Los recogedores de basura, etc¨¦tera
?talo Calvino escribi¨® cosas hermosas sobre sus pensamientos al bajar el cubo de la basura. Yo soy un poco m¨¢s bruto. Por eso, el otro d¨ªa, cuando e enter¨¦ de lo de los tanques de Mosc¨² mientras lavaba as hojas de lechuga, estuve a punto de gritar por el patio de vecindad:- ?Ea,ea! ?Todos al Consulado ruso!
Una gota de agua se deslizaba como l¨¢grima por la superficie sedosa de la lechuga. Dicen que una gota de agua contiene todos los elementos de la vida. En cuanto a la lechuga, ¨¦sta tiene la transparencia de la porcelana china, coloreada bajo el barniz solar.
Recuerdo que cuando fue lo de Tiananmen, aquellos tanques camino de la plaza de la Paz Celestial, estaba atornillando un juguete de los cr¨ªos. Y cuando fue lo de Praga, all¨¢ por el 68, era yo el hijo, y com¨ªa un caramelo que llamaban de la vaca vieja, y cuando aparecieron los tanques en la pantalla fui corriendo a dec¨ªrselo a mi madre. Y mi madre nos dijo "No llor¨¦is, anda, no llor¨¦is" cuando fue lo de Allende desgranaba guisantes.
Y ahora mismo, mientras me pregunto d¨®nde demonios escond¨ª la sal fina, me entero de que nuestro amigo el rey de Marruecos pospone indefinidamente el refer¨¦ndum sobre el S¨¢hara. Y, a la espera de La dama de rosa, veo a unos milicianos croatas y serbios asomando entre maizales. Alguien deber¨ªa darles unos bastonazos en el trasero por estropear el ma¨ªz con sus est¨²pidos juegos.
Los recogedores de basura, los lavadores de lechuga, los atornilladores de juguetes, los comedores de caramelos, los buscadores de sal, los amigos del ma¨ªz, estamos hasta las narices del gremio de tanquistas, de sus colegas todav¨ªa no homologados, los petarderos, y de todos sus mancebos hist¨®ricos, principalmente los autores de himnos bravucones, bandos de excepci¨®n y comunicados hip¨®critas.
Junto con las desgranadoras de guisantes y las pac¨ªficas consumidoras de La dama de rosa, los recogedores de basura, etc¨¦tera, no entendemos de "asuntos internos". Los que imponen su voluntad por la fuerza son unos tiranos. Est¨¦n donde est¨¦n, son nuestros tiranos. Los que, pudiendo expresarla en libertad, matan en nombre de una causa, humillan esa causa. Humillan nuestra causa. Cada vez que estalla una bomba, estalla en nuestro patio de vecindad. Cada vez que alguien pierde sus derechos en Timor este, o en Arabia Saud¨ª, o en Ir¨¢n, o en Cuba. o en Guatemala, perdemos los nuestros.
Los recogedores de basura, etc¨¦tera, vemos telenovelas, pero no nos enga?amos. Sabemos que el mundo est¨¢ posiblemente m¨¢s cerca del infierno que del cielo. Sabemos que es fr¨¢gil. Pero, m¨¢s que nunca, nos sentimos sus ciudadanos. Amamos la diversidad que se expresa creativamente, pero desconfiamos de los vendedores de grandes conceptos, habitual disfraz de los fabricantes de mazmorras. Los lavadores de lechuga, etc¨¦tera, recelamos tambi¨¦n de ese tipo de identidades que finalmente justifican que un pueblo se especialice en el arma blanca o en el correo explosivo.
Los amigos del ma¨ªz, etc¨¦tera, ya no nos mordemos la lengua cuando alguien nos escupe a la cara: "Libertad, ?para qu¨¦?". Los comedores de caramelos, etc¨¦tera, sabemos lo que vale la libertad de hablar, de sentarse a una mesa para montar el club de comedores de caramelos, o cosechadores de ma¨ªz, o atornilladores de juguetes, o bebedores de agua, e incluso de marchar con una pancarta sin *que un tanque te planche el traje del club de los domingueros.
No, que nadie nos diga ya nunca m¨¢s de qu¨¦ sirve la libertad sin pan. Los hijos de los comedores de pan negro sabemos muy bien que el hambre s¨®lo se sacia con libertad. Sin libertad, ni siquiera se sabr¨¢ que no hay pan. Los peri¨®dicos y las radios y las televisiones de los pa¨ªses dictatoriales y hambrientos suelen decir que no hay hambre. Hay tambi¨¦n quien dice en los pa¨ªses ricos que s¨®lo el pobre es culpable de ser pobre. La libertad no nos libra de los necios, pero de vez en cuando los pone en evidencia para que no se extralimiten.
Los lavadores de lechuga, etc¨¦tera, sabemos que hay suficiente arroz y trigo en el mundo para evitar el hambre. Todos hemos le¨ªdo algo sobre semillas fant¨¢sticas que multiplican la producci¨®n. La madre tierra es algo lenta, pero va cumpliendo. Hay hambre donde hay violencia b¨¦lica, donde se ha desforestado y destruido violentamente el ciclo ecol¨®gico, donde los bur¨®cratas han puesto un yugo al cuello de los campesinos, donde el reclamo de la ciudad se llama villa-m¨ªseria. Puede que la libertad no acabe con todo eso, pero sin libertad no habr¨¢ manera de decir adi¨®s a todo eso.
Los comedores de pan de trigo no entendemos ese tipo de razonamientos que atribuyen a los comedores de arroz orientales o a los comedores de d¨¢tiles un menor inter¨¦s o preparaci¨®n para la democracia en funci¨®n, se dice, de sus tradiciones y cultura. Yo pienso que son pobres recursos exculpatorios para tener a los pueblos sojuzgados. Creo que los comedores de pan de trigo occidentales y los comedores de arroz orientales compartimos, en lo m¨¢s elemental, un mismo sentido com¨²n: nos gustar¨ªa tener derecho a elegir y echar a los que nos gobiernan. Y, entretanto, en la tertulia del atardecer, poder re¨ªrnos un poco de los que nos gobiernan sin que se nos atragante el pan o el grano cocido en el gaznate. M¨®dico precio para ellos y para nosotros. ?Por qu¨¦ un comedor de arroz oriental no ha de poder re¨ªrse de los que mandan? ?Qu¨¦ tiene que ver la cultura con todo esto? Creo que a veces nos enredan con palabras, nos loquean la cabeza con pedanter¨ªas. En el fondo, ?hay algo m¨¢s parecido a un comedor de trigo occidental que un comedor de arroz oriental?
No es f¨¢cil saber si vamos hacia adelante o hacia atr¨¢s, y menos para un gallego comedor de patatas. Pero hay unas cuantas luces positivas en este fin de milenio. Una es la extensi¨®n planetaria, al menos en el plano moral e intelectual, de los ideales democr¨¢ticos. Otra es la expansi¨®n internacional de la conciencia ecol¨®gica, el convencimiento de que el ser humano debe actuar, por decirlo al modo de Edgar Morin, como copiloto de la naturaleza y no como su destructor. Hay organizaciones, como son Amnist¨ªa Internacional o Greenpeace, que ilustran de modo ejemplar esa voluntad de personas de todo el mundo dispuestas a cuestionar los tramposos l¨ªmites de los "asuntos internos". El Partido Radical Italiano lanz¨® la iniciativa de una especie de partido internacional de las libertades, con no demasiado ¨¦xito por el momento. Pero no ser¨ªa mala idea que, al margen de las instituciones gubernamentales o de grupos que luchan por el poder, todos nosotros, los recogedores de basura, etc¨¦tera, tuvi¨¦ramos un v¨ªnculo planetario para oponernos, sea donde sea, a los amigos de los tanques, a esos gamberros organizados que aplastan los campos de lechugas y rompen las ramas de los cerezos.
Manuel Rivas es escritor y periodista.
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