"El cine ha hecho realidad todos mis sue?os"
"El descubrimiento del cine fue virtualmente el inicio de mi vida. En los a?os 40, en Barcelona, el cine era uno de los pocos escapes posibles de una realidad bastante asfixiante. Mi padre estaba exiliado en Cuba y mi madre sol¨ªa llevarme al cine, que en aquellos tiempos ofrec¨ªa siempre programas dobles. Fue en aquellas sesiones en las que empec¨¦ a descubrir que el cine era mi vida, viendo pel¨ªculas como Horizontes perdidos, de Frank Capra. Pero a trav¨¦s del cine, de la fascinaci¨®n que surg¨ªa de la pantalla, tambi¨¦n me fue revelada la literatura, por ejemplo Dostoievski, o las artes pl¨¢sticas, que tambi¨¦n me interesan enormemente, o la m¨²sica; por ejemplo, fue as¨ª como descubr¨ª a Mozart", recuerda N¨¦stor Almendros.Viste traje cruzado de color gris azulado y se toca la cabeza con un sombrero de paja, a medio camino entre el panam¨¢ caribe?o y el snap-brim hat que popularizara Frank Sinatra en los a?os 60. "Los sombreros son para m¨ª una especie de marca de f¨¢brica", dice mientras juguetea con su visera. Pero es su rostro, enjuto y al tiempo inocente coinc¨ª el de un ni?o maravillado por una pel¨ªcula, el que presta el definitivo car¨¢cter a este cineasta cosmopolita. Y sobre todo, sus ojos: los ojos de una c¨¢mara, l¨ªmpidos, profundos y al tiempo impenetrables. Unos ojos que se pasean en constantes barridos por el entorno y, de pronto, ajustan su foco en un determinado encuadre y, como la c¨¢mara, parecen explorar hasta la ¨²ltima esencia. No en vano su autobiograf¨ªa (publicada en Espa?a por Seix Barral en 1982 y 1990 y prologada por Francois Truffaut) se titula D¨ªas de una c¨¢mara.
Tal vez sean los ojos los que le permiten prescindir de buena parte del utillaje que muchos directores de fotografia acarrean siempre consigo. "Eso, en todo caso, puede ser otra afectaci¨®n, de manera que la gente diga que s¨®lo llego con mi talento. Todo depende del estilo de foto. Yo hago una fotograf¨ªa muy limpia, desnuda, sin trucos. Prefiero que lo filmado sea interesante por s¨ª mismo, antes que hacerlo artificialmente interesante".
El cosmopolitismo de Almendros viene dado por la trashumancia a que le ha obligado su vida, en la que se cuentan tres. exilios (de la Espa?a franquista, de la Cuba de Batista y de la Cuba castrista), pero el hecho de que haya podido trabajar sin grandes impedimentos en las cinematograf¨ªas francesa y norteamericana se debe, seg¨²n ¨¦l, "a los idiomas que hablo: ingl¨¦s, franc¨¦s, italiano, catal¨¢n y castellano, todos mal".
Con idiomas o sin ellos, el curr¨ªculo y el palmar¨¦s de Almendros como director de fotograflia no pueden deberse a una simple facilidad comunicativa: nueve pel¨ªculas con Francois Truffaut, entre ellas El peque?o salvaje, Las dos inglesas y el continente, El ¨²ltimo metro, Vivamente el domingo;,trabajos con Eric Rolimer (La marquesa de O, Mi noche con Maud, Pauline en la playa); aventuras como el filme Id? Amin Dada con Barbet Schroeder y, antes y despu¨¦s del ¨®scar, grandes producciones norteamericanas como El lago azul, Kramer contra Kramer ¨® La decisi¨®n de Sophie.
En 1983 codirigi¨® con Orlando Jim¨¦nez Leal el documental Conducta impropia, una ¨¢cida denuncia del r¨¦gimen castrista, con el que Almendros trabaj¨® a principios de los a?os 60, hasta que su libertad creativa choc¨® con los m¨¦todos estalinianos y tuvo que exiliarse de nuevo, a Francia y luego a EE UU. Desde entonces, el cineasta es un ac¨¦rrimo y bien informado oponente del sistema castrista, al que no concede ninguna posibilidad de transici¨®n pac¨ªfica, porque, seg¨²n dice, "Castro no quiere. He aqu¨ª lo malvado de ese hombre, la consigna 'patria o muerte', cuando lo que deber¨ªa decir es 'libertad y vida'".
"Me he preguntado muchas veces por qu¨¦ me dieron el Oscar por D¨ªas del cielo", explica Almendros. "Pienso que fue porque no me conoc¨ªan. Los ¨²nicos que hab¨ªan o¨ªdo hablar de m¨ª eran los que hab¨ªan visto pel¨ªculas de la Nouvelle Vague, pero el p¨²blico del ?scar no est¨¢ en esas cosas. Lo que creo es que, en aquel momento, el tipo de fotografia que me pidi¨® Terence Malik no hab¨ªa sido muy utilizado. Estaba muy poco en boga iluminar con luz de fuego a gente que estaba junto al fuego, pese a que hab¨ªan avances tecnol¨®gicos que casi nadie hab¨ªa utilizado. Hab¨ªa otras pel¨ªculas que utilizaban estos sistemas, como Barry Lindon, de Stanley Kubrick, pero la m¨ªa fue de las primeras y llam¨® la atenci¨®n. Las pel¨ªculas que ganan el ?scar a la mejor fotografia son siempre de paisajes, que es lo m¨¢s f¨¢cil de todo, y de ¨¦poca, con vestuarios vistosos y escenas de cat¨¢strofes. A¨²n y as¨ª, no creo que D¨ªas del cielo sea la pel¨ªcula en la que he hecho un mejor trabajo; me gusta rnu cho m¨¢s La marquesa de O, m¨¢s depurada".
Las oportunidades pasadas y presentes de Almendros en el cine norteamericano le hacen especialmente cr¨ªtico con la reciente tendencia a la frivolidad y el infantilismo de muchas de las pel¨ªculas producidas en aquel pa¨ªs. "?ltimamente da la impresi¨®n", dice, "de que los ¨²nicos que piensan son los negros y los hispanos, como SPike Lee (Haz lo que debes) o W¨¢zquez (Home Boys). Gran parte del resto es verdaderamente deplorable, infantil. Parece incre¨ªble, pero eso responde a la realidad del p¨²blico que va al cine".
Tanto en este aspecto como en otros, Almendros apunta que "me horroriza ver c¨®mo Europa imita a los norteamericanos en casi todas las cosas malas y, sin embargo, en las cosas buenas no se les imita. Evidentemente, me gusta la vida y la gente en EE UU, de lo contrario no vivir¨ªa all¨ª, pero creo que Nueva York ha perdido bastante en los ¨²ltimos dos a?os: su energ¨ªa ha disminuido; era una ciudad de arte y cultura, pero ahora tiene muchos niveles de Tercer Mundo, como la enorme cantidad de gente sin hogar. Otro fen¨®meno t¨ªpicamente norteamericano es que es un pa¨ªs que rinde un excesivo culto al trabajo y la gente no puede soportarlo y se desquicia, se vuelven lo que all¨ª llaman workaholics, adictos al trabajo. Por ejemplo, en mi oficio, las condiciones de trabajo se han deteriorado mucho, con jornadas de 12 o 14 horas sin interrupci¨®n. Me parece una forma de trabajar horrible y, encima, las pel¨ªculas salen peor. Aun y as¨ª, cada a?o se hacen multitud de pel¨ªculas y cada a?o salen una o dos muy interesantes, por ejemplo, el a?o pasado, Goodfellas. Los norteamericanos tienen un nivel t¨¦cnico y una experiencia que hacen que sepan lo que el p¨²blico quiere ver, y es esto lo que ha mantenido en marcha la industria del cine norteamericano, que no goza de las subvenciones ni la protecci¨®n de las cinematograf¨ªas europeas. Desde un punto de vista industrial, esto tiene m¨¦rito".
A pesar de todas las reticencias, de ppsares como el deno haber conocido a Orson Welles, cuya pel¨ªcula Ciudadano Kane califica siempre como "la mejor de la historia", N¨¦stor Almendros es un hombre que considera que "el cine ha hecho realidad todos mis sue Ros de aquellas sesiones dobles barcelonesas de los a?os 40. So?aba con trabajar con, Truffaut y sucedi¨®; deseaba trabajar con Scorsese y me llam¨® ¨¦l; tuve la suerte de trabajar con Rosellini, uno de mis ¨ªdolos...".
?Y los actores??Cu¨¢l habr¨¢ sido el rostro m¨¢s bello que. ha fotografiado este hombre que parece mirar como una c¨¢mara y que hace que la c¨¢mara mire como un ser humano? N¨¦stor Almendros frunce los labios, entorna los ojos y juguetea con el ala de su sombrero: "No puedo citar un solo rostro", dice, "pero le dir¨¦ seis, tres mujeres y tres hombres: Meryl Streep, Isabelle Adjani y Catherine Deneuve, muy distintas y muy bellas las tres, muy m¨¢gicas para la c¨¢mara, y Dustin Hoffman, un rostro inolvidable [con Hoffman rueda Almendros su pr¨®ximo trabajo, Billy Bathgale, que cuenta la historia del g¨¢nster norteamericano Dutch Schultz], o Jack Nicholson, un tipo estupendo y, por supuesto, G¨¦rard D¨¦pardieu, un actor gigantesco".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.