Los toros prefabricados

Las corridas de matadores-banderilleros ya se sabe, divierten al gent¨ªo populachero mientras los toros prefabricados para estos espect¨¢culos funcionan, pero aburren a todo quisque cuando los bicornes llegan problem¨¢ticos al ¨²ltimo tercio y causan tedio a los aut¨¦nticos aficionados si a alguno de estos prefabricados se le ocurre embestir con pastue?ez en la muleta.Porque este p¨²blico asistente a estos festejos, bien distinto al habitual del resto de las corridas de toros (caballitos circenses aparte) s¨®lo reclaman por encima de todo, y hasta del toro, lucimiento con las avivadoras. Y ciertos ganaderos parecen haberse adaptado a las exigencias de semejantes espec¨ªmenes; el conde de la Maza es uno de ellos. Sus cuatro toros iniciales, dentro de su catadura mansurrona, derrocharon nobleza tontuna, trotaron de lado con guapura para permitir brillo a los banderilleros, otra cosa es que estos lo consiguieran, y se apagaban en el ¨²ltimo tercio, cosa que nada import¨® a la mayor¨ªa del p¨²blico, y menos a los matadores, poco capaces de otra cosa que trapazos, mantazinas y toreo populista, que es lo que se les reclama.

En los cuatro toros prefabricados, que estaban astifinos cual agujas, la terna cumpli¨® con lo que de ella se esperaba: reolinas con el capote, numeritos con las banderillas, que se intercambiaron en sus tres primeros enemigos, cada uno a su estilo -Mendes aut¨¦ntico, Morenito espectacular y El Soro heterodoxo- y aplomadas frusler¨ªas superficiales con la muleta. El tercer prefabricado de la tarde se cans¨® de tan falaz representaci¨®n y decidi¨® verla c¨®modamente sentado, sin que los esfuerzos de tracci¨®n peonil lo levantaran, por lo que hubo de apuntillarse, lo que tampoco import¨® a casi nadie. El cuarto se sal¨ªa algo del gui¨®n y, aunque a rega?adientes, tomaba la pa?osa. Morenito, para no ser menos, subi¨® ligeramente su bajo diapas¨®n artista en unos entonados redondos y alg¨²n atisbo de naturales, pero pronto se inclin¨® por los f¨¢ciles recursos populistas para cortar oreja.

El genio del quinto y sexto les llev¨® a saltarse a la torera el gui¨®n y apretar a sus respectivos despenadores en banderillas, impidi¨¦ndoles el lucimiento, y llegaron ¨¢speros al ¨²ltimo tercio. ?speros m¨¢s no imposibles como pensaron Mendes y sobre todo El Soro, que como este extra?o suceso con toros menos prefabricados les sorprendi¨®, decidieron abreviar, provocando el enfado en los tendidos.