El mercado en Polonia
Justo cuando se cumplen dos a?os de la llegada de Solidaridad al poder -el 19 de agosto de 1989-, Polonia se ve sacudida por un esc¨¢ndalo Financiero que puede pesar sobre las elecciones parlamentarias del 27 de octubre. Los protagonistas de este singular caso son dos yuppies de apenas 35 a?os, Boguslaw Bagsik y Andrzej Guszarowski, que, partiendo de la nada, han edificado la mayor empresa privada del pa¨ªs, Art B, con un volumen de negocios de centenares de millones de d¨®lares. Citados a menudo como ejemplo de dinamismo, el pasado mes de Julio fueron invitados por el Gobierno a hacerse cargo de la f¨¢brica de tractores Ursus, a punto de declararse en quiebra y de despedir a 21.000 trabajadores. Hoy, esos dos pioneros del mercado polaco han huido a Israel, don de ya han comprado un importante paquete de acciones de PAZ, la principal sociedad pe trolera del pa¨ªs. En Polonia s¨®lo quedan los banqueros que ayudaron a los dos fugitivos a edificar su impresionante fortuna. No se trata de unos banqueros cualesquiera. El adjunto al gobernador del Banco Naci¨®nal de Polonia, Wojciech Prokop, est¨¢ ya tras las rejas, junto a otros siete altos dirigentes de dicha instituci¨®n, y el gobernador, Grzegorz Wojtowiezqui, que tiene rango de ministro, acaba de ser suspendido de sus funciones a la espera de que el Parlamento se pronuncie sobre su caso. Otra entidad bancaria, la Caja de Ahorros Polaca (PKO), muy conocida en el extranjero, est¨¢ tambi¨¦n en el banquillo por haber facilitado las operaciones de la sociedad Art B. Parece fuera de duda que el sistema bancario en su conjunto ha hecho gala de imprevisi¨®n, o de estar gangrenado por la corrupci¨®n.A primera vista, este triste asunto llega en un momento oportuno para Lech Walesa, presidente de la Rep¨²blica, y para la Coalici¨®n de Centro, el partido m¨¢s pr¨®ximo a ¨¦l, Tras su elecci¨®n, el pasado mes de diciembre, Walesa y sus amigos disponen de todas las palancas del poder; sin embargo, por temperamento o por comodidad, prefieren jugar a la oposici¨®n. En lugar de vanagloriarse de su gesti¨®n, han desencadenado tina amplia campana contra la corrupci¨®n, en previsi¨®n de las elecciones del 27 de octubre. Pero su cruzada tiene como objetivo prioritario, si no exclusivo, a los personajes corrompidos de la vieja nomenklatura comunista. Es una forma de acusar a Tadeusz Mazowiecki, el antiguo dirigente de Solidaridad que presidi¨® el primer Gobierno poscomunista, de que, en lugar de vengarse, permiti¨® a los potentados del antiguo r¨¦gimen reclasificarse tranquilamente en el mundo de los negocios. Los m¨¢s celosos adversarios del ex primer ministro no dudan en sostener que siempre ha sido un criptocomunista y que por su causa el partido comunista sigue gobernando "con la chequera". Walesa no esgrime expl¨ªcitamente esos argumentos contra su viejo compa?ero de combate, hoy l¨ªder de la Uni¨®n Democr¨¢tica que le disputa el poder, pero ha ido a Gdarisk para jurar ante la iglesia de Santa Br¨ªgida que, tarde o temprano, y aunque le cueste 20 a?os, confiscar¨¢ los bienes de los enriquecidos nomenklaturistas y les dejar¨¢ como mucho con "los calcetines".
Estas amenazas han dejado perplejos a los mejores juristas de Solidaridad. Saben que no hay ninguna ley que proh¨ªba hacer negocios a los ex miembros o dirigentes del partido comunista, siempre que se hagan conforme a las nuevas leyes del mercado. El fiscal general adjunto de la Rep¨²blica, Alexandre Herzog -que, por otro lado, acaba de dimitir-, ha expficado mil veces que el concepto mismo de "sociedad accionarial de nomenklaturistas " pertenece a un vocabulario pol¨ªtico que no tiene nada que ver con el c¨®digo penal.
En realidad, la ofensiva presidencial se explica sobre todo por la necesidad de encontrar una v¨ªctima propiciatoria de las grav¨ªsimas dificultades econ¨®micas que el pa¨ªs acumula. Es cierto que la terapia de choque prescrita por el Fondo Monetario Internacional para el tr¨¢nsito a la econom¨ªa de mercado y aplicada con el mayor rigor por el viceprimer ministro Jacek Balcerowick (tambi¨¦n ex comunista) ha permitido frenar la hiperinflaci¨®n y acabar con la dolarizaci¨®n de la econom¨ªa. Pero ha acarreado una ca¨ªda de la producci¨®n de un 40% en dos a?os y un dram¨¢tico descenso del nivel de vida: el precio a pagar es demasiado alto y la poblaci¨®n se siente v¨ªctima de una grave injusticia.
En buena l¨®gica habr¨ªa que recti icar el tiro, y el Estado tiene en sus manos los medios, ya que el sector p¨²blico sigue representando los dos tercios de la econom¨ªa. Pero el actual Gobierno, elegido por Walesa, que aplica al pie de la letra la receta de la econom¨ªa de mercado, no parece dispuesto a tener en cuenta una pol¨ªtica que no respete estrictamente ese credo. De ah¨ª la asombrosa campa?a para imputar toda la responsabilidad a los nomenklaturistas.
La gente de Walesa no quiere recurrir esta vez a los argumentos antisemitas que durante las elecciones presidenciales empa?aron su imagen, por lo que la Coalici¨®n de Centro, que representa sus colores, ha rechazado la alianza con los diferentes partidos nacional-cristianos especializados en la denuncia de una minor¨ªa nacional podrida, como llaman a los polacos de origen jud¨ªo. Sin embargo, hay que temer que el caso de Art B lleve el agua al molino de esa extrema derecha cada vez m¨¢s arrogante y activa. Los dos yuppies huidos no son, que se sepa, jud¨ªos, pero el hecho de que se hayan refugiado en Israel bastar¨¢ para relanzar todos los viejos fantasmas. Adem¨¢s, a tres meses del escrutinio, ya se pueden ver carteles que muestran a Mazowiecki y Kuron, los dos l¨ªderes de la Uni¨®n Democr¨¢tica, con narices ganchudas.
La campa?a para las primeras elecciones parlamentarias libres en Polonia ha tenido, pues, mal comienzo. En esas condiciones, no es de extra?ar que el 60% de los polacos interrogados en un reciente sondeo afirmen que no van a participar en el escrutinio. Hay que esperar que el campo dem¨®crata, muy dividido, consiga enderezar la situaci¨®n y evitar un resultado tan desastroso a la joven democracia polaca.
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