Brindis saud¨ª por la intolerancia
En los palacios de Arabia Saud¨ª, la grata novedad es que el orden mundial de George Bush acepta y respeta lo viejo. Cuando Estados Unidos envi¨® tropas al reino ultraconservador del rey Fahd en la primera fase del conflicto en el Golfo, entre los que festejaron ¨ªntimamente el acontecimiento estaban los aproximadamente 60.000 tecn¨®cratas saud¨ªes agregados de universidades norteamericanas. Para ellos, el contacto entre saud¨ªes, americanos y brit¨¢nicos promet¨ªa una transformaci¨®n benigna hasta el m¨¢s m¨ªnimo aspecto de la vida cotidiana dentro del inmenso reino.Acertaron a medias. La influencia de la cultura occidental en Arabia Saud¨ª suaviz¨® ligeramente las reglas. Incluso inspir¨® la famosa protesta de 47 mujeres que, desafiando abiertamente la ley, se atrevieron a manejar en Riad en noviembre pasado. Hoy purgan ese pecado en virtual arresto domiciliario, tras una serie de vej¨¢menes que la monarqu¨ªa contemplo impasible, si no totalmente satisfecha. Pero no es solo la inminente partida de norteamericanos (y de las soldados norteamericanos, que impusieron brevemente la moda subversiva al volante de camiones militares) lo que ya ha comenzado a restaurar los m¨¢s antiguos niveles de intolerancia Saud¨ª. Seg¨²n informes de Riad, el fin de la guerra ha sido tambi¨¦n el fin de las esperanzas de reforma social y un tap¨®n a las no muy discretas demandas de democratizaci¨®n.
Al parecer, eso ahora tiene sin cuidado a la monarqu¨ªa. T¨¦cnicamente, el movimiento en pro de una apertura en cualquier campo representa un sector que, si bien merece atenci¨®n por estar formado por tecn¨®cratas de buena reputaci¨®n, su voz representa las aspiraciones de apenas el 1% de la poblaci¨®n Saudi.
En el reino existe, por supuesto, gratitud alivio por la intervenci¨®n de Estados Unidos sus aliados de Occidente durante la crisis. Los marines y las ratas del desierto que derrotaron a Sadam Hussein han devuelto a la monarqu¨ªa saud¨ª seguridad en el campo pol¨ªtico y millitar. Habiendo sido el cajero de las operaciones Escudo y Tormenta del Desierto, el rey Fahd sabe mejor que nadie que sus protectores van a acudir gustosos a cualquier petici¨®n de retorno, si el caso un d¨ªa as¨ª lo requiriese.
Mientras los soldados extranjeros empacan en Arabia Saud¨ª, uno de los personajes que est¨¢ llamado a brillar de nuevo en el desierto es el jeque Abdul Aziz Ibn Baz, el n¨²mero uno de la Presidencia de Investigaci¨®n. Convocatoria Orientaci¨®n Isl¨¢mica y, sin duda, el m¨¢s celoso defensor de las estrictas leyes sociales, incluyendo la exclusi¨®n femenina del volante. En la d¨¦cada de los sesenta este jeque defend¨ªa la teoria de que el Sol giraba sobre la Tierra.
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