Sensatez europea
EN ESTAS horas turbulentas que vive la Uni¨®n Sovi¨¦tica, con una calentura nacionalista que puede llevar a una desintegraci¨®n ca¨®tica, es fundamental que la Europa comunitaria act¨²e con sensatez, sin cerrar los ojos ante la realidad pero intentando tomar las posiciones m¨¢s acordes con los intereses de la paz y seguridad europeas. En ese orden, la decisi¨®n adoptada en Bruselas el 27 de agosto reconociendo la independencia de los pa¨ªses b¨¢lticos ha sido l¨®gica, necesaria y oportuna. Si Lituania se hab¨ªa proclamado independiente hace m¨¢s de un a?o, Letonia y Estonia s¨®lo lo han hecho en fecha muy reciente, y hubiese sido absurdo un reconocimiento exterior previo a la decisi¨®n de las propias rep¨²blicas. Que los Doce hayan actuado conjuntamente en este tema, sintetizando las diversas sensibilidades, es importante porque crea un precedente que deber¨ªa ser respetado en el futuro. La impaciencia de Dinamarca -que se adelant¨® a los otros Gobiernos, en contra de la opini¨®n mayoritaria- no ha anulado el valor de una decisi¨®n conjunta de la Comunidad Europea (CE).La expresi¨®n "restauraci¨®n de la independencia y soberan¨ªa de las rep¨²blicas b¨¢lticas", cuidadosamente incluida en el comunicado de Bruselas, tiene un significado primordial: separar el caso b¨¢ltico del de otras
"rep¨²blicas. La anexi¨®n a la URSS de esos tres pa¨ªses se hizo en aplicaci¨®n del tratado Hitler-Stalin de 1939, por lo que nunca ha sido reconocida por la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos. El comunicado de la CE deja as¨ª muy claro que el caso de las rep¨²blicas b¨¢lticas no puede ser tomado como antecedente de general aplicaci¨®n por parte de otras rep¨²blicas de la URSS que, en los ¨²ltimos tiempos, incluso a ra¨ªz del golpe, han proclamado su independencia o anunciado su intenci¨®n de hacerlo en breve. Distinci¨®n esencial, ya que ser¨ªa completamente irresponsable que la CE diese la impresi¨®n -aunque fuese merced a una interpretaci¨®n forzada- de avalar un proceso de disgregaci¨®n ca¨®tica de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
La situaci¨®n en la URSS es sumamente confusa, chocan entre s¨ª posiciones encontradas, y ser¨ªa un error garrafal creer que las nuevas demandas de independencia son el factor democr¨¢tico y progresista del momento presente. La idea de que es necesaria una nueva uni¨®n de rep¨²blicas soberanas (con toda la flexibilidad aconsejable, dando a ¨¦stas altos grados de autogobierno, estableciendo ¨®rganos centrales de tipo confedera?) que asegure una continuidad de la URSS como sujeto de derecho internacional encuentra apoyos crecientes en los ¨²ltimos d¨ªas. No es una idea de Gorbachov o de sectores conservadores. La defienden muchas de las principales figuras democr¨¢ticas que derrotaron el golpe.
Si Yeltsin ha exagerado en algunos discursos la nota nacionalista, ahora parece inclinarse por enfriar la fiebre independentista. La nota del Gobierno ruso que plantea el problema de las fronteras pone en evidencia uno de los mayores riesgos que provocar¨ªa el desmantelamiento. La tesis de Rusia es que acepta, en el marco de una uni¨®n, que las fronteras sigan como est¨¢n, pero advierte que en caso de ruptura pedir¨ªa la revisi¨®n de las fronteras con determinadas rep¨²blicas, singularmente aquellas en que hay comunidades rusas significativas e incluso mayoritarias. Las complicaciones que podr¨ªan desencadenarse por. ese camino ser¨ªan gigantescas, insolubles.
La interpenetraci¨®n de las poblaciones a lo largo de la historia es tal que, sin una soluci¨®n concertada, surgir¨ªan cientos, miles de conflictos, que podr¨ªan ser otros tantos focos de guerra. Es significativo que, ante el caso de - Ucrania, decisivo para que se pueda crear una nueva uni¨®n, el Gobierno sovi¨¦tico y el ruso se hayan puesto de acuerdo para enviar una delegaci¨®n a Kiev. Y que sea precisamente Sobchak, alcalde electo de Leningrado y asimismo presidente de la comisi¨®n parlamentaria encargada de investigar las responsabilidades del golpe, el que encabece la delegaci¨®n de Rusia en esa gesti¨®n.
Para la comunidad internacional existen otras razones poderosas para desear que no se imponga el desmantelamiento ' de la URSS. En primer lugar, el tema nuclear. En ese orden, es positivo que un acuerdo entre Gorbachov y Yeltsin establezca garant¨ªas m¨¢s serias ante la eventualidad de nuevas amenazas a la legalidad. Que ello otorgue a Rusia un mayor peso pol¨ªtico no puede sorprender. Pero cualquier paso en el sentido de diseminar el arsenal nuclear tendr¨ªa efectos absolutamente catastr¨®ficos -incluido un peligro de guerra- para el mundo entero. Basta este hecho para que la CE tenga un inter¨¦s evidente en que los dirigentes de ese inmenso pa¨ªs, aligerados ahora del peso del aparato comunista, encuentren una nueva f¨®rmula de uni¨®n.
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