34 horas alucinantes
C¨®mo se las gastan algunas compa?¨ªas a¨¦reas cuando deben improvisar soluciones
Santo Domingo, 15 de julio de 1991. Son las cuatro de la tarde. Ciento cuarenta personas, que pretenden volar a Madrid en el IB910, se presentan en el aeropuerto para emprender los tr¨¢mites de embarque. El vuelo tiene prevista su salida cuatro horas m¨¢s tarde, pero las agencias de viaje han recomendado, por sugerencia de Iberia, que acudan al aeropuerto con esa antelaci¨®n. Primera sorpresa: la compa?¨ªa no abre sus mostradores hasta las 17.30, por lo que la primera hora y media de espera resulta in¨²til. Pero eso no es nada, a¨²n faltan 32 horas de viaje.
Finalizados los tr¨¢mites de embarque, se anuncia un retraso de media hora en la salida "por razones de mantenimiento del avi¨®n". Las 19.55 (hora prevista para el despegue) se aproximan. Entonces, un nuevo anuncio comunica a los viajeros la cancelaci¨®n definitiva del vuelo a Madrid.El motivo, que no fue explicado a los pasajeros, reside en una grave aver¨ªa de uno de los motores del DC-10 previsto para el desplazamiento.
Dos horas y media despu¨¦s de la cancelaci¨®n comienza a organizarse el traslado de los viajeros del vuelo anulado a un hotel. Todos reciben habitaciones con prontitud y vales para cenar. Se acuestan; eso s¨ª, sin noticia alguna acerca de los planes de la compa?¨ªa para su futuro.
A las 4.45 de la madrugada, comienzan a repiquetear los tel¨¦fonos en las habitaciones de los retenidos, y se corre la voz de que es urgent¨ªsimo concentrarse en el vest¨ªbulo. Carrera en pelo, con la lega?a puesta y el coraz¨®n alborotado. La rapidez en el descenso de las habitaciones se compensa con otras dos horas y cuarto de demora, que es lo que tardan en organizarles el traslado al aeropuerto.
Santo Domingo es una isla situada muy lejos de Europa, pero muy cerca de Miami, la ciudad de Florida con enormes posibilidades de conexi¨®n a¨¦rea a todo el mundo. Aquella ma?ana, Pan Am y American Airlines ten¨ªan programados sendos vuelos Santo Domingo-Miami, a las nueve y a las 9.40, respectivamente, ambos con plazas sobradas para evacuar a todo el pasaje de Iberia retenido desde la tarde anterior.
Las gestiones de Iberia s¨®lo valen para que Pan Am admita a una veintena, entre ellos una ni?a de seis a?os. Iba con sus padres y ¨¦stos no estaban incluidos. Consiguieron rescatarla in extremis.
American Airlines acept¨® a otro contingente de pasajeros, pero no a todos, pese a llevar vac¨ªo la mitad del avi¨®n. Decenas de infortunados viajeros de Iberia tuvieron que quedarse en tierra -tras haber sido despertados a las 4.45- a la espera de una tercera oportunidad, en forma de vuelo a Miami a las dos de la tarde.
Sin explicaci¨®n
?Era necesario todo esto? En la era de la inform¨¢tica, Iberia no supo o no pudo averiguar con antelaci¨®n cu¨¢ntas plazas libres ten¨ªan otras compa?¨ªas para evacuar a su pasaje retenido en Santo Domingo.
Tal vez hubiera razones para improvisar a ¨²ltima hora las soluciones -quiz¨¢ estaban cerradas las oficinas de las otras compa?¨ªas o no eran compatibles los ordenadores-, se dicen algunos de los afectados. Lo cierto es que nadie se lo explic¨®. En todo ese tiempo, ni el gerente de la compa?¨ªa en Santo Domingo ni el supervisor dieron la cara ante el pasaje en momento alguno.
El vuelo Miami-Madrid de Iberia del 16 de julio rindi¨® viaje en Barajas a las ocho de la ma?ana del d¨ªa 17, cuando eran las dos de la ma?ana en Santo Domingo.
A lo largo de las 34 horas descritas, el pasaje del frustrado IB 910 observ¨® una calma impresionante. Quiz¨¢ influyera el hecho de que una treintena de los viajeros estuviera compuesta por j¨®venes holandeses, miembros de la organizaci¨®n humanitaria World Servants (su lema es To love is to serve -Amar es servir-).
Entre los retenidos forzosos figuraba tambi¨¦n una monja cat¨®lica, que hab¨ªa pretendido ,llegar cuanto antes a Espa?a para visitar a su padre, gravemente enfermo. El resto del pasaje se compon¨ªa de turistas espa?oles, una quincena de italianos, algunos portugueses y un numeroso grupo de dominicanos.
La cornpa?¨ªa Iberia hab¨ªa Cobrado a cada pasajero 145.000 pesetas por sus servicios, precio de la tarifa de ida y vuelta satisfecha por la mayor¨ªa.
Pero no es s¨®lo la compa?¨ªa ole bandera espa?ola la que ofrece d¨ªas distintos a sus pasajeros. El vuelo de British Airways Madrid-Londres del 11 de julio sali¨® con un retraso de casi dos horas. Todo el pasaje sufri¨® las consecuencias, entre ellos cinco espa?oles que pretend¨ªan conectar en la capital brit¨¢nica con un vuelo a las islas Seychelles.
Nadie en el aeropuerto
Personal de British en Madrid les aseguraron que, dado el retraso, se iban a tomar medidas para agilizar los tr¨¢mites en Londres. As¨ª podr¨ªan abordar el otro avi¨®n. Pero en el aeropuerto londinense de Gatwick no les esperaba nadie y perdieron el poco tiempo de que dispon¨ªan para tomar el vuelo de conexi¨®n a Mahe, en las Seychelles.
Dos d¨ªas desperdiciados en un mal hotel de la capital brit¨¢nica mientras aguardaban el siguiente avi¨®n. Dos d¨ªas especiales en, lugar del paradisiaco viaje que hab¨ªan imaginado y pagado.
Y es que los problemas del tr¨¢fico a¨¦reo no derivan s¨®lo de los aeropuertos, ni de los controladores. Tambi¨¦n las compa?¨ªas parecen olvidar que atender al pasajero es problema suyo.
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