Las pelotas
Toda la vida de Dios se ha dicho: "Me est¨¢ usted tocando las pelotas, joven", y es frase que se pronuncia en situaciones extremas, pues que le toquen a uno las pelotas, adem¨¢s de ser ¨¦ticamente reprobable, no debe de dar ning¨²n gusto, salvo que sea consentidor.Sin embargo, siempre se emplea en senti igurado. Cuando uno le toca las pelotas a alguien, no se las toca en realidad. A lo mejor se le ha subido a La chepa en un flagrante abuso de confianza, o se est¨¢ chivando al cajero de que pide anticipos para ir al bingo, pero las pelotas permanecen quietas, a recaudo de inoportunas manos.
Es decir, que jam¨¢s hab¨ªa visto a nadie tocar las pelotas a un semejante. Hasta el domingo, en que la televisi¨®n raostr¨® c¨®mo el futbolista Michel se Las tocaba al tambi¨¦n futbolista Valderrarria, no en sentido figurado, sino a las bravas, y no una, sino repetidas veces, adem¨¢s con fruici¨®n y reiterada insistencia.
La escena fue enormemente reveladora y reafirm¨® el sentido catastrofista que la sabidur¨ªa popular da a la frase "me est¨¢ usted tocando las pelotas, joven". Se pon¨ªa uno en el lugar del peloteado y le entraban escalofr¨ªos: que mano impertinente ande por ah¨ª -zona delicada e ¨ªntima donde las haya- debe de constituir una desagradable experiencia.
Quiz¨¢ el origen de todo estuviera en que el entrenador orden¨® a Michel tocarle las pelotas a Valderrarria, y Michel, hombre disciplinado, fue y se las toc¨®. Ahora bien, hubo ligereza poi- su parte, pues eso se negocia. Michel deber¨ªa haber preguntado a Valderrama: "?C¨®mo prefieres que te toque las pelotas, rubio: en sentido real o figurado?". Y si respond¨ªa que en sentido figurado, pues le met¨ªa un gol o le quitaba la cartera, y s:i en el real, le daba unos buenos tientos, campanille¨¢ndoselas jacarandoso. O sea, tal cual lo hizo. Con rnucho arte, por cierto.
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