ªa sido s¨®lo vicepresidente del partido para no restar as¨ª eficacia a la lucha diaria contra el apartheid-, Mandela busca ahora en Europa y Am¨¦rica una doble clase de apoyo: moral y financiero.
Los canales de apoyo econ¨®mico al ANC, tradicionalmente localizados en los reg¨ªmenes socialistas, se han secado. La lucha y la acci¨®n pol¨ªtica, que se prev¨¦ larga, necesitan la aportaci¨®n de fondos que no se encuentran ya m¨¢s que en el mundo desarrollado. Pero Mandela no s¨®lo necesita dinero. Precisa, adem¨¢s, que Occidente mantenga incambiada la presi¨®n que, a trav¨¦s de un r¨¦gimen moderado de sanciones, ha venido ejerciendo sobre el Gobierno surafricano. El ANC est¨¢ convencido de que los cuatro a?os de restricciones mantenidas por la CE y por EE UU contra Sur¨¢frica han influido en similar medida como d¨¦cadas de lucha armada en el interior para conseguir la evoluci¨®n del r¨¦gimen racista.
Asimismo, el nuevo clima de entendimiento entre las grandes potencias ha contribuido a hacer imposible la pervivencia del apartheid. Por eso, Mandela pide que la presi¨®n no disminuya y que Europa no levante las sanciones. Sabe que, aunque el presidente surafricano, De Klerk, ha conseguido que sean derogadas las principales leyes racistas, el clima de enfrentamiento entre blancos y negros est¨¢ lejos de desaparecer. Sabe tambi¨¦n que el Gobierno de Pretoria no es muy fiable: seg¨²n parece, durante a?os ha financiado al gran enemigo del ANC, la mayor¨ªa zul¨² del jefe Buthelez1, estimulando as¨ª las sangrientas luchas tribales que han asolado al pa¨ªs. Las recientes revelaciones sobre el particular confirman viejas sospechas y no contribuyen precisamente a dar una imagen de limpieza pol¨ªtica al Gobierno de Sur¨¢frica.
Dicho todo lo cual, el Gobierno espa?ol seguir¨¢ en este asunto las directrices emanadas de la cooperaci¨®n pol¨ªtica comunitaria. Es justo esperar que har¨¢ lo posible para que se mantenga la presi¨®n, para que la readmisi¨®n de Sur¨¢frica en el movimiento ol¨ªmpico, aun cuando sea una excepci¨®n positiva, no se convierta en regla de dignificaci¨®n todav¨ªa inmerecida.
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