Las empresas p¨²blicas y la homologaci¨®n legislativa
3. Asimetr¨ªas en la reestructuraci¨®n transnacionalLos argumentos anteriores son la manifestaci¨®n de un problema real y relevante de naturaleza m¨¢s amplia.
En los ¨²ltimos a?os se ha desarrollado un importante proceso de reestructuraci¨®n industrial a escala continental. Las empresas han comenzado hace tiempo su adaptaci¨®n a lo que significar¨¢ el mercado ¨²nico. Con objeto de poder sobrevivir en un mercado m¨¢s competitivo y m¨¢s abierto, en definitiva m¨¢s global, las empresas europeas han desinvertido en las actividades en que eran m¨¢s d¨¦biles, han forjado alianzas, han realizado fusiones y adquisiciones, etc¨¦tera. Todo ello tiene su explicaci¨®n en que, en el futuro, el mercado dom¨¦stico no ser¨¢ un pa¨ªs sino que ser¨¢ toda Europa, por lo que en muchos sectores es necesario aumentar la escala de producci¨®n y de comercializaci¨®n. Eso suele exigir entrar en otros mercados, y la forma normal de hacerlo es a trav¨¦s de la adquisici¨®n de empresas con sus correspondientes cuotas de mercado. Tenemos en Espa?a buen n¨²mero de ejemplos.
Esto es lo que explica el gran n¨²mero de fusiones y adquisiciones transnacionales que hemos presenciado en los ¨²ltimos a?os. En algunas ocasiones las compras y fusiones han sido amigables y en otras han existido tomas hostiles. Este proceso se ha producido en pr¨¢cticamente todos los sectores: telecomunicaciones, qu¨ªmica, alimentaci¨®n, seguros, incluso en bancos. Ha comenzado incluso a producirse en empresas y sectores t¨ªpicamente nacionales como los public utilities -agua, gas, electricidad, etc¨¦tera- como respuesta a la futura constituci¨®n de un mercado continental m¨¢s integrado.
Este proceso en marcha est¨¢ cambiando la configuraci¨®n econ¨®mica de Europa, deber¨ªa conducir a que los mercados y empresas resultantes fueran m¨¢s eficientes y competitivos, y a que los frutos de ello se repartieran entre los pa¨ªses de Europa en forma no discriminatoria. Ello exige, por ejemplo, que el mercado de empresas funcione eficientemente, en forma neutral, de manera que la nacionalidad de una empresa no determine una mayor o menor dificultad para que ¨¦sta pueda comprar otras o ser comprada.
?Es esto lo que ocurre? No exactamente.
En primer lugar, la participaci¨®n de las empresas p¨²blicas var¨ªa mucho de uno a otro pa¨ªs, e incluso en algunos el peso de ¨¦stas es hegem¨®nico en ciertos sectores. Cuando esto ocurre, se produce una primera e importante diferencia, pues estas compa?¨ªas pueden comprar empresas en el extranjero pero ellas no pueden ser compradas, en algunos casos no son ni sociedades an¨®nimas (Gaz de France, El¨¦ctricit¨¦ de France), y su venta no depende de decisiones meramente comerciales sino de la voluntad de su Estado propietario (con frecuencia s¨®lo lo hacen en casos extremos, principio que convendr¨ªa abandonar). En este sentido, la penetraci¨®n en un mercado pasa a ser m¨¢s dificil cuando el Estado es propietario que puede garantizar la nacionalidad de empresas y sectores. En el caso de Francia, los bancos y compa?¨ªas de seguros de propiedad estatal han adquirido recientemente importantes participaciones en algunas de sus grandes empresas no estatales, lo que a?ade una clara dificultad a la compra por terceros incluso de compa?¨ªas privadas. Con mucha frecuencia esta pol¨ªtica necesita ir acompa?ada de ayudas p¨²blicas importantes, lo que a?ade una distorsi¨®n adicional al comportamiento de los mercados. En definitiva y, al margen de consideraciones pol¨ªticas, el funcionamiento correcto de los mercados, que exige que el crecimiento de las empresas dependa de la eficiencia de las mismas pero no de qui¨¦n es su propietario, no se produce.
Pa¨ªses abiertos
En segundo lugar, existen tambi¨¦n diferencias institucionales y de pol¨ªtica econ¨®mica que introducen desigualdades apreciables en la facilidad o en la dificultad con la que en los distintos pa¨ªses las empresas pueden ser compradas. As¨ª, hay pa¨ªses muy abiertos, por ejemplo B¨¦lgica, donde, como, hemos comprobado con el caso de la Soci¨¦t¨¦ G¨¦n¨¦rale, compa?¨ªas de terceros pa¨ªses pueden lanzarse a la compra hostil de su mayor empresa y banco. Hay pa¨ªses, como Alemania y Francia, por no citar otros pa¨ªses no comunitarios como Suecia o Suiza (hasta hace poco los extranjeros no pod¨ªan poseer acciones normales de Nestl¨¦, sino s¨®lo de un cierto tipo), donde resulta mucho m¨¢s dif¨ªcil y complejo realizar este tipo de compra de empresas. Recientes son los problemas de Pirelli al pretender comprar la compa?¨ªa alemana Continental. Las dificultades son de naturaleza muy distinta, y a las de origen estrictamente legal se a?aden otras m¨¢s dif¨ªciles de precisar. As¨ª, por ejemplo, existen a veces limitaciones al uso del derecho de voto que pueden reducir los derechos pol¨ªticos de los nuevos adquirentes de acciones, las obligaciones de hacer p¨²blicos paquetes iniciales son muy diferentes de un pa¨ªs a otro, al igual que los porcentajes de propiedad a partir de los cuales es necesario lanzar una OPA, la transparencia y el rigor de los mercados de capitales tambi¨¦n, etc¨¦tera.En los pa¨ªses donde predomina la financiaci¨®n bancaria frente a la burs¨¢til, o donde los bancos participan en la propiedad de las empresas, tambi¨¦n las adquisiciones pueden resultar m¨¢s dif¨ªciles. A ello hay que a?adir el papel de los sindicatos (en especial si existen f¨®rmulas de participaci¨®n como la cogesti¨®n), el papel de los consejos de administraci¨®n y de supervisi¨®n (Alemania), la intervenci¨®n que est¨¢n dispuestos a desempe?ar los Gobiernos nacionales y regionales, etc¨¦tera. As¨ª, por ejemplo, el intento de compra de una empresa alemana por parte de una financiera bien puede movilizar una coalici¨®n de bancos, proveedores, clientes, sindicatos, Gobierno del lander.
En definitiva, creo que es un fen¨®meno claro que, en unos casos por el papel que juega el Estado, y en otros por el especial ordenamiento jur¨ªdico-institucional, es mucho m¨¢s dificil en unos pa¨ªses comunitarios que en otros la entrada de nuevas empresas. Es claro, pues, que algunos Gobiernos est¨¢n dispuestos a pagar un precio de ineficiencia econ¨®mica y presupuestaria para desarrollar objetivos econ¨®micos nacionales coherentes con su pol¨ªtica exterior e incluso militar o de dominio econ¨®mico a largo plazo, pero que es poco neutral Al compatible con el proyecto de creaci¨®n del mercado ¨²nico.
4. Algunas conclusiones
En el apartado anterior he intentado mostrar una serie de diferencias que existen en los pa¨ªses comunitarios, muchas de las cuales subsistir¨¢n despu¨¦s de las armonizaciones previstas en los mercados de capitales, relativa!; a la capacidad para transmitir la propiedad empresarial y que est¨¢n teniendo un impacto significativo en la configuraci¨®n econ¨®mica que est¨¢ produci¨¦ndose en Europa. No es consuelo pensar que estamos viviendo un periodo transitorio, pues en este campo ser¨¢ necesariamente largo, y a lo largo del mismo mes se va a determinar decisivamente la configuraci¨®n final europea.
La correcci¨®n de estas desigualdades exige un esfuerzo de homogeneizaci¨®n institucional, muy dificil porque afecta a principios importantes de soberan¨ªa pol¨ªtica. Ello supone aceptar que la construcci¨®n de un mercado precisa homogeneizar no s¨®lo muchas caracter¨ªsticas de los mercados de bienes y servicios, o eliminar barreras a la movilidad del trabajo, sino tambi¨¦n remover determinadas segmentaciones que afectan a la movilidad transnacional de las empresas, es decir, la movilidad de los capitales a largo plazo.
Todo ello es necesario, adem¨¢s, porque la creaci¨®n de un mercado ¨²nico, el europeo, exige que se borren los rasgos que imprimen nacionalidad a las empresas, que deben llegar a ser europeas, dejando de ser francesas, alemanas o espa?olas. Ello no significa m¨¢s intervenci¨®n o regulaci¨®n por Bruselas, pero s¨ª significa eliminar trabas, discriminaciones y, en definitiva, igualar las condiciones del campo de competici¨®n. Ello significa tambi¨¦n que puedan crecer m¨¢s los m¨¢s eficientes, con independencia de cu¨¢l sea su propietario o la localizaci¨®n geogr¨¢fica de la empresa.
Ello implica tambi¨¦n clarificar algunos aspectos relativos a la propia justificaci¨®n de la existencia de empresas p¨²blicas. Existe cada vez m¨¢s acuerdo, y la pol¨ªtica oficial ele la comisi¨®n pretende garantizarlo, que las empresas p¨²blicas deben comportarse con igual tipo de objetivos y restricciones econ¨®micas y financieras que las privadas. Si esta razonable pol¨ªtica se impone, ?qu¨¦ justifica entonces la existencia de empresas p¨²blicas? No es f¨¢cil encontrar justificaciones. Una podr¨ªa ser la defensa de objetivos nacionales o de los denominados estrat¨¦gicos. Es obvio que esto no es aceptable y la propia existencia de un objetivo nacional es contradictoria con la construcci¨®n de un mercado ¨²nico que pretende ser continental.
Evitar desequilibrios
En resumen, evitar los desequilibrios y contradicciones analizados exige al menos, conseguir los dos siguientes objetivos:1. Un acuerdo sobre principios b¨¢sicos del papel del Estado en la actividad econ¨®mica. Ello debe garantizar que no existan diferencias de soberan¨ªa nacional como las antes explicadas, que no puedan perseguirse objetivos econ¨®micos nacionalistas frente a otros pa¨ªses miembros y que los poderes de los Estados en la transmisi¨®n de la propiedad empresarial sean los mismos. Una implicaci¨®n de lo anterior es que las empresas p¨²blicas no puedan ser empleadas para desarrollar pol¨ªticas nacionalistas, ya sean ofensivas para entrar en nuevos mercados o defensivas para proteger la econom¨ªa nacional.
Tal como hemos visto, e primer problema que se plantea es la dificultad para construir un mercado ?nico no discriminador cuando el peso del Estado en la actividad productiva, es decir, el de la empresa p¨²blica, es muy diferente de un pa¨ªs miembro a otro. Como reflejan las actuales discusiones sobre las propuestas de Brittan para el control de ayudas p¨²blicas, las posturas sobre un tenia mucho m¨¢s concreto y de alcance m¨¢s delimitado est¨¢n hoy sobradamente alejadas.
2. Introducir un grado de homogeneizaci¨®n institucional semejante al que hoy caracteriza a un mercado nacional.
Es decir, se trata de que, al igual que hoy existe en cada pa¨ªs, exista tambi¨¦n en el conjunto de la Comunidad un bloque homog¨¦neo de principios mercantiles b¨¢sicos, de reglas sobre fusiones, absorciones y compraventa de empresas, de criterios contables, de requisitos sobre transparencia e informaci¨®n financiera, de normas sobre funcionamiento de los mercados de capitales, etc¨¦tera. Esto no implica ir contra el principio de subsidiariedad de las actuaciones de Bruselas, sino ¨²nicamente establecer las reglas m¨ªnimas comunes que hist¨®ricamente siempre se han desarrollado en ?in sistema econ¨®mico para convertirse en un mercado ¨²nico
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