Un altenativa sindical al Pacto Social de Progreso
El reciente ciclo de conversaciones tripartitas sobre el Pacto Social de Progreso (PSP) ha finalizado con un ¨¢spero desacuerdo. Much9s lo vaticinaban y eso hace todav¨ªa m¨¢s incomprensible la apuesta del ministro de Econom¨ªa. ?C¨®mo podr¨ªa, Carlos Solchaga, prever un acuerdo global e inmediato con los sindicatos proclamando la continuidad de la pol¨ªtica econ¨®mica?En t¨¦rminos te¨®ricos, siempre existen resquicios para la esperanza e, inmediatamente, circularon diferentes razonamientos que evitaban enfrentarse al prop¨®sito del ministro como un mero desatino pol¨ªtico.
Unos dec¨ªan, con raz¨®n, que la pol¨ªtica econ¨®mica de un Gobierno democr¨¢tico de cualquier signo, por definici¨®n, admite niveles de coincidencias con los interlocutores sociales. Particularmente, caben acuerdos con los sindicatos, naturalmente en proporci¨®n directa al n¨²mero de rasgos socialdem¨®cratas de las orientaciones gubernamentales.
Ahora bien, la premisa de los acuerdos posibles obliga a un proceso de concertaci¨®n m¨²ltiple y descentralizado. Por el contrario, la pretensi¨®n del Gobierno era un acuerdo global y tripartito sobre aspectos centrales y socialmente muy contestados de su pol¨ªtica econ¨®mica: la pol¨ªtica de rentas y las grandes reformas estructurales.
Otros consideraban que las posibilidades de acuerdo derivaban estrictamente del documento del Gobierno y de su ambig¨¹edad calculada, no exenta de cierto atractivo. Hab¨ªa dos lecturas del Pacto Social de Progreso, una podr¨ªa ser la continuidad pura y dura de la pol¨ªtica econ¨®mica y otra, el gui?o para iniciar el giro social. No resultaba descabellado el planteamiento de las lecturas del PSP, es m¨¢s, creo que la polisemia formaba parte de la operaci¨®n.
He podido comprobar todo ello en los contactos institucionales mantenidos con los grupos parlamentarios,, donde los argumentos de apoyo a la iniciativa del Gobierno- part¨ªan de una interpretaci¨®n progresista del texto presentado. Adem¨¢s, a?ad¨ªan que la proclividad a entenderse con los sindicatos inclinar¨ªa a la lectura socialdem¨®crata.
Desde luego, una propuesta amplia y literaturizada (decenas de p¨¢ginas, cuidando la redacci¨®n y proponiendo muy poco) obligaba a una definitiva lectura en el proceso de exploraci¨®n. En UGT no quisimos adelantar un an¨¢lisis pormenorizado del PSP hasta conocer sus pretensiones ¨²ltimas, desgranando los prop¨®sitos que lo sustentaban en los presumibles encuentros con el Gobierno. Curiosamente, se nos critic¨® nuestra prudencia, reproch¨¢ndonos que antes de las conversaciones no ofreci¨¦ramos un documento p¨²blico de an¨¢lisis.
Incapacidad del Gobierno
En ese juego estructuralista de las lecturas, algunas llegaban m¨¢s lejos diciendo que el texto era neutro y que hac¨ªa falta, no una lectura, sino una reedici¨®n del PSII, a?adiendo las claves progresistas ausentes por parte de los sindicatos, a trav¨¦s de la negociaci¨®n, ya que el Gobierno en solitario no era capaz de avanzar m¨¢s y necesitaba nuestra ayuda para salir del atolladero de la actual pol¨ªtica econ¨®mica.
En este cuadro descrito no puede chocarnos que algunas al mas, progresistas y bienintencionadas, pensaran que el ministro invitaba. a la concertaci¨®n para ser ayudado por los sindicatos a la hora de introducir cambios en su pol¨ªtica. Parec¨ªa que al Grobierno, de modo aut¨®nomo, le resultaba mucho m¨¢s dificil iniciar el giro social por la pesada carga debida a la inercia de su actuaci¨®n y a los intereses creados en su entorno.
Es triste se?alar que bast¨® una primera sesi¨®n de encuentro con el ministro de Econom¨ªa, concretamente, la reuni¨®n bilateral del d¨ªa 9 de julio, para desplomar la ilusi¨®n de una lectura progresista del PSP y cerciorarnos de que no habr¨ªa la menor inflexi¨®n en las orientaciones.
Las siguientes ocasiones sirvieron para constatar algo m¨¢s sorprendente, esto es, que el mismo ministro consideraba improbable un acuerdo global con los sindicatos legitimando as¨ª, socialmente, la continuidad de su pol¨ªtica. Entonces, ?qu¨¦ se persegu¨ªa? La verdad es que fue mucho m¨¢s desagradable descubrir que tan s¨®lo se pretend¨ªa salvar la pol¨ªtica econ¨®mica de sus propios fracasos con un ejercicio de culpabilizaci¨®n externa, cuyo ¨¦nfasis y dramatizaci¨®n hemos conocido despu¨¦s.
A pesar de todo, las cosas no van a resultar sencillas para el Gobierno, si ciegamente se cierra el camino a la reflexi¨®n y emprende la exaltaci¨®n postrimera de la pol¨ªtica econ¨®mica en su fase final de agotamiento. Y no s¨®lo por razones sociales, sino por muchas o tras como las econ¨®micas, Industriales o, simplemente , presupuestarias.
Ya sabemos que el plano de lo social, durante los ¨²ltimos tiempos., no ha sido objeto de reparaci¨®n o titubeo en la pol¨ªtica econ¨®mica. Desde hace unos a?os, el Gobierno arrastra un divorcio social que, imagino, estar¨¢ trastocando su propia identidad pol¨ªtica.. No obstante, a estas alturas, tal hecho constituye un pasivo asumido por el Ejecutivo y, con mejor o peor ¨¢nimo, hasta, ahora se acepta por el PSOE.
Gesti¨®n presupuestaria
Pero en el momento actual la cosas se han agravado, pues lo ¨¦xitos econ¨®micos de los primeros a?os de la recuperaci¨®n han dado, paso a enormes problema y se abren nuevos agujeros cuyo resumen es una falta de perspectivas para mejorar la competitividad. Ah¨ª est¨¢n los datos: la creaci¨®n de empleo se lentifica y la precariedad avanza, el crecimiento econ¨®mico se reduce y el tejido industrial se debilita.
Adem¨¢s, la gesti¨®n presupuestaria de este a?o constituye un rotundo fracaso con una particular importancia al tratarse del n¨²cleo m¨¢s elemental de la responsabilidad del Gobierno en su pol¨ªtica econ¨®mica. Despu¨¦s de sacrificar la aceleraci¨®n de proceso de modernizaci¨®n, con los sucesivos afeites del esfuerzo p¨²blico, ahora tampoco resultar¨¢ posible el equilibrio presupuestario a corto plazo, ni tan siquiera en un nivel de gastos ostensiblemente . m¨¢s bajo que en los pa¨ªses comunitarios.
Por ¨²ltimo, parece que existen muy pocas posibilidades de un fuerte crecimiento, menos a¨²n equilibrado, con la actual pol¨ªtica econ¨®mica. Ya ni los escenarios propuestos para el futuro tienen atractivo. En el cuadro macroecon¨®mico del Gobierno, sus propias previsiones (por otra parte, bastante err¨¢ticas) dibujan un panorama donde el volumen de desempleo podr¨ªa aumentar y el esfuerzo de convergencia con la Comunidad Europea pr¨¢cticamente se limitar¨ªa a anular nuestro diferencial de inflaci¨®n.
La pol¨ªtica econ¨®mica se ha vaciado de contenido y ha invertido los objetivos. Carece de impulso social y de dise?o industrial. Por otra parte, las aspiraciones de empleo y modernizaci¨®n las han desplazado a valores residuales para ensalzar variables instrumentales, con las ¨²nicas miras en anular el diferencial de inflaci¨®n y el d¨¦ficit p¨²blico. Los objetivos reales los han cambiado por ese doble cero instrumental que tampoco consiguen.
Cuando los propios escenarios son desalentadores, se impone una reflexi¨®n y es necesaria una rectificaci¨®n. Urge dar plenitud al significado mismo de toda pol¨ªtica econ¨®mica y redescubrir sus objetivos l¨®gicos con los que establecer una convergencia real con los pa¨ªses comunitarios en niveles de empleo, competitividad y bienestar social.
Quebradas las esperanzas de una reedici¨®n progresista del Pacto Social de Progreso, los sindicatos nos hemos comprometido con la escritura de una alternativa progresista de competitividad y progreso, pudiendo anunciar que en septiembre presentaremos la ISP, la Iniciativa Sindical de Progreso.
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