"Quiero ser un fil¨®sofo sin pr¨ªncipes"
,"No quiero hablar de pol¨ªtica. La pol¨ªtica ya no me interesa. Hablemos de otras cosas", dice, exige, suplica Debray al periodista apenas un minuto despu¨¦s de darle la bienvenida a su apartamento de la parisiense Rue de I'Odeon. A sus 50 a?os -edad que en un arrebato de coqueter¨ªa se niega a confirmar-, Debray sigue siendo un hombre hermoso. Con su c¨¦lebre mostacho y unos ojos azules como los horizontes de las sierras.
Pregunta. Me sorprende al decir que la pol¨ªtica ya no le interesa. Y no s¨®lo por su pasado, sino por el hecho de que en los ¨²ltimos tiempos usted sigue adoptando posiciones pol¨ªticas: contra la participaci¨®n francesa en la guerra del Golfo, denunciando el triunfo del americanismo, comparando las presidencias de De Gaulle y Mitterrand...
Respuesta. La ley del menor esfuerzo que domina los medios de comunicaci¨®n pretende condenar a todo el mundo a identificarse con la imagen que los otros se hacen de ¨¦l. En lo que a m¨ª respecta, el malententido es total en Espa?a. La pol¨ªtica, y entiendo por esa palabra las cuestiones internacionales, porque yo siempre he sido ajeno a los debates de pol¨ªtica interior francesa; la pol¨ªtica, pues, s¨®lo representa una d¨¦cima parte de mi trabajo. La parte m¨¢s superficial, creo.
P. Sigue sorprendi¨¦ndome.
R. Quiz¨¢ el malentendido que existe en Espa?a sobre mi persona procede del hecho de que los textos en los que me he comprometido verdaderamente nunca han sido traducidos al espa?ol. Esos libros son literarios o filos¨®ficos. Yo me identifico m¨¢s con mi reflexi¨®n sobre la pintura de Tintoretto que con tal o cual art¨ªculo de actualidad., En mi autobiograf¨ªa, Les masques, hay m¨¢s sentimientos que pol¨ªtica. Lo que ocurre es que los pen¨ªodistas siempre hacen a la gente demasiadas preguntas sobre la pol¨ªtica y pocas sobre sus suenos o pasiones. No se dan cuenta de que los sentimientos y no las ideas gobiernan verdaderamente el mundo.
P. Sin embargo, en la guerra del Golfo usted fue uno de los escritores franceses que argumentaron mejor su oposici¨®n al conflicto.
R. Lo que ocurri¨® fue que los periodistas no cesaban de acosarme para que les diera mi opini¨®n sobre el asunto. Y al final expliqu¨¦ lo que sent¨ªa. Dije que la participaci¨®n francesa en esa expedici¨®n punitiva imperial me parec¨ªa tan contraria a los valores morales de la izquierda como a nuestros intereses nacionales.
P. Debray fue un personaje pol¨ªtico. ?En qu¨¦ ha cambiado el mundo o su persona?
R. Me parece que el campo pol¨ªtico ha perdido por el momento todo inter¨¦s esencial. M¨¢s vale dej¨¢rselo a los gestores intercambiables de la izquierda y la derecha. Es menos peligroso para el esp¨ªritu. La inteligencia tiende a la traici¨®n desde que sue?a con reinar. Un buen fil¨®s-ofo franc¨¦s, Alain, el autor de El ciudadano contra los poderes, pensaba que los fil¨®sofos no deben arriesgarse nunca a ser reyes. Ni tampoco consejeros del pr¨ªncipe. Hoy le doy la raz¨®n.
P. Ha dejado, pues, de creer en la posibilidad de cualquier alternativa al estado actual del mundo.
R. Es evidente que hemos entrado en un periodo de reacci¨®n planetaria. El Final de la barbarie comunista da todas las oportunidades al salvajismo de un capitalismo triunfante. ?Durante cu¨¢nto tiempo? No lo s¨¦. En los barrios populares de Marsella, la gente que vota,ba comunista vota hoy al Frente Nacional. Personalmente, yo intento perder mis ilusiones conservando mis fidelidades. No pertenezco a ning¨²n P ¨¢rtido, lo que no me Impide sentir y reaccionar como un hombre de izquierda. Por instinto, me pongo siempre del lado de los m¨¢s d¨¦biles y los m¨¢s pobres. Los perdedores, en una palabra. Me repugnan el culto universal del dinero y el ideal individualista del ¨¦xito. Espero con impaciencia el regreso de la izquierda francesa a la oposici¨®n. Con el temor de que no sea demasiado tarde para que recupere sus valores.
P. Su descubr¨ªmiento tard¨ªo de De Gaulle parece proceder de esa constataci¨®n de que los pol¨ªticos actuales, de derecha o. de izquierda, s¨®lo se interesan por permanecer en el poder. ?Fue De (jaulle el ¨²ltimo representante de una raza (le hombres de Estado que aspiraban a modelar el mundo a la semejanza de sus sue?os?
R.Perdone, pero yo descubr¨ª a De Gaulle hace 25 a?os: Desde 1968 y precisamente tras la derrota de los guerrilleros y la muerte del Che. Le escrib¨ª desde Camiri, donde: estaba. detenido, y nunca le he ocultado a Fran?ois Mitterrand que, en materia de pol¨ªtica internacional, soy un gauilista de izquierda. La independencia de Europa, la pererinidad de las culturas y las naciones, la, frivolidad de las ideolog¨ªas, el rechazo de la ilusi¨®n econ¨®mica com¨²n a marxiistas y liberales, todo eso constituye unavisi¨®n del mundo tan cl¨¢sica como s¨®lida. De Gaulle no era en absoluto un rom¨¢ntico o un megal¨®mano carism¨¢tico, que pretend¨ªa, como dice usted, calcar el mundo exterior sobre sus fantasmas. De ah¨ª su antifascismo visceral. Era un realista que apostaba por la medida y la sabidur¨ªa y cuyos pron¨®sticos sobre la evoluci¨®n del planeta han sido confirmados en los ¨²ltimos 30 a?os.
Arcaicio y visionario
P. ?De d¨®nde, proced¨ªa su capacidad para adelantar el futuro?R. De Gaulle no habr¨ªa sido visionario de no haber sido arcalco. Usted estar¨¢ de acuerido en que la paradoja de nuestro tiempo es el progreso retr¨®grado. A medida que la mundializaci¨¦n t¨¦cnica avanza, los arca¨ªsmos hist¨®ricos salen a la superficie. Ni Karl Marx. ni Adani Smith lo hab¨ªan previsto. De Gaulle, s¨ª. Pero me temo que en Espa?a se toma, a De Gaulle por un nacionalista. Es un inirienso contrasentido, pero v¨ªstodesde BarctIona o Sevilla puede explicarse. As¨ª que mejor hablemos de otra cosa.
P. Puesto que ya no le Interesa la pol¨ªtica, ?a qu¨¦ puede dedicarse un intelectual como usted?
R. Primero abandon¨¦ el marxismo y luego dej¨¦ tambi¨¦n de ser hegeliano. Como buen cr IstIano, Hegel encontraba la Idea en el coraz¨®n de la materia hist¨®rica, lo que le llevaba a hacer de la pol¨ªtica la culminaci¨®n ele la filosof¨ªa. Yo he comprenclido que todo hombre que detenta el poder sigue la l¨®gica de las fuerzas en presencia y no la de las ideas.
P. Usted aciaba de inventar un neologismo, la mediolog¨ªa. ?Cu¨¢l es su objeto?
R. Acabo de publicar, en efecto, un Curso de medio?og¨ªa general, entendiendo por esa palabra el estudio de los medios de transmisi¨®n a trav¨¦s de los cuales una idea se convierte en fuerza colectiva, un mensaje individual en una visi¨®n del mundo. ?De d¨®nde viene la eficacia de los s¨ªmbolos? Creo que puede responderse racionalmente a esa pregunta si se toman en serio las bases materiales y t¨¦cnicas de las culturas, si se le devuelve al esp¨ªritu, su log¨ªstica. La mediolog¨ªa pretende romper la abstracci¨®n bautizada "el pensamiento hurr¨ªano" para poner dencia el sistema de soportes, relaciones y medios de transporte que le aseguran en cada ¨¦poca su existencia social.
P. Dado que le veo tan esc¨¦ptico, me Imagino que no creer¨¢ en Europa.
R. ?C¨®mo no creer en lo que somos? Somos europeos desde hace mil a?os. Es decir,, fuertes gracias a nuestras divisiones, ricos gracias a nuestras diferencias. Creo en Europa como creo en el queso o la novela, inseparables del ser europeo. Europa es la fermentaci¨®n, la corrupci¨®n, el m¨¢ximo de diversidades en el m¨ªnimo de espacio. Asia, en cambio, son los lugares sin caminos para un¨ªrlos. Y Am¨¦rica, una autopista, una caircterra con camiones, pero sin lugares de memoria, sin ciudades. Nosotros somos una bastante afortunada mezcla de espacio y de tiempo.. Si ta Europa comunitaria s¨®lo tuviera una capital, digarnos Brusellas o Berl¨ªn, y se convirtiera en un continente homog¨¦neo, habr¨ªa razones para inquietarse. Pero tranquilic¨¦monos. El siglo XIX apunta en el alba del siiglo XXI, y la Europa de las nacionalidades, la Europa de las cien fronteras, la Europa de la rnernoria, va a plantear una ruda competencia a la Europa sin fronteras de la utop¨ªa federal y futurista de los eur¨®cratas. Para lo mejor y para lo peor.
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