La Filarm¨®nica en Usera, ?por Dios, qu¨¦ disparate!
Los proyectos del Consorcio Madrid 92 propiciar¨¢n de nuevo, seg¨²n el autor, dos ciudades, dos culturas separadas por altos muros, alejando definitivamente el concepto del disfrute democr¨¢tico de los recursos culturales. De manera que el pretendido a?o de las luces va camino de convertirse, por obra y gracia de la incapacidad municipal y del propio consorcio, en el a?o de las sombras.
Cuando Madrid recibi¨® su designaci¨®n para ser capital europea de la cultura en 1992, m¨¢s de uno respir¨® satisfecho por la reparaci¨®n que se hac¨ªa a la ciudad, que de otra forma quedaba marginada de los fastos de tan emblem¨¢tica fecha.El ser capital cultural ante Par¨ªs, Roma, Londres, Bruselas o Berl¨ªn cuando menos resultaba un reto apasionante, no para ser librado en solitario por las administraciones y s¨ª para recibir la aportaci¨®n y los recursos de un buen n¨²mero de ciudadanos.
Entre nuestros dirigentes pol¨ªticos y culturales hay mucho exquisito y gourmet degustador de los platos m¨¢s obvios. A veces por cuidada formaci¨®n y los m¨¢s por esnobismo redomado ya conocen el Auditorio Nacional, son asiduos a las veladas oper¨ªsticas de la Zarzuela y procuran no perderse la gala de la ¨²ltima pel¨ªcula nominada o la m¨¢s reciente antol¨®gica del pintor ya desaparecido. Forman parte de los ?diez mil?, ?quince mil?, ?veinte mil? quiz¨¢ que est¨¢n bendecidos por los dioses l¨²dicos para poder probar de todo y en el momento adecuado. L¨¢stima que no perciban que el p¨¢ramo cultural llega justo a las puertas de tan merecidos santuarios.
Por San Isidro de 1988, la Federaci¨®n de Asociaciones de Vecinos de Madrid decidi¨® prestar su concurso a la capitalidad cultural. Ya entonces sab¨ªa que su aportaci¨®n s¨®lo pod¨ªa provenir de la masiva incorporaci¨®n de los vecinos a esa celebraci¨®n.
Con un criterio bastante pragm¨¢tico, m¨¢s que en la celebraci¨®n de grandes actos, pens¨¢bamos en el equipamiento cultural que podr¨ªa quedarles a los madrile?os y en el impulso que podr¨ªa darse a multitud de proyectos culturales existentes en Madrid. No en vano un trabajo de campo hab¨ªa descubierto un amplio abanico de recursos: grupos de teatro, coros, bandas, colectivos pl¨¢sticos, fot¨®grafos, grupos de baile, poetas, artesanos, cantantes l¨ªricos, conjuntos musicales de todos los estilos imaginables, artistas circenses y un sinfin de dignos productos culturales m¨¢s. En todos los barrios y pueblos han surgido y siguen haci¨¦ndolo cada d¨ªa iniciativas, proyectos y realidades art¨ªsticas, sin m¨¢s pretensiones que el hacerlo bien, sin intenci¨®n alguna de llevarlo al l¨ªmite de la profesionalizaci¨®n. Las limitaciones a su desarrollo, todas aquellas que provienen de la falta de locales de ensayo, de la carencia de profesores para elevar el nivel de los participantes, de la falta de recursos para adquirir instrumentos o poder vestir dignamente una representaci¨®n.
500.000 analfabetos
Lejos del pan y circo o de la cultura espect¨¢culo de masas, hay quienes apostamos por una cultura participativa, que fomente valores cr¨ªticos y que haga m¨¢s personas a los ciudadanos. Que no haga de la cultura un bien superfluo y distante de la permanente demanda de una mejor calidad de vida. Esa ingente labor, en una ciudad con m¨¢s de 500.000 analfabetos funcionales, no puede ser la tarea delos 365 d¨ªas de 1992, por muy intensos, culturales y europeos que se precien.
El trabajo a pie de calle, el d¨ªa a d¨ªa de la cultura, lo van haciendo quienes alfabetizan en una asociaci¨®n o en una parroquia; quienes se resisten al fracaso escolar y apuestan por la educaci¨®n compensatoria, como mal menor; quienes con esfuerzo ponen en marcha una revista o una emisora de radio en el barrio; tambi¨¦n los que en centenares de locales vecinales ensayan los primero pasos de Giselle, entonan el coro de esclavos de Nabuco, practican el esmalte o afirman el pulso copiando La se?oritas de Avi?¨® o aquella l¨¢mina infame de los caballos y la puesta de sol.
Quienes hacemos esa cultura diaria sabemos de la precariedad de los escenarios de los colegios p¨²blicos en donde habitualmente se realizan actos o de la mala sonoridad de las iglesias quie se levantan en los barrios de Madrid. La verdad es que cuando un cuarteto de cuerda se aventura en un barrio, en pocas ocasiones conseguir¨¢ que un mozart o un vivaldi sean escuchados con la sonoridad quelos autores del XVIII aspiraban para su obra; pero no es menos verdad que el respeto y la emoci¨®n contenida con los que el p¨²blico atiende a los int¨¦rpretes le hacen m¨¢s digno merecedor de este concierto, del cuarteto y de cuantos actos confonnen una nueva sensibilidad musical.
Por estas y por otras razones, no estuvo nada afortunado el director general del Consorcio Madrid 92 al afirmar a un diario madrile?o: "?No querr¨¢n que vaya la Orquesta Filarm¨®nica de Berl¨ªn a Usera, verdad?".
Pues s¨ª. La verdad es que nos encantar¨ªa que la Filarm¨®nica y el Bolshoi actuaran en el campo del Moscard¨®, ?por qu¨¦ no? Tentado estoy de buscar un patrocinador, escribir a Berl¨ªn y a Mosc¨². y propon¨¦rselo formalmente. ?Alguien se apunta?
Posiblemente el se?or Osaba est¨¦ reclamando el sanctasanct¨®rum de la m¨²sica para esta y otras magn¨ªficas orquestas filarm¨®nicas, all¨¢ donde tan s¨®lo 1.500 o 2.000 aut¨¦nticos aficionados sabr¨¢n guardar, sin equ¨ªvocos e interrupciones impropias, los tempos musicales.
De nuevo se est¨¢n propiciando dos ciudades, dos culturas, dos rnaneras de entender la realidad de cada d¨ªa. La una, pese a quien le pese, se alza hmitando a la otra, reduciendo su campo de posibilidades y abriendo un foso, cada d¨ªa m¨¢s ancho, cada d¨ªa m¨¢s di stan te de lo que deber¨ªa ser el disfrute deinocr¨¢tico de los recursos culturales.
Fue esa voluntad de democratizar los recursos culturales y la. b¨²squeda de una participaci¨®n ciudadana mayoritaria lo que nos llev¨® a la presentaci¨®n del proyecto 92 para el 92.
El contenido de la propuesta era simple, pero ajustado a la realidad: desarrollar en 92 barrios de Madrid, durante 92 seinanas, hasta finales de 1992, 92 actividades culturales diferentes.
?Qu¨¦ pretend¨ªamos adem¨¢s? En primer lugar, generar actividades y nuevos grupos culturales en los propios barrios.
En segundo lugar, mejorar las infraestructuras culturales existentes en colegios, asociaciones, parroquias, centros culturales, plazas y espacios p¨²blicos. En tercer lugar, crear p¨²blicos nuevos, participativos y abiertos a cualesquiera experiencias culturales.
En definitiva, para potenciar m¨¢s de ocho mil actos culturales y favorecer la participaci¨®n a m¨¢s de dos millones de inadrile?os.
Largas cambiadas
En los los ¨²ltimos a?os y en torno al proyecto 92 para el 92 hemos mantenido entrevistas con el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad. En ambos sitios hemos recibido palmaditas, largas cambiadas, palabras, promesas incumplidas y tina actitud enga?osa.
En los umbrales del 92, el pretendido a?o de las luces va camino de convertirse, por obra y gracia de la incapacidad municipal y del propio consorcio, en el a?o de las sombras.
Es f¨¢cil que una vez m¨¢s Prokofiev, Strindberg, Calder¨®n, Lope, los mayas, el flamenco o el rock sean la gran disculpa de los cultos para limitar el descubrimiento cultural de la inmensa mayor¨ªa.
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