Aterrizaje
Llamaron puntualmente. Embarcamos con orden, nos abrochamos los cinturones y subimos hasta que, a los 20 minutos de vuelo, el sobrecargo dijo que pasaba algo anormal y que regres¨¢bamos al aeropuerto de M¨¢laga.Entonces mir¨¦ a los de mi fila. Ellos hac¨ªan lo mismo. Las miradas eran un interrogante: ?nos la vamos a pegar?
El avi¨®n, dio la vuelta. El sobrecargo dijo: "No tiene importancia, es s¨®lo un fallo en el sistema hidr¨¢ulico del tren de aterrizaje. Tranquilos". Luego habl¨® el piloto con voz de comandante alentando a la tropa que va a entrar en acci¨®n. Repiti¨® lo que hab¨ªa dicho el sobrecargo. Y puso un pasodoble. Pens¨¦: "Ol¨¦, la muerte de un torero".
M¨¢laga estaba abajo, pero era como si estuviera arriba. Descendimos en el rn¨¢s absoluto silencio. El pasaje estalba petrificado. Pens¨¦: si algo no parecemos en este trance, es lo que somos: espa?oles con vida.
Cerr¨¦ los ojos para imaginar el golpe. Luego del golpe era imposible imaginar nada que no fuera la nada.
Mentalmente escrib¨ª un libro donde recordaba mi existencia, mis amores, los buenos y los peores momentos. Creo que me sent¨ªa en paz.
Tocamos pista. El comandante dijo que todo hab¨ªa salido a la perfecci¨®n. Los autobuses vendr¨ªan a recogernos porque el avi¨®n no pod¨ªa maniobrar. "La rueda delantera tambi¨¦n la tenemos rota", dijo.
Nos llevaron a la terminal. Nos ofrecieron un refrigerio. Un tipo pregunt¨® d¨®nde estaba la oficina para demandar a la compa?¨ªa. Le traicionaban sus nervios. Sobrevivia para querellarse, y no al rev¨¦s. Una se?ora se ech¨® a llorar delante de su Fanta. Otros corr¨ªan para pillar un tel¨¦fono y llamar a alguien. Abr¨ª mi cuaderno. Anot¨¦ estas cosas. Me alegr¨® imaginar que ya nunca me aterrar¨ªa la muerte.
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