Chascarrillos hospitalarios
Los m¨¦dicos de las urgencias de La Paz recopilan dos libros con an¨¦cdotas de pacientes
"?Qu¨¦ le pasa?", inquiri¨® el m¨¦dico. "Que tengo la cabeza pensativa, doctor". El paciente, que se hab¨ªa desplazado a prop¨®sito desde C¨®rdoba para ver al Atl¨¦tico de Madrid, decidi¨® acudir a urgencias del centro hospitalario La Paz tras presenciar la derrota de su equipo favorito. El m¨¦dico escuch¨® sus cuitas y le remiti¨® inmediatamente al psiquiatra. An¨¦cdotas como ¨¦sta se suceden a diario en las urgencias de los grandes hospitales. Pero los m¨¦dicos de La Paz han decidido recopilarlas en un libro. Eso s¨ª, de car¨¢cter reservado, al menos por el momento.
Los m¨¦dicos tomaron esta decisi¨®n hace unos a?os, al comprobar como se amontonaban las an¨¦cdotas. Ya van por el segundo volumen. A continuaci¨®n se relatan algunas de las curiosidades m¨¢s entra?ables y esperp¨¦nticas recogidas en el anecdotario. Esta es una.La tensi¨®n. Pregunta el m¨¦dico a su paciente, un jubilado.
-?Padece usted alguna enfermedad?
-S¨ª, de cervicales.
-Y su tensi¨®n, ?qu¨¦ tal?
-Cuarenta y cinco mil pesetas al mes, doctor.
La autoridad. En julio de 1986, seg¨²n narra un m¨¦dico en el libro, sucedi¨® el siguiente caso: "Acude [a urgencias] una mujer de 49 a?os, tra¨ªda por sus companeros de trabajo [es profesora de EGB], por una intoxicaci¨®n voluntaria con benzodiazepina. Durante la entrevista se pone de manifiesto que la enferma hab¨ªa ingerido dos pastillas y que hab¨ªa tirado otros 38 comprimidos al lavabo. Quer¨ªa asustar al director del colegio, ya que ella le hab¨ªa manifestado su amor y ¨¦l no le correspond¨ªa adecuadamente".
"Refiere despu¨¦s que lleva cinco a?os en tratamiento psiqui¨¢trico, y durante cinco minutos me habla de su psiquiatra y de las haza?as sexuales que realiza con ¨¦l. Acto seguido indica que desear¨ªa realizar ese mismo tipo de acciones con el que aqu¨ª suscribe [el m¨¦dico]. Salgo de la postura de escucha y lanzo mi interpretaci¨®n: 'Parece, se?ora, que usted se siente irremediablemente atra¨ªda por toda persona que signifique algo de autoridad'. Ella, confusa y enrojecida, hace un esfuerzo de introspecci¨®n, y dice: 'S¨ª, doctor, me gusta hasta el presidente de mi comunidad de vecinos".
Una gran alergia. En una ocasi¨®n lleg¨® al chiringuito (como denominan en las urgencias de La Paz a las consultas) una mujer a la que le gusta someterse a revisiones con frecuencia. Pasa a la consulta, y el doctor le pregunta: "Se?ora, ?es usted al¨¦rgica a alg¨²n medicamento?'. "S¨ª, s¨ª". "?A cu¨¢l?". "Lo que me pasa es que cuando entro en las farmacias me dan unos mareos..., y tambi¨¦n cuando entro en las droguer¨ªas, ?sabe usted, doctor?".
El Potro. Entre los mismos facultativos tambi¨¦n se producen an¨¦cdotas que despiertan la hilaridad. "Oye", dice extra?ado un m¨¦dico novel a un colega m¨¢s avezado, "tengo un paciente que debe sufrir una encefalopat¨ªa hep¨¢tica [enfermedad que implica una perturbaci¨®n mental], pues no hace m¨¢s que decirme que termine r¨¢pido, que se quiere ir a ver al Potro de Vallecas...". Su colega, que rompi¨® en carcajadas, le explic¨® que el paciente no desvariaba, y que se refer¨ªa al p¨²gil Poli D¨ªaz, que boxeaba esa noche.
?Sexo? La siguiente an¨¦cdota tambi¨¦n est¨¢ fechada en La Paz. Para formular el historial cl¨ªnico, el m¨¦dico pregunta al enfermo:
-?Nombre?
-Engracia.
-?Edad?
-Cuarenta y cinco a?os.
-?Sexo?
-Tres veces por semana, doctor.
Un pitido. El d¨ªa 18 de julio de 1987, un paciente joven se desplaz¨® a las urgencias de La Paz desde San Fernando de Henares. Iba acompa?ado de su padre, y dec¨ªa tener "un pitido raro en el o¨ªdo". Su m¨¦dico de San Fernando le hab¨ªa dicho que "jam¨¢s hab¨ªa escuchado un sonido igual". El padre y el muchacho, asustados, decidieron acudir al hospital. El m¨¦dico, nada m¨¢s examinarlo, acert¨® en el diagn¨®stico: "Est¨¦se tranquilo, lo que pita es su reloj digital".
Ojos y o¨ªdos. El despiste tambi¨¦n ha propiciado momentos de humor en las atestadas urgencias de La Paz, en lasque cada d¨ªa son atendidas del orden de 400 personas. Es el caso de la an¨¦cdota sucedida en julio de 1990, cuando el m¨¦dico pregunt¨®: "?Le duelen los o¨ªdos?". No, pero llevo lentillas", respondi¨® el enfermo.
La anal¨ªtica. Entre los enfermos que acuden a La Paz los hay m¨¢s versados en medicina, que manejan a la perfecci¨®n la terminolog¨ªa m¨¦dica, y los muy legos, como un recluta que, deseoso de salir del hospital, dijo: "Doctor, ?cu¨¢ndo me voy a ir?". "En cuanto baje la anal¨ªtica", le contest¨®. "?Y esa se?ora cu¨¢ndo va a bajar?".
Se ha movido. El m¨¦dico de La Paz se qued¨® mudo. Igual que sus colegas del hospital de Talavera de la Reina (Toledo) el d¨ªa en que, de pronto, se toparon en el servicio de urgencias con un ata¨²d y con el muerto dentro. Los familiares clamaban asistencia para el cad¨¢ver: "Es que se ha movido", dec¨ªan a los enfermos que, at¨®nitos, aguardadan asistencia. El examen m¨¦dico confirm¨® que el muerto segu¨ªa cad¨¢ver.
Visible defecto
Un cuerpo extra?o. Un m¨¦dico de La Paz cuenta otra an¨¦cdota ocurrida en la residencia sanitaria Virgen de las Nieves, de Granada. Un hombre de abultada joroba aguardaba pacientemente a ser asistido de una afecci¨®n que nada ten¨ªa que ver con su visible defecto f¨ªsico. Junto a ¨¦l, tambi¨¦n en el pasillo de urgencias, otro paciente, m¨¢s joven, hab¨ªa acudido al hospital porque se le hab¨ªa metido una mota en un ojo, lo que los m¨¦dicos llaman un cuerpo extra?o.Al rato, el doctor se asom¨® a la puerta de la consulta e indic¨® a una enfermera: ver, que pase el del cuerpo extra?o". El jorobado, convencido de que se refer¨ªa a ¨¦l, no se lo pens¨®.
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