"La comunicaci¨®n es el poder y todo el poder"
Los muebles de la villa de Giscard en la Rue Benouville ya est¨¢n cubiertos con lienzos blancos, y la familia, en la casa de campo. En unas horas, el ex presidente dir¨¢ adi¨®s a Par¨ªs. Para festejarlo, propone que la conversaci¨®n se desarrolle en la terraza, frente a un tupido jard¨ªn.Pregunta. Usted ten¨ªa la imagen de fr¨ªo, distante, muy protocolario. Ahora se le ve relajado, cordial, bromista incluso.
Respuesta. ?Le ha extra?ado? (Risas) Muy bien, muy bien.
P. ?Siempre ha sido como ahora?
R. He cambiado algo. Todo el mundo cambia. Pero sobre todo ha habido un enorme cambio en la funci¨®n. Esa imagen protocolaria de la que usted habla procede del hecho de que yo ocup¨¦ durante siete a?os una funci¨®n representativa importante y, siendo muy joven, tuve que esmerarme para estar a la altura de un presidente que acababa de morir (Georges Pompidou) y del mism¨ªsimo De Gaulle. Pero yo siempre digo a mis amigos espa?oles que el protocolo franc¨¦s viene de su pa¨ªs. Las reinas de origen espa?ol, Mar¨ªa Teresa y Ana de Austria, lo introdujeron en nuestra corte.
P. Pero la Espa?a mon¨¢rquica ha olvidado ese protocolo mientras la Francia republicana contin¨²a practic¨¢ndolo.
R. Es f¨¢cil de explicar. Cuando hay una gran ruptura hist¨®rica, y la Revoluci¨®n Francesa lo fue, los pa¨ªses se esfuerzan por preservar determinados signos y apariencias. Es verdad que la monarqu¨ªa espa?ola actual tiene un aspecto mucho m¨¢s desenvuelto que nuestras convenciones republicanas. Las vacaciones del soberano, su manera de hablar a unos y otros,, la educaci¨®n de sus hijos... Pero espero que haya cambios en Francia.
P. El protocolo no es lo ¨²nico que Francia hereda de la monarqu¨ªa. Tambi¨¦n los enormes poderes del presidente de la Rep¨²blica. ¨²ltimamente, usted se declara partidario de recortar esos poderes.
R. Hay que hacer varias cosas. En primer lugar, reducir urgentemente la duraci¨®n del mandato presidencial. Nuestra ¨¦poca soporta cada vez menos que alguien ejerza un gran poder durante mucho tiempo. La opini¨®n p¨²blica lo encuentra insoportable. No me refiero a los monarcas constitucionales, que tienen un poder muy limitado. Me refiero a los presidentes electos, con verdaderos poderes.
P. ?Qu¨¦ otras cosas se le ocurren para conseguir esa distensi¨®n?
R. Hay que codificar el ejercicio de los considerables poderes del presidente de la V Rep¨²blica. Volvamos atr¨¢s. El general De Gaulle fund¨® esta rep¨²blica tras un r¨¦gimen parlamentario extremo, que ten¨ªa enormes debilidades, en particular el hecho de que los gobiernos apenas duraban unos meses. La gran preocupaci¨®n de De Gaulle era dar estabilidad a nuestra vida pol¨ªtica. El presidente obtuvo as¨ª extensos y nunca bien delimitados poderes. Pero hoy tenemos que hacer un esfuerzo para delimitar lo que corresponde al presidente y al Gobierno. Por ejemplo, el presidente (Fran?ois Mitterrand) construye hoy en Par¨ªs una gran biblioteca que puede costar hasta 10.000 millones de francos. ?Pero ¨¦l no tiene ningun poder en ese terreno! ?sa deber¨ªa ser una tarea del Gobierno.
P. Esas grandes obras p¨²blicas de Mitterrand parecen formar parte de la tradici¨®n mon¨¢rquica de la V Rep¨²blica.
R. Quiz¨¢, pero no creo que sea una buena pr¨¢ctica. El nuestro es un sistema republicano, y los poderes presidenciales deben ser limitados. Tambi¨¦n los del Gobierno. C¨®mo consecuencia del art¨ªculo 49.3 de la Constituci¨®n, el Gobierno puede hacer adoptar leyes en contra de la opini¨®n del Parlamento. Los fundadores de la V Rep¨²blica pretendieron as¨ª evitar las m¨²ltiples crisis ministeriales. Pero hoy se abusa de ese procedimiento t¨¦cnico.
P. Cuenta usted que se sinti¨® muy aislado humanamente cuando fue presidente, como si se hubiera convertido en un personaje sagrado.
R. Eso es inherente a una funci¨®n presidencial demasiado durarera y solemne. Yo observaba c¨®mo hasta mis amigos me miraban de otro modo.
P. Usted mismo se sent¨ªa de otro modo. Me refiero a esa confesi¨®n de que en el El¨ªseo comenz¨® a darse cuenta de que se volv¨ªa cada vez m¨¢s feo.
R. (Risas) Lo que me choc¨® fue que alguien me dijo hablando de Carter: "?Ha visto c¨®mo en dos a?os en el poder ya no es el mismo? Es espantoso c¨®mo cambian los hombres en el poder". Y cuando esa persona se dio cuenta de lo que estaba diciendo a?adi¨®: "Por supuesto, ¨¦se no es su caso" (risas). Entonces me di cuenta de que me estaba ocurriendo lo mismo que a Carter. Es el efecto del tiempo, m¨¢s el estr¨¦s del poder.
P. ?Es verdad que desde entonces ya no se mira en los espejos?
R. Nunca me he mirado mucho. No me gusta mi rostro.
P. Fran?oise Giroud le rindi¨® homenaje en EL PA?S por ser el primer pol¨ªtico franc¨¦s que incorpor¨® mujeres al Gobierno. Pero se dice que no se atrevi¨® a nombrar una primera ministra.
R. Eso es una leyenda. En siete a?os yo nombr¨¦ a los dos primeros ministros que me parecieron los mejores, Chirac y Barre. No pens¨¦ en nadie m¨¢s. Si hubiera habido entonces alguna mujer calificada para ese puesto, se lo hubiera dado.
P. ?Era consciente de romper un tab¨² con ministras como Veil o Giroud?
R. Lo era de realizar un acto de justicia. Las mujeres francesas son extraordinarias. Son al mismo tiempo un factor de renovaci¨®n y de estabilidad.
P. Usted cuenta que estaba enamorado de todas las francesas.
R., Perdidamente enamorado. En los actos p¨²blicos sent¨ªa su presencia, buscaba su mirada. Esos momentos fueron los m¨¢s fuertes de mi septenato.
P. Tras el asunto de los diamantes de Bokassa, pas¨® varios a?os sin leer peri¨®dicos o ver la televisi¨®n. ?Cree que los medios de comunicaci¨®n le trataron de manera injusta.
R. Sin la menor duda. En aquel momento hab¨ªa en Francia un duro combate por el poder, y los medios de comunicaci¨®n estaban a favor del cambio. Usaban toda clase de argumentos, verdaderos o falsos, para esa lucha por el poder. Yo me impuse la obligaci¨®n de no reaccionar a los comentarios de la prensa. Y tambi¨¦n la de no perseguir judicialmente a nadie, aunque hubiera acusaciones absurdas, groseras. Era una especie de regla de liberalismo y puede ser que me equivocara al ir tan lejos. Ahora pienso que no se puede dejar decir o escribir cualquier cosa.
P. ?Qu¨¦ otras lecciones ha sacado de aquella experiencia?
R. He descubierto que los medios de comunicaci¨®n son el poder. No el cuarto poder, no. 'El poder y todo el poder. La guerra del Golfo se ha librado en los medios; el 85% de lo que sabe y piensa la opini¨®n p¨²blica viene de los medios. Si el pol¨ªtico quiere que su mensaje llegue a la gente, debe estar en buenos t¨¦rminos con ellos. Tambi¨¦n he aprendido que es absurdo no ser natural delante de los medios. Absurdo. No hay ning¨²n modo de desempe?ar un papel cre¨ªble si no se es natural. Ahora no intento ocultar que soy un provinciano y que me siento mucho m¨¢s a gusto entre provincianos.
P. Sin embargo, en el El¨ªseo usted se daba aires de arist¨®crata.
R. (Risas) Eso se debe a mi altura. Y tambi¨¦n a mis estudios, que fueron muy elitistas. Y a algunos de mis gustos.
P. Quiz¨¢ se deba tambi¨¦n a su confesada admiraci¨®n por Luis XV.
R. A m¨ª me gustan mucho las biograf¨ªas. Por ejemplo, he le¨ªdo todo lo que se ha escrito sobre Lucrecia Borgia. Es un personaje curios¨ªsimo del que se han contado historias inveros¨ªmiles. Victor Hugo escribi¨® una pieza completamente inventada, en la que ella envenena a todo el mundo. Los personajes que me gustan son con frecuencia del signo acuario. Luis XV, Tayllerand, Mozart eran acuarios. Me interesan las gentes con una sensibilidad muy fuerte que tienen problemas para hacerse entender por su ¨¦poca.
P. ?Cu¨¢l es su signo zodiacal?
R. (Risas) Acuario. Un signo de aire. Por eso en mi vocabulario hay palabras como espacio, horizonte o soplo. Pompidou era un signo de tierra y siempre hablaba de la ra¨ªz, el fundamento o la siembra. Acuario es un signo de imaginaci¨®n, abierto a los otros, muy apegado a los valores est¨¦ticos
P. En Francia. se habla en voz m¨¢s alta de la posibilidad de que usted gane las pr¨®ximas elecciones presidenciales. ?Despu¨¦s de todo lo que dice haber sufrido en el El¨ªseo a¨²n tiene ganas de volver?
R. Ganas no tengo. Ni tampoco ambiciones. Yo ya s¨®lo tengo objetivos. Le he contado algunas de las cosas que creo que hay que modificar en Francia. Hay otras. Pienso que Francia no est¨¢ desempe?ando en Europa el papel que podr¨ªa desempe?ar. Nuestra posici¨®n nos permite una mayor participaci¨®n en la construcci¨®n de Europa, que es algo complejo e indispensable. Hay cosas que es preciso hacer. Esas cosas me interesan. No las funciones.
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